Arda Turan: el enganche indescifrable

por IMANOL ECHEGARAY el 21 agosto, 2013 • 5:49

Estambul vio nacer hace 26 años a un jugador de fútbol peculiar. Su infancia la pasó practicando con un balón sobre el asfalto de la calle con todos sus amigos. Tenía el objetivo de hacer sonar una puerta metálica de garaje que utilizaban como portería. Hoy, el asfalto se ha convertido en césped y la puerta ha pasado a ser una portería con redes. Él es Arda Turan y, aunque aún no domina el idioma, con su juego, carácter, entrega y simpatía se ha ganado a la afición atlética.

Debutó hace nueve años en la Superliga turca con el Galatasaray, su club de toda la vida y del que llegó a ser el capitán. Allí, marcó 43 goles en 189 partidos. Esa no era su principal arma, y desde el Atlético, que buscaba un futbolista de calidad técnica que pudiese jugar tanto por dentro como abierto en la banda, se dieron cuenta. Faltos de futbolistas así, en el verano de 2010 llegó de la mano de Diego Ribas y Radamel Falcao. Ya sólo queda él.

La llegada al Manzanares de Turan no llenó de satisfacción a la hinchada rojiblanca. Quizás por el desconocimiento que tenían de un hombre que ya había estado en la órbita del Atlético o por la desilusión por la marcha de Sergio Agüero.

Sea como fuere, desde el primer balón que tocó en el verde del Vicente Calderón se vislumbró un jugador diferente de los que en el club estaban acostumbrados a ver. Balón pegado al pie, toque rápido y regates en baldosas. Arda se metió a la grada y a sus compañeros en el bolsillo, además, por el sacrificio que ha hecho en su juego. Con un físico que no es su fuerte, se desvive tanto en ataque como en defensa, ayudando siempre al lateral de su banda, que generalmente es Filipe Luis.

En su primera temporada, el juego no pasaba tanto por sus botas, ya que su posición en el campo se orientaba exclusivamente a la banda, dejando llevar el peso del juego a Diego Ribas. Pero con la marcha del brasileño de vuelta al Wolfsburgo dio un paso al frente en su contribución al equipo. Es difícil saber su lugar exacto dentro de una cancha, porque aunque en un esquema aparezca en la banda izquierda, su tendencia es la de irse hacia el centro para juntarse con Koke o Diego Costa y así abrir el carril para el lateral.

Tan sólo ha marcado 10 goles en 86 partidos vestido de rojiblanco, pero su presencia en un partido de fútbol es bastante superior a su capacidad anotadora, que, sin duda, deberá mejorar.

Salvo eso, Arda es fundamental para sus compañeros, ya que se nota tanto cuando está en el campo como cuando no está. Porque cuando el turco desaparece del terreno de juego, el fútbol de los de Simeone se vuelve más estático, más previsible, más pobre. Todo lo contrario ocurre cuando el ‘10’ contacta con la pelota. Un pase entre líneas, un eslalon, una pared. Lee los partidos mejor que nadie en la plantilla. Sabe dar la pausa necesaria cuando el Atlético de Madrid lo necesita –como se pudo ver en un Atlético de Madrid – Celta (1-0) en el que ofreció una lección magistral de cómo sostener un resultado con la posesión del balón–. El equipo mejora con él dentro, y eso lo saben todos.

Como si de una máquina expendedora se tratase, todos los ojos iban para el peluche con forma de tigre y nombre de telenovela. Pero sin ese enganche, ese muñeco nunca saldría de la cristalera. Ese enganche es Arda Turan. Un futbolista de los que calan en el Calderón. Técnico y luchador. Jamás se le verá salir de un terreno de juego sin la camiseta sudada. Porque no tendrá el físico, pero tiene la ambición. Y eso, a orillas del Manzanares enamora. Sin dejarse embriagar por ofertas desde la Premier League ni por la suculenta cantidad de euros del Mónaco, Arda Turan tiene muy claro dónde quiere triunfar. Es la pasión turca. Y es una pieza clave en este nuevo Atlético.

* Imanol Echegaray García.

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– Foto: Ángel Gutiérrez (Atlético de Madrid)