1.- Sin balón, no hay anestesia; sin anestesia, hay rival. El Barça lo quiso, pero no pudo administrarlo. Pese a las rotaciones, la activación no era suficiente y el Barça sufrió para dominar a lo largo del partido. 25 minutos de intenso dolor, de repliegue constante, de pérdidas comprometidas y dominio maño a partir de presión -mucha-, robo y transición. Fórmula mecánicamente imposible de mantener 90 minutos en cuanto a físico se refiere, amén del corazón que está demostrando el equipo.
2.- Brillante puesta en escena maña. Nivel sobresaliente de activación mental y física. Ejecución de presión alta a partir de la recepción de Keita (desaparecido en la construcción). Consecuencia: ahoga la salida limpia del Barça impidiendo recepción por el centro y frena con superioridades cuando el balón cae a banda. Maniobra excepcional de Jiménez, que plantó a su equipo con 4-4-2 de manual. Los primeros 25 minutos sirven para explicar por qué el Zaragoza posee esta inercia ganadora. Intrínseca al carácter que le ha aportado Jiménez.
3.- Ni Thiago es Xavi, ni Keita es Busquets, pese a intentar estar hoy disfrazados posicionalmente de ellos. Ambos superados por una presión rival sofocante en cuanto se hacía posible una recepción. Keita necesita más de un toque para iniciar a el juego y la claridad para iniciar no es su don. Thiago no recordará esta temporada como la del despegue de su juego. Aunque habrá que valorar su crecimiento mental con el tiempo. Cesc sostuvo la primera línea de tres y fue creciendo. Y Messi, en todas partes.
4.- Sin Busquets-Xavi-Iniesta y con rival sobreexcitado, no hay dominio claro del balón. El partido pasa a ser batalla directa, uno contra otro. Golpe va, golpe viene. Un defecto que acumula varias semanas el equipo de Pep (pese a parecer mental): dejar que el rival exponga sus argumentos con y sin balón. Los de Jiménez, ordenados, recuperaban el balón y disparaban transiciones con dos pletóricos Aranda y Lafita. El primero, con excelsas maniobras de fijación merced a su trabajo de espaldas; el segundo, insertado como nexo entre delantera y mediocampo. Ambos, inmensos, superaban en intensidad y lectura a dos líneas del Barça.
5.- Llega el gol del Zaragoza. Justo premio a tan alta cantidad y calidad de argumentos expuestos, pero Roberto le concede a la salida de un córner un balón a Puyol. Y los equipos grandes tienen esto: media ocasión y gol. Tras el gol, no hay reacción. Es un golpe duro, frío. Y llega el segundo. Facilitado por una mala transición defensa-ataque, que permite 1vs1 de Messi contra Da Silva. Con algo de suerte consigue dominar el balón, finta mágicamente a derecha, sale hacia su izquierda y define de matrícula ante Roberto. Gancho frontal a un púgil que, moralmente se sentía vencedor, pero al que los puntos, su mayor necesidad, se le estaban escapando.
6.- La expulsión de Abraham no menoscaba la fe del Zaragoza a la vuelta del descanso. Es Obradovic el que ocupa el carril izquierdo y Lafita, con tendencia interior, delante de él. De nuevo, exhibición de corazón. Con menos fútbol y ofreciendo más espacios. Así, hasta el punto de inflexión: Busquets. El jugador de perfil, la serenidad, el dominio del espacio-tiempo. Jugador paradigma de un comentario de Cruyff: «Al fútbol se juega con el cerebro«. Un eje para calibrar y un malabarista, Messi, para sentenciar.
y 7.- Pep mueve fichas en torno al argentino. Cesc se acerca para que Pedro ocupe la izquierda y Alexis, la derecha. El campo ensanchado con más espacios para que Diego… perdón, Leo (hablando de dioses del balón poco importa el nombre) se adueñe de la imaginación, abrace el balón e invente. El Zaragoza percutía con la escasa fuerza que le restaba, pero quedó anestesiado ante el dúo decisivo de hoy. La pausa y el vértigo. Leo y Sergio.
– Foto: Miguel Ruiz (FC Barcelona)
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