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Los tiempos actuales de Carlo Ancelotti se miden en meses: se tomó doce meses de descanso; figura el primero de una lista de espera desde hace dos meses; y tiene nueva misión para dentro de seis meses. Ancelotti es, sobre una persona afable, dialogante y hábil, un magnífico entrenador de perfil “administrador”. De él no pueden esperarse grandes construcciones ideológicas plasmadas en un equipo de fútbol ni propuestas novedosas o imaginativas.
En su libro “Mi árbol de Navidad”, el propio Ancelotti define con rotundidad sus características. Se desnuda ante el espejo y lo que vemos es un entrenador con gran capacidad de adaptación al hábitat en el que se mueve. Ancelotti está igualado con Sir Alex Ferguson y Pep Guardiola como entrenador europeo con más títulos internacionales mayores (8) de la historia, lo que merece algunas reflexiones sobre el técnico italiano.
En primer lugar, los datos. Para sumar estos ocho títulos internacionales, Ancelotti necesitó la mitad de tiempo que Ferguson: 17 temporadas como entrenador (en Primera División) frente a 35 del escocés, aunque precisó el triple de tiempo que Guardiola, que los ha acumulado en sus primeras seis temporadas en el banquillo. Ancelotti es quien más trofeos de Champions League posee (3, por dos de sus dos colegas), los mismos que Bob Paisley, el entrenador del legendario Liverpool de finales de los años 70. A la vista del palmarés y las cifras de Van Gaal (5 títulos mayores) y Mourinho (3), a corto plazo solo Ancelotti y Guardiola parecen en condiciones de superar los diez títulos internacionales mayores, en lo que se antoja como un pulso de gran relieve entre ambos en los próximos años.
Si en el ámbito internacional Ancelotti ha igualado a dos entrenadores extraordinarios, incluso superándoles en número de Copas de Europa, en las competiciones nacionales presenta un menor palmarés: ha ganado ocho trofeos en sus 17 temporadas, mientras que Ferguson atesora 42 en sus 35 temporadas y Guardiola ya suma 11 en seis temporadas. Las ligas son su asignatura pendiente: Ancelotti suma tres en toda su carrera (una con Milan, otra con Chelsea y la tercera con PSG), por 17 logradas por Ferguson entre Escocia e Inglaterra y las cinco que acumula Guardiola entre Barça y Bayern, camino de su sexta.
Tras los datos, los conceptos. “Hoy en día, en que, con frecuencia, las situaciones económicas y comerciales imponen unas decisiones que van más allá de las exigencias estrictamente técnicas, el entrenador es la figura que emplea todos sus conocimientos para adaptar”. Así empieza, desde el prólogo, la definición que Ancelotti hace del entrenador actual o, lo que es igual, de sí mismo. Ancelotti se define como un “instrumento de adaptación”. A lo largo del mencionado libro (en la práctica, su autobiografía táctica), el entrenador italiano reitera abundantemente la idea de la adaptación al hábitat. Ya sea para hablar de Berlusconi (evita hacerlo con igual franqueza de sus presidentes más recientes) o para hacerlo del propio entorno próximo del club, Ancelotti declina la palabra “adaptación” en todas sus variantes. Por ejemplo, al escribir sobre el Chelsea repite: “Se trata de una relación profesional muy importante que exige al técnico una gran capacidad de integración y adaptación positiva”.
Y sin la menor duda este es el rasgo que define con mayor evidencia a Ancelotti: su adaptabilidad al entorno, su maleabilidad.
El libro manifiesta de forma palpable que Ancelotti posee una capacidad casi camaleónica para comprender dónde está, quién le preside, cómo son las relaciones de fuerza internas en el vestuario y qué resulta más conveniente para cada ocasión. Es una virtud poderosa la que tiene. En su libro se evidencia que detrás de Ancelotti no existe una contundente fuerza ideológica en materia futbolística, como podría ser el caso de Arrigo Sacchi o Pep Guardiola, sino una formidable habilidad para adaptarse al nuevo hábitat.
Él mismo narra su evolución desde el Milan Lab y la obsesión por la constante evaluación de las cargas (con mención notable, y algo arcaica, al trabajo sobre arena) hasta el enfoque integrado del entrenamiento que empieza a practicar a su llegada al Chelsea. Detalla su abandono del módulo 4-4-2, sacrosanto en sus inicios, por el 4-3-2-1 (el “Árbol de Navidad”) y todas las variantes que sean necesarias para adaptarse a las nuevas realidades que enfrenta. No sería anecdótico, ni mucho menos, en este sentido, cómo acertó a adaptarse en 2014 a las lesiones de Cristiano Ronaldo o Gareth Bale para encontrar el 4-4-2 que tanto le ayudó a ganar la Copa del Rey y la Champions aquel año. Como él mismo escribe: “Esto es lo que entiendo por flexibilidad de pensamiento: aun teniendo su punto de vista táctico, es necesario que el entrenador valore siempre la posibilidad de una adaptación sobre la marcha del sistema de juego”.
