Andreu Casadevall (Santa Coloma de Gramenet, 1962) es un entrenador que transmite seguridad en cada palabra. La confianza en las cosas bien hechas. Han pasado más de cinco años desde aquel mes de noviembre del 2007 en el que llegó al Autocid con la misión de salvar la categoría. Hace tiempo que ese objetivo se quedó pequeño para el club burgalés. Después de disputar dos finales de LEB Oro y de conquistar la Copa Príncipe, solo el ascenso a la ACB es capaz de colmar las expectativas de directiva, jugadores y afición. También las suyas, claro. El sueño está más cerca que nunca. Basta con una victoria en casa este viernes ante el River Andorra.
Pregunta.- A estas alturas, es evidente que la única posibilidad de acabar la temporada satisfechos es con el ascenso bajo el brazo.
Respuesta.- (Reflexiona un instante) Sí, por muchas razones. Mi hija ya ha visto un ascenso, pero tenía seis años e igual ni se acuerda. Mi hijo no ha visto ninguno todavía. Mi mujer ha vivido dos (Llíria en 1991 y Lucentum en el 2000). Sobre todo sería un regalo para ellos, por el sacrificio que estamos haciendo, pero también para la afición y nuestra directiva, que está realizando un gran esfuerzo.
P.- ¿Eso significa que permanecer un año más en la Adecco Oro sería un fracaso?
R.- No. Si nos lo tomamos así, mal vamos. Esto es deporte. El deporte hay que tomárselo tal y como viene. Igual los que estamos aquí pensamos que puede ser un fracaso, pero cuando uno da todo lo que puede y hace todo lo que debe, no tiene que sentirse culpable de nada.
P.- Como técnico, más allá del segundo puesto en la liga regular, ¿qué balance hace de la temporada?
R.- El balance hasta el momento es bueno. Sabíamos que íbamos a sufrir bajones, porque no tuvimos prácticamente pretemporada y eso se paga a la larga. Somos difíciles de ganar si mantenemos un rendimiento constante, pero es muy complicado ser regular durante todas las jornadas. Eso sí, nosotros hemos mejorado en las últimas semanas. Poco a poco hemos recuperado la confianza en nuestro juego.
P.- Hablando de bajones, ¿qué funciona mejor en un vestuario después de una derrota inesperada? ¿Las broncas o los ánimos?
R.- Depende de cómo sea ese vestuario. En nuestro equipo no es necesario meter muchas broncas, aunque evidentemente los entrenadores nos enfadamos porque siempre queremos ganar. Los jugadores del Autocid son los primeros que sienten las derrotas, porque este es un conjunto que sabe lo que quiere y sabe a lo que va. Reconocemos los errores y trabajamos duro para corregirlos. Hay derrotas que duelen, como la de Ourense, un partido en el que quizá pagamos el estar más pendientes de lo que hacía Andorra que de nosotros.
P.- Este año Autocid no cuenta con tantas individualidades como el año pasado. El referente del equipo es Luke Sikma, que aún es joven.
R.- Luke es un jugador joven con cabeza de veterano. Es bastante difícil encontrar un chico a sus años con esa capacidad de aprender y, sobre todo, de saber estar dentro de la pista. Por otro lado, Autocid cuenta con muchos jugadores que, en un momento dado, pueden asumir responsabilidades. Jeff Xavier tiene un rol de anotador y ha sabido responder, al margen de que tenga partidos menos buenos, como le pasa a Navarro, a Rudy o a cualquiera. Pero si Jeff falla un día, tenemos a Isaac (López), a Alberto (Miguel) o a otros jugadores.
P.- Precisamente, en un repaso a las estadísticas del equipo, llama mucho la atención el reparto de la producción ofensiva. El máximo anotador, Jeff Xavier, promedia 13,04 puntos.
