La final de la Copa América, más allá de los aspectos emocionales (que no fueron pocos) nos proporciona una interesante materia para el análisis táctico. El desigual duelo entre Martino y Sampaoli evidenció lo que se llevaba intuyendo buena parte de la competición: una colección de individualidades talentosas no conforma necesariamente un conjunto funcional.
El conjunto del Tata sale al campo con un 1-4-3-3 como base. La línea defensiva la forman Rojo y Zabaleta en los laterales, con Otamendi y Demichelis en el centro de la zaga. Mascherano actúa de pivote, mientras que Biglia y Pastore ejercen de interiores. En el ataque Di María se situaba como extremo izquierdo, Messi como extremo derecho y el Kun en punta. Este sistema posicional difiere del sistema funcional que se hará realidad a lo largo del encuentro.
La diferencia más evidente es la asimetría en los laterales, debida a las diferencias entre Rojo y Zabaleta. Rojo deja a sus espaldas gran cantidad de espacios que obligan a Otamendi a extremar las coberturas, realizando un esfuerzo extra que terminará por acusarse en los últimos tramos del partido. Mientras tanto, en el centro del campo, Biglia y Mascherano ejercen de nexo de unión entre los bloques ofensivo y defensivo, convirtiendo el sistema funcional en un 1-4-2-3-1 en el que los mediapuntas argentinos gozan de total libertad y en que el Kun juega en punta.
A la hora de sacar el balón jugado Argentina apuesta por la salida lavolpiana pura, en la que Mascherano se incrusta entre los dos centrales, los laterales abren el campo a la altura de mediocentros y bien Pastore o bien Messi retrasan su posición a la altura de Biglia para ayudar a dar salida al balón. La presión que ejerce el equipo de Martino en posiciones defensivas es alta, variando tácticamente hacia un 1-2-3-4-1, pero es llevada a cabo de forma bastante anárquica, especialmente en las situaciones de presión tras pérdida. Pretende evitar que la salida de balón de Chile sea por el centro, obligando a que se ceda el balón a posiciones de lateral, en la que la subsiguiente presión de Rojo y Zabaleta, con la ayuda de los mediocentros, puedan forzar un robo buscando un contraataque rápido.
A lo largo del partido la propuesta argentina prácticamente no ha variado, ni siquiera al lesionarse Di Maria en el minuto 24. Los cambios que se produjeron fueron en todo momento de hombre por hombre, salvo tal vez la tardía entrada de Higuaín, que sirve para buscar balones más directos y de las espaldas chilenas gracias a los desmarques de ruptura.
Sampaoli propone un 1-4-4-2 en rombo como sistema posicional de inicio, ejerciendo en defensa Silva y Medel de centrales con el apoyo de Beausejour e Isla como laterales. En el centro del campo ocupa la posición de pivote Marcelo Díaz, mientras que Aranguiz y Vidal eran los interiores y Valdivia el enganche. La punta sigue reservada, como en gran parte de la competición, a Vargas y Alexis Sánchez. Este esquema lo podemos tomar como referencia para entender los constantes cambios de sistema que la selección chilena lleva a cabo en busca de transiciones efectivas.
El conjunto dirigido por Sampaoli lleva la variación táctica según fases del partido por bandera. La primera variante que podemos ver es el cambio de posición de Marcelo Díaz, que retrasa su posición en salida de balón para realizar la archiconocida salida lavolpiana en 1-3-5-2. Las subidas de Beausejour e Isla son constantes, y el encargado de realizar todos los desdoblamientos es Díaz, quedándose de central izquierdo o central derecho en función de la posición del balón.
Ante la constante presión argentina sobre Valdivia y Vidal, Aranguiz asume galones a la hora de sacar el balón jugado. Estos tres jugadores se intercambian posiciones constantemente, aunque Valdivia es el que goza de mayor libertad. En la delantera la mayor variable es la completa libertad de movimientos que disfruta Alexis, que pese a no hacer un partido especialmente acertado, aparece en todo tipo de posiciones dando ayudas. Vargas, mientras tanto, fija su posición entre los centrales argentinos, con el objetivo de finalizar jugadas con remates rápidos.
El plan chileno es el de sacar el balón desde el centro del campo con transiciones muy rápidas y una fortísima presión sobre el inicio de jugada argentino. Cuando el conjunto del Tata inicia la jugada se encuentra con que Chile ha formado un 1-2-4-4 en el que hay preparada una intensa línea de presión compuesta por Valdivia, Vargas, Vidal y Alexis. En ocasiones varía a un 1-2-5-3, al darse un descanso o bien Valdivia o bien Vargas.
Al verse superada la primera línea Chile compone un 1-3-5-2 en el que Marcelo Díaz se incrusta entre centrales, formando Valdivia, Vidal y Aranguiz el medio campo con Isla y Beausejour en los costados. Superada esta segunda variante y en posiciones de defensa más pura se coloca un 1-4-4-2 en las posiciones de partida iniciales o un 1-4-5-1 en el que Alexis retrasa su posición. La variante más puramente defensiva que podemos ver en las situaciones de mayor desventaja para Chile es un 1-5-4-1 en el que Marcelo Díaz forma como tercer central.
En la segunda parte Sanpaoli percibe el descenso del ritmo y apuesta por redoblar la intensidad de la presión. Quita a Valdivia para dar entrada a Matías Fernández, moviendo a Vidal a la posición de mediapunta, ganando en intensidad y llegada desde atrás. Con el paso de los minutos se apuesta por un nuevo cambio, entrando Henríquez por Vargas, mientras que Vidal y Alexis intercambian sus posiciones. Esta propuesta busca un juego más defensivo y contraataques rápidos, con Marcelo Díaz como pieza clave a la hora de modificar las variantes en el centro de la zaga, oscilando entre los ya comentados 1-4-5-1 y 1-5-4-1.
* Brais Acebal y Santiago Fernández.
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