“Si jugando tan mal en la primera parte, sobre todo en defensa, íbamos empatados, estaba seguro de que mejorando un poco en el segundo tiempo, ganábamos”, ha declarado Arpad Sterbik, portero de la selección, al término del partido contra Hungría en el que resultó fundamental con sus 16 paradas y un fantástico 45 % de acierto.
Las declaraciones del meta de la selección sirven como pórtico acertado para cualquier crónica de un partido que al principio fue ardiente sauna y al final plácido baño húngaro. En efecto, la primera parte ha echado chispas porque los húngaros han montado una sauna seca a casi cien grados y España se ha escaldado, no ha sabido interpretar el juego que ha propuesto su rival, que ha aprovechado los cambios ataque-defensa de los hombres de Valero Rivera para cogerles a contrapié una y otra vez. Laszlo Nagy ha sido el corazón y el ejecutor del juego húngaro frente a un inoperante y muchas veces desmontado 6-0 español.
Con el paso de los minutos, el cuerpo suele adaptarse a la sauna y el calor/sudor acaba produciendo incluso placer. Pero España no ha sabido adecuarse a esa tórrida propuesta húngara que resolvía sus ataques con la variedad de un caleidoscopio: por el extremo Harsani o Ivanzik, por el centro Csaszar y por todos los sitios, Nagy. Además, el ataque español no era fluido, dependiente en exceso de las prestaciones de Alberto Entrerríos y sin lanzamiento exterior. Solo las escapadas de Tomás por el extremo y la ratonería de Sarmiento han servido para que el marcador no reflejara mayores diferencias favorables a los húngaros. El recurso habitual de Aginagalde ha quedado encorsetado por una defensa magiar en línea que sin preocupación por los exteriores ahogaba al irundarra, que solo ha logrado un gol y ha provocado un penalti en la primera parte.
Depués de ir por detrás durante demasiados minutos, sin que al principio surtiera el efecto necesario el cambio defensivo español, el reposo de Nagy y el comienzo del recital de Sterbik han permitido llegar a ese 14-14 que dejaba todo en el aire. Pero sobre todo obligaba a la reflexión sobre las carencias de un equipo acelerado, asfixiado mentalmente. Bien ha dicho Valero Rivera en un oportuno tiempo muerto: “Maqueda, tranquilo, no hay prisa, no te aceleres”. Y es que todo el equipo estaba a demasiadas revoluciones.
Para pasar de esa sauna asfixiante a un baño con final placentero, de esos de agua templadita que hay en Hungría –donde disfrutan de más de quinientos manantiales– hacía falta que el equipo estuviera más tranquilo. Los deberes deberían comenzar por la defensa, donde la aportación de Aitor Ariño en su defensa al hombre a Nagy ha resultado fundamental.
Para el jugador barcelonés ha sido todo un bautismo internacional en esas aguas milagrosas. Ariño es el benjamín del equipo y ha venido al Mundial sustituyendo al lesionado Cristian Ugalde, en una decisión polémica del seleccionador que le prefirió al legendario Juanin porque precisaba de un especialista en marcaje al hombre en el 5-1 más que de un extremo habilidoso. Y el chaval azulgrana de 20 años, nacido en Gran Bretaña y de origen vasco, no solo ha frenado la producción de Nagy, el jugador que más cobra del mundo (cuatro millones de euros por tres temporadas), sino que ha participado en múltiples asistencias en los contraataques y en robos de balones fundamentales. Ha sido toda una consagración en un partido en el que era el único extremo izquierdo porque el hijo del seleccionador estaba tocado y no pisó la cancha.
Hungría no se podía creer que un portero llamado Arpad, como el gran príncipe conquistador que condujo a la nación húngara desde Asia hasta Europa en el siglo IX, fuera el gran artífice de su derrota. Asentada la defensa, anulado Nagy hasta acabar en el banquillo, el gran Arpad Sterbik, por el que fluye sangre húngara y serbia, ha impulsado la confianza del equipo español con un parcial de 7-0 hasta llegar al 28-20, maquillado por dos goles húngaros al final.
Esa seguridad de Sterbik y el cansancio húngaro han servido para que la segunda unidad del conjunto español (Ruesga, Antonio García y Montoro) haya sido decisiva con sus goles en la fase final. España ha demostrado que tiene más equipo, una baraja mayor que Hungría y ha logrado un triunfo que le asegura el segundo lugar del grupo para alegría de los zaragozanos, porque eso garantiza que jugará allí los octavos de final. Para llegar al primer puesto, lo que es fundamental de cara a los cruces de esa segunda etapa, debe ganar el sábado a Croacia. Si tiene tantas dudas y precipitaciones iniciales como hoy, los croatas pueden escaparse enseguida, y en ese caso, como se vio ante Hungría, no hay quien los cace. Hará falta la mejor España, mucho mejor que hoy, para pasar esa aduana.
* Pedro Gabilondo es periodista. Ha cubierto 9 ediciones de Juegos Olímpicos (desde Munich 1972).
– Foto: Javier Soriano (AFP)
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