R.- Esa es la clave del juego en equipo. El que, como Jeff, sabe que tiene facilidad para anotar, también sabe que tiene capacidad para asistir. Los adversarios están muy pendientes de los jugadores que más anotan. Si ellos, cuando son presionados, asisten a otros compañeros, luego se volverán a encontrar solos. Si fuerzan y fuerzan las acciones, ni anotan ellos ni suman sus compañeros. Jeff tiene mérito. Anota lo mismo o más que en otras temporadas que ha estado en España, pero jugando menos minutos.
P.- Hasta ahora, Autocid ha metido más puntos y ha encajado menos que el River Andorra. Además, le ha vencido en la liga y en la Copa Príncipe. Sin embargo, está por detrás en la clasificación, en parte por dejar escapar algunos partidos que parecían amarrados. ¿Esas lagunas de concentración en momentos clave de determinados duelos son el principal handicap del grupo?
R.- Bueno, ha habido momentos en los que hemos sido capaces de ampliar las diferencias a muchos puntos, como contra Coruña o Navarra. Luego ha habido otras circunstancias en las que lo hemos pasado mal, con pérdidas de balón y fallos en tiros libres. Ante eso, hay que aprender a proteger las ventajas, sin precipitarse tanto, jugando más en equipo. Esa es una de las cosas que trabajamos, pero hay veces que, por mucho que expliques las cosas, el jugador no lo ve en ese instante, o pierde un balón, o se precipita en un tiro. Pienso que vamos madurando en ese sentido. Tenemos un equipo compensado entre juego interior y exterior, aunque, desde las posiciones de perímetro, no penetramos tanto como Andorra. Nosotros contamos con más tiradores que penetradores.
P.- Este año se ha hablado mucho del ascenso, pero también de los requisitos para competir en ACB. Tras los intentos fallidos de temporadas anteriores, ¿les asusta la posibilidad de conseguir el ascenso para luego no poder disputar la Liga Endesa por cuestiones económicas?
R.- No, a mí lo único que me da miedo es no conseguir ilusionar a la gente. Mi principal objetivo desde que he llegado aquí ha sido intentar hacer equipos que pudiesen luchar por todo. No es fácil estar cinco años en el candelero con mejores o peores plantillas. Lo único que nos tiene que asustar es perder un partido o jugar mal. Por lo demás, si trabajamos bien, tendremos el premio del ascenso. Si no, lo tendrá otro.
P.- ¿Se sienten en deuda con la afición por las ocasiones de ascender perdidas?
R.- En deuda se siente el que no lo ha dado todo. El que ha peleado al cien por cien para conseguir un objetivo no tiene por qué sentirse en deuda. La afición sabe perfectamente que lo hemos dado todo. La pena fue el año pasado. Entre las lesiones y que algunos no estuvieron finos perdimos el primer playoff (contra Cáceres en cuartos de final).
P.- ¿Cómo fue posible esa eliminación? Autocid era claro favorito.
R.- Se explica igual que la derrota de Melilla contra nosotros cuando parecía que iban a ascender (semifinales, 2009-2010), o que el palo que se llevó Cáceres cuando le eliminamos hace tres temporadas (cuartos de final, 2009-2010). Esto es baloncesto. Cuando una pieza fundamental como Dani (López) no está, te rompe las rotaciones y los roles. Nosotros nunca hemos dispuesto de tres bases. Asimismo, el equipo notó mucho que su jugador franquicia no llegó bien.
P.- Hablamos de Darren Phillip.
R.- Sí. Son factores que los equipos contrarios buscan y castigan. En el primer partido que jugamos contra Cáceres, en El Plantío, les barrimos. Pero sabíamos que en el segundo choque podían hincar el diente a los defectos que teníamos, y así lo hicieron.
P.- ¿Cuáles son las cualidades que más valora un jugador en un entrenador?
R.- Depende. Hay jugadores que nunca están contentos con el entrenador y otros que son muy agradecidos. He tenido de todo. Si el jugador se siente útil en el campo y ve que el entrenador es justo e intenta ayudarle en los momentos difíciles, suele estar satisfecho. También va en función de los minutos con los que cuente.
