1.- Miradas al cielo de Estambul reclamaban explicación al de arriba por lo que estaba pasando en la tierra otomana, profanada por españoles paganos llegados del otro lado del mar en un navío de patrón italiano. La bodega de la embarcación estaba repleta de barriles cargados de pólvora, algo humedecida durante el largo viaje a través del Mediterráneo. Las tierras turcas son cálidas y en el Türk Telekom Arena sube la temperatura aún más. 54 minutos ha tardado en secarse y así activarse con una pequeña mecha encendida de las ascuas de una hoguera turca que se apagaba.
2.- La madera para la lumbre la preparó con mucho cuidado y mimo Fatih Terim, pero le faltó combustible en la leñera para que siguiera ardiendo sobrepasada la hora de juego. Los troncos principales que expandieron la pira fueron Felipe Melo y Selçuk Inan. Los dos empujaron a los suyos hacia el enemigo, juntando las líneas de defensas y convirtiéndolas en el mejor ataque. El Galatasaray estaba prieto, junto y se movía al unísono para bloquear al portador de balón cualquier línea de pase sencillo.
3.- Con los dos pivotes muy arriba, los atacantes estaban encima de la salida de pelota blanca. Modric no veía la luz del sol (o más bien de los focos), tapado por Sneijder y Baytar, cubriendo uno al croata cuando el otro no podía. Sin el mediocentro, Khedira no era una solución fluida para la creación, mientras que Isco no encontraba espacios para conectar con Di María, y el Madrid se perdió en balones largos hacia las cabezas de los defensores del Galata, en el único aspecto en el que fueron superiores durante un gran tramo del partido a los atacantes blancos, hoy de azul.
4.- Modric sufría y Sneijder disfrutaba. El neerlandés es peleón en partidos grandes, y más contra el Madrid. Presionaba, robaba y creaba, todo en 54 minutos. Durante ese tiempo encontró a Drogba y Yilmaz casi siempre con intermediarios en el envío de pelota. El juego del Galatasaray se basaba en cerrar el centro, hacer al Madrid agruparse entorno a la pelota para buscar la llegada de los carrileros. Riera y Eboué repartieron centros como los Reyes Magos reparten juguetes, aunque los niños que los recogían no conseguían abrirlos en forma de gol.
5.- Hubo un momento en que los españoles también buscaron respuestas a lo incomprensible, lo insólito, a la máxima de las casualidades y desgracias personales. Más de doscientos días después, Casillas volvía a ser titular en un encuentro oficial. En esa última vez, Arbeloa le rompió un dedo. Diez minutos después de su debut esta temporada en partido oficial, Sergio Ramos le golpeó involuntariamente tan fuerte en el costado que Iker volvió al banquillo del que había salido para ser titular en la Champions. El destino parece aliado con Diego López, que para más infortunio de Casillas hizo varias intervenciones de mucho mérito.
6.- Al Madrid poco le cambia, en realidad, un portero u otro. Los dos tenían que encargarse de parar al Galatasaray, que es a lo que destinó el Madrid la primera hora de juego, tiempo suficiente para sacar conclusiones de este Madrid de Ancelotti. Está a años luz de ser capaz de llevar el ritmo de partido ante equipos de presión alta. La fluidez del balón y de ideas no tiene la velocidad suficiente para superar un bloque férreo y se depende demasiado de la libertad o clausura de Modric y las apariciones de Di María. El Madrid siguió siendo directo, previsible, dejando sensación de inferioridad, asumiéndola como normal. Siempre hablando antes del minuto 54.
7.- A Ancelotti hoy le ha salvado la histórica pegada blanca. Como dice el popular cántico futbolero, pasan los años, pasan los jugadores, pero la pegada sigue siendo seña de identidad madridista. No se había quitado todavía el miedo de encima cuando Di María levantó la cabeza y vio a Isco, allí, lejos, rodeado de estandartes otomanos. Le mandó la responsabilidad, maravillosamente dirigida por cierto, e Isco hizo magia de la nada. Daba igual que un armario se le cayese en la espalda, él siguió de pie y rompió a Muslera casi rompiéndose su cadera. Y que dure su olfato, dirá Florentino.
8.- El Galatasaray se levantó del primer ataque, a pesar de que provocara graves daños en su sistema inmunológico. Nounkeu le vio los colmillos al lobo y empezó a tiritar de un frío subconsciente. Drogba quería arreglar el pequeño cortocircuito sufrido y tiraba de los suyos, motivándolos con su enérgica pelea con Sergio Ramos en cada balón llovido al área. Pero en una de esas se encontró a Pepe, y Pepe es duro como una roca. El choque provocó que Drogba, el más grande al este de Greenwich, se tuviera que ir con los médicos a arreglarse el hombro izquierdo. Golpe bajo para el Galata, más incluso que el propio gol de Isco.
9.- Sin Drogba y con ventaja, el Madrid salió con otro aire del vestuario, con ganas de tener el balón un rato, a ver qué pasaba. Y pasaron dos cosas. Una, que generaron una jugada en la que Di María tardó medio segundo de más en controlar una pelota y no pudo rematar bien a Muslera. Otra, que Amrabat, recién enchufado al partido, le puso un centro muy goloso a Burak que hasta en Ankara se cantó gol.
10.- La ocasión volvió a encender el fuego turco. Otra vez encerraron a Modric entre Sneijder y Baytar, subieron las líneas y probaron la resistencia madridista. Pero Nounkeu enseñó a Di María la entrada secreta de la ciudad hacia la mina de oro. El Fideo sin pensar, rápido de pensamiento, la tocó de cara a la carrera en solitario de Benzema, camino del placer, hacia el pozo de petróleo que sacó el Madrid de Estambul.
11.- Eso pasó en el minuto 54. El Galatasaray entregó las armas en señal de buena voluntad, pero el Madrid quiso hacer sangre y saqueó el Türk Telekom Arena sin dejar ni la ceniza de los ceniceros, por culpa principalmente de la voracidad de Cristiano Ronaldo. Ha metido tres, uno de ellos una obra de arte que vale más que cualquier lienzo contemporáneo, pero no está encontrando su sitio en el esquema de Ancelotti. Todo a su tiempo llegará, como llegan las lluvias en otoño.
y 12.- Entró Bale y dejó un cambio de ritmo Fórmula 1 y el centro previo al segundo de Cristiano. Pero permítanme que me quede con un detalle de otro de los nuevos. El gesto de Illarramendi, aglutinando rivales a su alrededor para liberar al galés en la jugada del quinto gol, es puro oro, elegancia, precisión y efectividad. Y parece tan fácil…
* Jesús Garrido es periodista.
– Foto: Ozan Kose (AFP)
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