1.- Chile conquistó la Copa América por primera vez en su historia. Pudo hacerlo en el tercer partido de la final de 1979, pero el guardameta paraguayo Roberto Gato Fernández le hizo una parada inverosímil al Pato Yáñez y la copa viajó a Paraguay. Lo ha conseguido 36 años después, siendo el equipo más coral del torneo, con sus defectos, especialmente a nivel defensivo y cuando algún rival le cuestionó la pelota, pero fiel a sí mismo. Fue un equipo de autor con nombre y apellidos: Jorge Luis Sampaoli Moya.
2.- La final no fue el mejor partido de Chile en el campeonato. Comenzó pareciéndose bastante a sí mismo para terminar pensando más en anular al contrario que en mostrar sus virtudes habituales, hecho inédito hasta el momento en esta Copa América. Entraron Francisco Silva y Beausejour en el once para apuntalar la zaga, el resto de la alineación lo conocíamos de memoria. La Roja comenzó mandando, con Marcelo Díaz incrustado entre los centrales para comunicar con Valdivia; Isla y Beausejour percutiendo por los costados; Vidal y Aránguiz secando la hierba a 300 km/hora; y Alexis y Vargas haciendo la función de roedores habituales. Chile firmó el ejercicio de personalidad al que nos tiene acostumbrados durante los primeros 25 minutos, en los que atacó con seis o siete jugadores por delante del balón.
3.- Argentina dejó sensaciones contradictorias. Se levantó del primer arreón chileno con hombría. El juego que propone Sampaoli, siempre con prisa y nunca con pausa, exige un ritmo físico tremendo. Cuando Chile comenzó a flojear y dejó de presionar muy arriba, Argentina dio un paso adelante. El Kun Agüero, más aguerrido y convencido de su rol que nunca, era el primero en apretar arriba. A su entusiasmo se fueron uniendo por detrás sus compañeros para ir igualando la contienda en el juego. Di María cayó en el combate por lesión muscular y Martino apostó por Lavezzi. En ataque tenía sentido, no quería modificar el 4-3-3 y probablemente pretendía seguir teniendo un jugador abierto en la izquierda para recibir ese pase de Messi hacia el costado que tanto daño hace. En defensa tenía mucho riesgo, porque Lavezzi no puede igualar el derroche del Fideo, aunque realmente Argentina no se resintió por ahí.
4.- El primer acto tuvo un ritmo altísimo, pero pocas ocasiones claras. Por parte chilena tan solo una de Vidal, que asaltó el área desde atrás y se encontró con Romero. Argentina tuvo dos. Una del Kun Agüero de cabeza, tras una falta lateral que botó Messi, y despejó Bravo. Y otra en el último suspiro antes del descanso. Apareció Pastore en su máxima expresión para recortar a pierna cambiada en el lado izquierdo del área, casi en al línea de fondo, y dejar un balón atrás que Lavezzi envió a las manos de Bravo. La acción de Pastore fue genial, pero casi fue lo único que hizo. Chile había sido Chile en el primer tramo de partido y cada vez que Díaz y Valdivia castigaban la espalda de Rojo con un envío largo. Argentina respondió subiendo sus líneas poco a poco. Las espadas estaban en todo lo alto.
5.- La segunda parte no tuvo nada que ver con la primera. La fuerza y el vigor inicial del comienzo se fueron diluyendo como la espuma del champán hasta que desaparecieron las burbujas. Chile había terminado la batalla del primer tiempo con tres amarillas que se presumían importantes: Medel, Silva y Díaz, los tres centrales. Finalmente no lo fueron tanto porque las individualidades argentinas no aparecían. Chile estaba más preocupada de desconectar las virtudes argentinas –Messi y su conexión con Pastore y al Kun Agüero– que de proponer su juego habitual de presión alta, ataque permanente, movilidad constante y asedio fulgurante. Argentina parecía bien asentada, sufría poco, pero estaba lejos de ser el equipo que había apuntado en algunos tramos de los partidos anteriores. La albiceleste había sufrido durante el torneo para controlar partidos con el marcador a favor, pero se la veía con una idea colectiva. La finalidad era activar a los genios de arriba con asociaciones desde atrás. En la final no fue capaz de someter a Chile bajo esas premisas.
6.- En los últimos 20 minutos comenzaron los cambios. Martino quitó al Kun para meter un nueve más puro como Higuaín, pese a que Agüero le ha funcionado como nueve en todo el torneo. Sorprendió mucho que no fuera Tévez el que entrase en el partido. Respondió Sampaoli retirando al Mago Valdivia en su última función y dando entrada a un Mati Fernández del que se esperaba poco, pero respondió con trabajo y bastante presencia en tres cuartos. La entrada de Banega por Pastore confirmó que Martino ya no esperaba el resurgir del flaco. Agotó los cambios con la prórroga en ciernes. Sobre la hora final, Higuaín pudo marcar el gol del triunfo. Lavezzi encontró a Messi y salió corriendo, Leo cambió el ritmo y encontró de nuevo al Pocho, que cedió el balón al otro palo, donde llegaba Higuaín. El Pipa remató forzado, ya con poco ángulo, y la pelota se fue fuera.
7.- El tiempo extra fue el típico de una gran final, salvo honrosas excepciones a lo largo de la historia. El físico se fue agotando, llegaron las lesiones musculares, Mascherano acabó cojo y jugando de libre para patear balones y el miedo a perder se apoderó de ambos. Mención especial para una acción defensiva de Pablo Zabaleta en el minuto 105 de partido: el lateral derecho corrió como un descosido a cerrar la otra banda para poder molestar en su disparo a Alexis Sánchez. Fue una jugada que nació de un error de Mascherano en el despeje que produjo su lesión. Evitó un gol casi seguro. En una prórroga llena de futbolistas fatigados emergieron Medel y Mascherano, hasta su lesión, barriendo absolutamente todo. No me quiero olvidar de Charles Aránguiz, que seguramente seguirá corriendo a esta hora.
y 8.- Los penaltis no son una lotería. Hay penaltis bien y mal tirados. Higuaín lo mandó a las nubes y Banega se lo entregó a Bravo. Alexis tenía la primera de las dos oportunidades que tenía Chile para proclamarse campeón y el de Tocopilla lanzó picadito, con toda la tranquilidad que le había faltado en la toma de decisiones durante el partido, y batió a Romero. Chile conquistó la Copa América con todo merecimiento. No hizo una gran final, pero sí había hecho un gran torneo antes; fue la selección distinta y además atractiva. Argentina ha esbozado una idea en esta Copa América tras muchos años de travesía en el desierto, ahora Martino debe perfeccionarla.
* Alberto López Frau es periodista.
– Foto: EFE
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