P.- ¿El vestuario de Autocid es fácil de manejar?
R.- Intentamos que lo sea. Desde que llegué aquí me he obsesionado con tener unos capitanes que controlen a la plantilla. Nunca hemos tenido vestuarios complicados. Como mucho, hemos tenido vestuarios con jugadores que hacían piña por su lado y no estaban tanto con el grupo. Esto sucedió el año pasado, con el grupo de los americanos. Este curso pasa lo contrario. Todos van a una y saben decirse las cosas a la cara.
P.- ¿Ha dirigido a jugadores rebeldes?
R.- Sí, sí. He tenido jugadores complicados y conflictivos. De todo.
P.- ¿Cuál es la clave para tratarles?
R.- Depende de a quién tengas al lado. Si trabajas mano a mano con el secretario técnico o el gerente, puedes llevarlo bien. He tenido algún jugador que no venía a entrenar una mañana y luego me enteraba de que había dormido en el calabozo por montar juergas (sonríe).
P.- Me imagino que no puede decir nombres.
R.- No, nombres no voy a decir. De todas formas, antes había más jugadores conflictivos que ahora. Hace años, varios extranjeros que llegaban aquí pensaban que esto era un circo. Ahora se han dado cuenta de que España, después de Estados Unidos, tiene la mejor liga. También podría decirse que, en cuanto a trabajo, estamos muy por encima de muchas universidades y lugares de Estados Unidos. Si no, no tendríamos tantos jugadores que marchan a la NBA.
P.- ¿En qué entrenadores se fija más o se siente reflejado?
R.- Hay muchos. En su momento, Aíto (García Reneses) fue una de las personas que más innovó y aportó al baloncesto español, como Antonio Díaz Miguel. Con Aíto he podido convivir en algunos campus y en distintas ocasiones. Es un libro abierto. Luego hay otros técnicos destacados, algunos más jóvenes que yo o de mi misma edad, como Pedro Martínez o Xavi Pascual, que ha hecho un enorme trabajo en Barcelona. Un entrenador siempre debe estar dispuesto a aprender de todo el mundo, no solo de los grandes o los que están arriba. Muchas veces, cuando veo cómo entrenan a mi hijo, contemplo ejercicios que puedo aplicar, a otro nivel, en mi equipo.
P.- ¿Es usted un entrenador que quiere imponer su libro de estilo a toda costa? ¿O intenta adaptarse a las características de los jugadores con los que cuenta cada temporada?
R.- Un poco de cada. Sobre todo en defensa intento guiarme por la libreta. Después veo lo que puedo hacer en función de los jugadores. Este año, táctica y defensivamente, podemos desarrollar muchas más cosas que el curso pasado. La temporada anterior se decía a veces que por qué no defendía en zona. Este año realizamos más variantes. En ataque intento adaptarme a los jugadores, hacer que se sientan cómodos y útiles, aunque, como es lógico, unos tiran más a canasta que otros. Lo que sí me gusta respecto al juego ofensivo, y esto es una norma generalizada, es atacar con ritmo e intentar que participen todos.
P.- ¿Qué importa más para Andreu Casadevall? ¿La pizarra o el aspecto emocional del equipo?
R.- Las dos. El trabajo psicológico es una pieza fundamental del deporte, no solo en el baloncesto. Conseguir que un vestuario esté unido y crea en lo que haces es importante, porque si no la pizarra no funciona. Una cosa se relaciona con la otra.
P.- Tiene mucho carácter y lo sabe transmitir a los jugadores. ¿Se nace con esa personalidad o se va forjando con el tiempo?
