Es difícil hablar de la historia del fútbol sin mencionar a Arthur Friedenreich; al igual que ha sido muy fácil olvidarlo y convertirlo en alguien desconocido. Es en 1888, 4 años antes de su nacimiento, cuando la Ley Áurea abole la esclavitud en Brasil derrocando la barrera que hizo posible que un emigrante alemán y una lavandera afrobrasileña, hija de esclavos, engendraran a un joven mulato de ojos verdes que se convirtió el máximo goleador de la historia del fútbol.
La historia de Friedenreich es la de un pionero que logró derribar numerosas barreras; fue la primera gran estrella mulata en triunfar en un deporte vetado para los negros, consiguió cambiar la manera de entender el fútbol en Brasil, anticipando el jogo bonito; y, además, lejos del césped luchó activamente por los derechos de los ciudadanos. El polvo de arroz con el que se maquillaba su mulata piel y la gomina que peinaba su encrespado pelo convirtiéndolo en blanco durante noventa minutos, es la metáfora de un país que luchaba por conseguir una ansiada democracia. En 1932 durante la Revolución Constitucionalista, Fried (como le llamaban) tuvo un papel activista en demanda de una nueva constitución donando muchas de sus ganancias e incluso llegó a liderar un batallón de deportistas que lucharon en la revolución. Tras casi un mes atrincherado fue dado por muerto en combate por la prensa local. Brasil estuvo a punto de perder, antes de hora, a un renovador social y más allá; a un profeta del octavo arte.
Fue su padre quien intervino a su favor para que el Germania, club de la colonia alemana y de la alta sociedad paulista, diera la oportunidad a un joven de raíces indígenas cuyos ojos verdes veían como a los 17 años se le abría una puerta prohibida. Y no tardó mucho en hacerse un nombre ya que dos años más tarde se convirtió en el máximo goleador de la liga. No puede relacionarse a Fried con un solo equipo ya que vistió más de diez camisetas entre las que destacan Sao Paulo, Santos, Flamengo o Internacional de Porto Alegre. Fueron 26 años los que Friedenreich dedicó al fútbol ganando todo a nivel nacional: 9 trofeos de máximo goleador, 8 campeonatos de liga y dos Copas de América en 1919 y 1922. No pudo disputar ningún Mundial ya que una rotura de tibia le privó de acudir a Uruguay en 1930. Incluso marcó el primer gol en la historia del fútbol profesional en Brasil en 1933 cuando en el Sao Paulo venció por 5 a 1 al Santos.
Son dos momentos los que rescato y dos apodos que le dieron a conocer al mundo. El primero tuvo lugar en la final de la Copa América de 1919 contra Uruguay cuando, tras cuatro prórrogas y 150 minutos de partido, Fried anotó el gol que daba el primer título internacional a los suyos. La prensa uruguaya lo bautizó como “El Tigre” y al término del encuentro fue llevado a hombros desde el barrio de las Laranjeiras hasta el centro de Río de Janeiro. Friedenreich ya era el deportista más importante del país y conocido en todo el continente. Pero no fue hasta 1925 cuando Europa tuvo el placer de ver al Paulistano (su club por entonces) y a ese mulato de apellido alemán que deslumbraba con su juego y que durante su gira por Francia acaparó las portadas siendo bautizado por el diario “L’Equipe” como el ‘Rey de reyes‘.
De cuerpo esbelto y finas piernas, Friedenreich cambió el modo de jugar al fútbol. De una técnica muy depurada, escurridizo y de fintas cortas, demostró que el rugby no era la manera idónea de jugar a este deporte. A base de esquivar patadas y codazos mediante regates que enloquecían a la inchada; Fried consiguió que los demás jugadores empezarán a preocuparse por el espectáculo que tan bien supieron adaptar sus sucesores como Garrincha o Pelé. Eduardo Galeano, en “El fútbol a sol y sombra”, escribía así de Friedenreich: “Este mulato de ojos verdes fundó el modo brasileño de jugar. Rompió con los preceptos ingleses: él, o el diablo que se metía en la planta de su pie. Friedenreich llevó al solemne estadio de los blancos la irreverencia de los chavales color café que se divertían disputando una bola de trapos en los suburbios. Nació un estilo, abierto a la fantasía, que prefiere el placer al resultado. De Friedenreich en adelante, el fútbol brasileño que es brasileño de verdad no tiene ángulos rectos, al igual que las montañas de Río de Janeiro y los edificios de Oscar Niemeyer”.
De él se dice que nunca falló un penalty de los más de 500 que lanzó y que fue el primero en disparar con efecto. Con 1.329 goles reconocidos por la FIFA, es el máximo goleador de la historia del fútbol; aunque parte de ella fuese como amateur.
Ya en el ocaso de su carrera y retirado desde los 43 años, Fried tuvo tiempo para luchar contra la profesionalización del fútbol y para demostrar al mundo que era un luchador insaciable; como dijo el uruguayo Zibechi en aquella final donde Friedenreich se convirtió en “ El Tigre”: “Ni la fatiga le vence”. Y no fue el cansancio sino la arteriosclerosis la que se llevó su vida en 1969, a los 77 años de edad, en su casa de Sao Paulo. Antes de morir sacó fuerzas de flaqueza para escribir su autobiografía que ha sido descubierta hace poco y será publicada durante este año; en ella se declara discípulo de Charles Miller y Hermann Friese, los padres del fútbol en Brasil.
Pese a fallecer, el “Rey de reyes” ya había abierto la puerta. El fútbol había dejado de ser un deporte de blancos ricos y la fantasía mulata ya no solo jugaba con una vejiga de vaca en los callejones de las favelas. Además había nacido el concepto de estrella deportiva, creando un nuevo estilo de jugar al fútbol que llenaba estadios y corría tinta en los diarios. Sin Arthur Friedenreich la historia de este deporte no sería la misma ya que tuvo el don para derribar la muralla y convertir el fútbol en fútbol.
* Marc Pons es periodista.
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– Foto: AFP
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