"El modelo de juego es tan fuerte como el más débil de sus eslabones". Fran Cervera
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1.- La deliciosa película La vida es bella contiene una escena que reúne en pocos minutos lo que siente el espectador al verla completa y recordarla: una sonrisa regada de lágrimas. Guido (Roberto Benigni) se ofrece para traducir al militar nazi que va a explicar las reglas del campo de concentración, a pesar de no saber nada de alemán, para mantener viva la fantasía que cuenta a su hijo, Josué, y ocultarle la terrible realidad que viven. Le hace creer que todo es un juego en el que llorar o pedir comida resta puntos y esconderse de los guardias los permite sumar, con el premio de un carro blindado nuevo para el que alcance la cifra de mil. “¡Empieza el juego! ¡Quien no haya llegado ya no juega!”, improvisa ante las primeras instrucciones del carcelero. Quizá el momento más cómico llega cuando simula traducir que es fácil perder puntos porque hay hambre: “Yo mismo perdí ayer 40 puntos; pedí un panecillo con mermelada de albaricoque”, pone en boca del militar. Cuando otro carcelero le añade algo al oído y este lo grita, se le ocurre decir: “Y él, de fresa”, ante el pavor ausente del resto de presos y la mirada inocente y alucinada del niño.
2.- No era difícil atisbar algo del asombro nervioso y la dulce ingenuidad de Josué en el rostro del Athletic al presentarse a la competición más bonita y exigente del mundo. Pero como no existe un guión ni una mente privilegiada como la de Benigni, la realidad se exhibió tan de repente que borró cualquier resquicio de candidez. El Athletic palideció, se quitó el gorro para taparse los ojos y vivió lo que era una oportunidad de mostrar felicidad como una pesadilla de la que soñaba con despertar. Olvidó el camino recorrido, el tiempo pasado y el premio del carro blindado nuevo. El juego había empezado y el Athletic seguía sin llegar. Ya no juegas, Josué.
3.- El partido ante el Shakhtar Donetsk tenía demasiadas peculiaridades como para no ser extraño. Y lo fue. El rival jugaba como visitante siendo local, a mil kilómetros de su casa, en un país tenso y dividido por un conflicto político y militar. El ambiente en el estadio de Lviv era a ratos de una frialdad festiva, a ratos de un colorido indiferente. Y el Athletic se jugaba más de lo que decían clasificación y calendario, aunque nadie parecía querer decirlo.
4.- Así, Ernesto Valverde reservó a su jugador con más talento y calidad defensiva, Aymeric Laporte, y al de mayor capacidad goleadora, Aritz Aduriz. Sacrificar al bastión de las dos últimas líneas del equipo le pareció suficiente disimulo, y el resto del equipo fue el más habitual, con Mikel San José y Borja Viguera en el lugar de aquéllos. Dio la consigna de presionar arriba la salida de balón ucraniana, cerrando el pasillo de Darijo Srna y el pase cómodo a segunda línea, y obligando a los centrales a asumir esa salida y a enviar balones largos a Luiz Adriano, en la única acción que podían ganarle Xabi Etxeita y San José. Además, había que evitar pérdidas en campo propio y los leones empezaron saliendo también en largo para no correr riesgos.
5.- El plan funcionó. El Shakhtar no establecía sus clásicas superioridades en el costado desde la conducción de los laterales (ayudó la baja de Azevedo que hizo jugar a Shevchuk en la izquierda) y sus cuatro brasileños de vanguardia estaban desconectados. Tampoco se percibía excesiva inquietud en el campeón ucraniano y Mircea Lucescu no introdujo ni un ajuste para modificar esa salida. Así que el Athletic fue creciendo. Empezó a salir jugando ante la débil transición defensiva rival, los centrales ganaron confianza en cada duelo ganado (aunque el cambio obligado de Carlos Gurpegi por Etxeita trajo algún atisbo de duda) y Beñat tuvo focos y pelota, con un gran Mikel Rico haciendo de cremallera del sistema.
6.- El descanso no supuso ningún cambio de protagonistas ni de escenario, pero tres despistes individuales y consecutivos hicieron llegar al Shakhtar tres veces en poco tiempo. Fueron tres ejemplos gráficos de por qué este equipo no estaba preparado para sobrevivir aquí sin conocer las reglas del juego sin traducción espontánea. Valverde se dio cuenta de que la situación de partido cambiaba y su equipo era empujado poco a poco hacia atrás por un rival que aún no había logrado hacer casi nada por sí mismo. Así que movió ficha, introdujo en el campo a Aduriz, quitó a Markel Susaeta y pasó a jugar en 4-4-2, escorando a Beñat a la derecha.
7.- El ajuste fue más discursivo que práctico, porque duró cinco minutos, pero así llegó el gol de San José. Se volvió al dibujo inicial, devolviendo la media punta a su dueño (más dueño y más legítimo que nunca) y escorando a la cambiante banda diestra a Viguera. Lucescu agitó su coctelera de brasileños talentosos, pero no atacó la ventaja táctica que había edificado el Athletic, y salvo en un penalti no pitado que pasará al recuerdo de errores arbitrales con grosería, su equipo no estuvo cerca siquiera de empatar.
8.- Hoy duele un poco más la temprana eliminación de un equipo de leones por corderos, que demostró menos hechuras de las que ha ocultado bajo su desvelo, verde como la fruta inmadura, verde como un niño tan protegido por el cariño que se quiso morir ante la competencia. Pero una noche extraña en Lviv nos recordó que ese mismo color es el de la esperanza, el de la cruz de San Andrés, el Roble del Escudo de la ikurriña y hasta la piel de la rana Gustavo, presentadora de los Muppets, en cuya película decía: “El que no hayas hallado tu talento no significa que no lo tengas. Si miras dentro de ti, encontrarás algo para lo que eres muy bueno”.
y 9.- Así que se trataba de eso, Athletic. Has pensado que solo eras bueno manteniendo viva la ilusión de los tuyos mientras les cuentas hazañas del glorioso pasado y demuestras tu identidad. Te has creído capaz de crear una ilusión pero no de vivirla; de dibujar sonrisas pero no de ser capaz de sonreír por ti mismo. Olvida la Champions League y coge tu verdadero papel. La vida es bella, Athletic, porque nos haces creer que todo esto es un juego, y que podemos dormir aunque aparezcan los miedos, pues nuestros sueños viven protegidos por ti.
* Pedro José Arbide.
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