Otro Mundial, otra vez la misma historia. Turquía vuelve a quedarse fuera. Todo pareció cambiar en aquel 2002, pero en cuanto a citas mundialistas se refiere, Turquía no ha vuelto ni siquiera a tener la oportunidad de jugar la fase final. En la clasificación posterior a aquel éxtasis en Corea y Japón, los turcos fueron a la repesca con un triste final ante Suiza que además de con la eliminación terminó con un lamentable espectáculo de golpes a la entrada del túnel de vestuarios. Cuatro años más tarde, los turcos tampoco obtuvieron el pasaporte para el primer campeonato mundial celebrado en África; su fase de clasificación no les llegó ni para disputar la repesca. Ahora se repite la misma historia: llegamos al final de la fase clasificatoria y Turquía no aparece entre las elegidas. El fracaso vuelve a hacer acto de presencia en el país otomano.
Y nada mejor ahora que volver la vista atrás para no volver a caer en los mismos errores. Es tiempo de reflexión y hay mucho que repasar para que la próxima vez estas líneas sean contando, por fin, la vuelta del equipo turco a la Copa Mundial de la FIFA.
Hay que partir de la base de que la selección venía ya de otro importante fracaso tras no conseguir clasificarse para la Eurocopa de Ucrania y Polonia. En esta ocasión, los turcos llegaron a la repesca, donde fueron fulminados en su propio territorio por Croacia con un contundente 0-3, un resultado que dejó todo sentenciado para la vuelta en suelo croata, en donde un empate sin goles dejó atrás algo más que una fase de clasificación. En ese momento terminó el ciclo de Guus Hiddink al mando de la selección y para relevarlo se le confió el poder a un joven entrenador con éxitos en categorías inferiores como Abdullah Avci. Con su llegada se iba a producir también un cambio generacional en lo que sería el corazón de la selección. Ahora serían jugadores como Arda Turan, Nuri Sahin o Burak Yilmaz los llamados a llevar los galones junto a los últimos jugadores de la generación anterior como Volkan Demirel o Emre Belozoglu.
Parecía que no iba a comenzar mal esta etapa, ya que los primeros resultados en los amistosos, que hacían de puente entre el fin de la repesca para la Eurocopa y la fase clasificatoria para Brasil’14, no fueron nada malos, incluyendo una victoria en suelo portugués.
Después llegaría la hora de la verdad, en un grupo en el que le tocó jugar frente a los Países Bajos, Rumanía, Hungría, Estonia y Andorra. No parecía que a los turcos les debiese costar demasiado asegurar al menos la plaza de repesca, e incluso los más atrevidos soñaban con disputarle a los neerlandeses el pasaporte directo a Brasil. Les tocó debutar ante la más fuerte y en su territorio, en donde la selección naranja logró un 2-0 ante una selección turca que a pesar de tener buenas oportunidades nunca dio la impresión de querer ir realmente a por el partido. En el siguiente encuentro, los turcos recibieron a Estonia, a los que se les ganó prácticamente por inercia con un 3-0. El gran problema llegó en octubre del 2012, cuando Turquía recibió a Rumanía y viajó a Hungría, los mayores rivales por la plaza de la repesca. Y pasó lo peor: Turquía perdió ambos partidos. Muchas lesiones, jugadores que no dieron la talla y mal juego fueron las excusas, pero lo cierto es que a Avci se le comenzaba ya a mirar con lupa, y no sin razón. La siguiente jornada internacional les llevó al partido trampa en Andorra, en donde se presupone siempre una victoria, pero no de cualquier manera. Finalmente Turquía ganó por un corto 0-2, y le tocaba recibir a Hungría, con la que empataron a uno.
Se produjo entonces una crisis en toda regla en Turquía Ya llevaban más de la mitad de los partidos y la distancia con la segunda plaza era muy grande. Iba a ser un verano largo para Avci, ya que hasta septiembre no se reanudaría la competición, pero antes había que jugar varios amistosos que terminaron enterrando todo el crédito que le quedaba. La estocada final se produjo cuando Turquía recibió a Ghana y se dejó remontar un 2-0 con doblete de Gyan. En definitiva, nerviosismo y movimientos en la federación que terminaron con el mandato de Avci.
Sonaron varios nombres, la mayoría con experiencia, para intentar retomar el vuelo, pero finalmente sería elegido el mítico Fatih Terim, el técnico que clasificó por primera vez a la selección para una Eurocopa (Inglaterra’96) y consiguió llegar a las semifinales en Austria y Suiza en el 2008. De momento, el veterano técnico compaginaría este cargo con el de entrenador del Galatasaray, algo que se acabó poco después. En su primera jornada, la selección de Terim recibió a Andorra y viajó a Rumanía. No sólo consiguió los seis puntos en juego, además Terim terminó con todos los debates y sombras de Avci. Se acabó el no saber a qué se jugaba, impuso un esquema táctico fijo (1-4-4-2) y dotó a los jugadores de una gran confianza. La afición recobró la ilusión y volvió la unión entre todas las partes para intentar conseguir el milagro de ir a la repesca.
Un mes después llegó el último par de partidos. Los rivales, Estonia y Países Bajos. Turquía consiguió una gran victoria en territorio estonio que le valía para llegar a la última jornada dependiendo de sí mismo, salvo carambola goleadora en favor de Rumanía en su partido ante Estonia.
Todas las ilusiones estaban en el Sukru Saracoglu para recibir a unos Países Bajos que habían aplastado a sus rivales en la clasificación. La prensa más fanática ya sacaba portadas de Fatih Terim exprimiendo naranjas, el país volvía a concienciarse para animar a su selección y, además, mucho se confiaba en que la selección de los neerlandeses Kuyt y Sneijder, casi adoptados ya por los turcos, no tuviera su mejor día. Pero no fue precisamente así. No fueron los Países Bajos los que no tuvieron su día, no. Todo salió del revés cuando muy pronto Robben marcó el 0-1 y nada más comenzar la segunda mitad Sneijder hizo el 0-2. A todo turco se le venía ahora a la mente sus grandes gestas del pasado, pero no, ya no estaba Nihat Kahveci para perseguir el balón hasta la extenuación y marcar con calidad, ya no estaban Alpay Ozalan y Bulent Korkmaz para gritar desde la defensa y, a buen seguro, evitar esa internada de Sneijder de cualquier manera: no estaban tampoco Hakan Sukur e Ilhan Mansiz para marcar con sus grandes asociaciones; ni Hasan Sas para levantar al equipo a base de goles y casta, ni Umit Davala con sus internadas; no, ya no, ahora les tocaba escarmentar a esta generación de jugadores dotados de una gran calidad técnica pero faltos de esa entrega y furia que les sobraba a sus antecesores.
Turquía necesitaba ganar y perdió, perdió el partido y la oportunidad de ir a Brasil. Pero ganó algo: la experiencia que esto supone, sobre todo porque ahora les pasó con Fatih Terim, y a buen seguro que El Emperador no desaprovechará este sentimiento agrio en sus jugadores para convertirlo en la furia que necesitan para no faltar al próximo gran evento: la Eurocopa de Francia en el 2016.
* Manuel Troncoso.
– Foto: AFP
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