R.- (Piensa un momento y suspira) Yo pienso que la tienes que tener, porque cuesta hacerse con ella. Cada uno es como es. Hay entrenadores que no gritan y tienen la misma capacidad para poder dirigir. Hay otros que a lo mejor chillan mucho y no transmiten tanto. Lo importante es que cada miembro del vestuario sepa cómo es el entrenador y que el entrenador no diga un día una cosa y otro día otra. Al principio de la temporada intento asignar un rol a cada jugador y luego voy hablando con ellos durante el año. Si le dejas al jugador las cosas claras, él las comprende mejor y sabe lo que tiene que hacer.
P.- Grita mucho durante los partidos. ¿Los jugadores hacen caso sobre la marcha¿ ¿O tiene que esperar al tiempo muerto porque con el ruido ambiental apenas se le escucha?
R.- Es curioso, porque aunque la gente esté gritando y silbando, puedo comunicarme con un jugador desde la otra esquina de la pista. Estás tan centrado que a veces ni oyes los gritos.
P.- Su familia vive lejos, en Llíria (Valencia). ¿Cómo ha gestionado durante estos años esa separación física?
R.- Es difícil de gestionar.
P.- Supongo que por las dos partes.
R.- Lo que hago, y es un esfuerzo monumental, más que perder siete partidos seguidos, es bajar todo lo que puedo a Valencia para estar con ellos. Intento, por todos los medios, viajar ahí al menos tres veces al mes. En estas últimas temporadas he bajado cuatro veces al mes, porque no jugábamos entre semana. Cuando fiché por Autocid en el 2007, mi hija Aitana tenía 12 años y mi hijo Andreu 7. Ahora Aitana tiene 17 y Andreu 12. Me he perdido su día a día durante 7-8 meses de competición cada año. Además, soy una persona muy familiar. Esta situación es mucho más dura de lo que la gente se cree.
P.- Esta situación compleja evidencia el gran aprecio que siente por la ciudad y el club.
R.- Evidentemente estoy a gusto en el club y en la ciudad. También con la afición. Si estuviese en otro equipo, igual no podría bajar a ver a mi familia tan a menudo. Me hubiera gustado tener a mi mujer e hijos conmigo, pero empezó la crisis y hoy en día no se pueden dejar los trabajos. Además, con los niños tan mayores es muy difícil cambiar de colegio. Ellos han venido durante 15 años conmigo, con las maletas detrás, de un sitio para otro. Ahora me toca a mí hacer ese esfuerzo.
P.- Si le pido que elija un momento de sus más de cinco años en Burgos, ¿con cuál se queda?
R.- (Piensa unos segundos) Me quedo con la victoria en la Copa Príncipe (73-67 ante el River Andorra). La afición tenía ganas de celebrar algo, más con los tiempos que corren. Fue una alegría ver a la gente tan ilusionada. También recuerdo el partido que ganamos en Andorra, que nos dio la opción de poder jugar en Burgos la final de la Copa Príncipe, y, sobre todo, me quedo con la final que disputamos contra Menorca (2010). En ese momento alcanzamos un nivel muy, muy alto. Quizás la mala suerte (Chris Hernández se lesionó de gravedad en el tercer encuentro de la serie) nos privó de ganar a Menorca y subir a la ACB.
P.- ¿Y para lo malo?
R.- Pienso en el curso pasado, sin duda. También en las cinco derrotas consecutivas, de las que nadie se acuerda, que tuvimos el año que jugamos la final contra el Menorca. Fueron a principio de temporada y pesaron mucho.
P.- ¿El ascenso a la Liga Endesa se ha convertido en una obsesión personal?
R.- No, no tengo obsesión con ese tema. Mi única obsesión es que el equipo trabaje bien. Creo que con trabajo y un poco de suerte con las lesiones al final acabas teniendo frutos. Intento que los jugadores tampoco se obsesionen con el ascenso, porque las obsesiones matan. Tenemos que jugar sueltos, libres. Es difícil, porque en estos momentos, también en la prensa, todo el mundo habla de la posibilidad de subir de categoría.
* Javier Brizuela es periodista y filósofo.
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– Fotos: Ignacio López – Diario de Burgos
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