Es destacable definir a Ancelotti y su adaptabilidad como una característica beneficiosa y positiva en el fútbol actual. Una gran certeza es que la inteligencia emocional del entrenador es, hoy en día, un activo formidable.
Otra idea:
En el fútbol no hay nada garantizado, pero toda situación se analiza para extraer apuntes de crecimiento personal.
Es una idea recurrente en Ancelotti, que le caracteriza y define uno de sus grandes valores: la capacidad de aprender de los errores para corregirlos en el futuro. Él siempre recuerda el Liverpool-Milan, aquella final histórica de Champions que concluyó con victoria del equipo de Rafa Benítez tras remontar una ventaja de tres goles que, al descanso, poseía el conjunto entrenado por Ancelotti. En lugar de convertir dicho recuerdo en una pesadilla, el técnico italiano lo empleó para corregirse:
“Ahora, revisándolo a la luz de un análisis táctico más sereno, podría también decir que quizás habríamos debido gestionar mejor el cambio de nuestros rivales (…) Estoy pensando en una intervención a medio camino entre la intervención táctica auténtica y la mental. En el desarrollo de un partido, sucede que el resultado y la evidente supremacía de juego atenúan la comprensión de microseñales negativas y hacen que un cambio imperceptible, pero constante, no se revise adecuadamente (…) Es verdad que, en Estambul, todo sucedió en seis minutos y, por lo tanto, en un tiempo que dejó poco margen de intervención y reflexión: pero considero que, justo por eso, es aún más importante afinar la percepción del cambio (…) Esta consideración (…) la considero importante porque, posteriormente en mi carrera, me ha llevado a reforzar mis intervenciones y a orientar las situaciones en su nacimiento”.
Aquí tenemos a un Ancelotti autocrítico, lo que es poco corriente entre los entrenadores modernos, a los que se valora más por el exabrupto o la afirmación contundente que por el espíritu de análisis de sus errores y el aprendizaje de los mismos con el fin de correcciones ulteriores. La autocrítica es muy demandada por periodistas y aficionados, pero está muy mal vista.
Ancelotti ha dirigido equipos presididos por personalidades singulares: el AC Milan de Silvio Berlusconi, el Chelsea de Roman Abramovich, el PSG del jeque Nasser Al-Khelaïfi y el Real Madrid de Florentino Pérez. Nadie sin una elevada capacidad diplomática y una genuina habilidad para las fintas habría podido sobrevivir tanto tiempo a personalidades tan dominantes. Al respecto, es interesante recordar cómo lo describe el propio Ancelotti, en referencia a sus cenas con Berlusconi:
“En Milanello, en las míticas cenas previas a los partidos, se hablaba de todo, incluso de las decisiones técnicas, sin que ello implicase ningún tipo de sugerencia o intromisiones. Como conté ya en (el libro) ‘Preferisco la Coppa’, la formación la hice siempre yo, pese a que en ciertas ocasiones el presidente me preguntó la razón de una exclusión, sobre todo cuando se trataba de uno de sus jugadores preferidos”.
Ancelotti detalla en su libro un criterio interesante sobre el modelo de juego y su aplicación en función de los jugadores disponibles, aunque es un criterio que admitiría un interesante debate al respecto:
“Cuando entrena a jugadores importantes, por no hablar de campeones, el entrenador debe tener presente la necesidad de ser dúctil y de crear la situación ideal para que dichos jugadores se puedan aprovechar al máximo. ¡No hay otro camino! Es erróneo concentrarse en un sistema de juego que se considera ideal; lo que debe hacer el entrenador es crear un sistema que se amolde a las características de los jugadores que tiene a su disposición y en el cual estos se sientan cómodos (…) Una sugerencia: cuando disponemos de tantos jugadores destacados, lo primero que debemos hacer es evitar una actitud ‘integralista’ e intemperante, porque a la larga eso se puede convertir en un factor que disgregue el grupo”.
En este sentido, su perfil es rotundamente administrador-gestor, no arquitecto-constructor. Por dicha razón, Ancelotti es mucho más idóneo para administrar una rica herencia táctica que para crearla a partir de cero. Para ser el sucesor de.
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