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Alemania: la pérdida del gen ganador
Desde que levantara la Eurocopa en Wembley en 1996, Alemania no ha vuelto a dar una alegría a su afición, a pesar de estar cerca.
Cuenta la leyenda que hubo un tiempo en el que tan sólo oír la palabra Alemania hacía temblar hasta a los conjuntos más poderosos del mundo. Un sudor frío recorría el cuerpo de los futbolistas al ver en el sorteo el papel que les hacía enfrentarse a los temibles germanos, todos altos, rubios y terriblemente eficaces a la hora de encarar las defensas contrarias, a la vez que las suyas eran infranqueables. Las hordas muniquesas, comandadas por el capitán Franz Beckenbauer, dominaban Europa a su antojo, conquistando la ‘Orejona’ año sí, año también. Y cuando estas se juntaban con el resto de las falanges alemanas bajo la camiseta de la Mannschaft, no había Cruyff, Zoff o Kempes que pudiera frenarlos.
La tradición habla de una Alemania invencible, capaz de ganar a cualquiera. Pero en los últimos tiempos la legendaria frase “en el fútbol juegan once contra once y siempre gana Alemania” ha ido perdiendo fundamento. Desde que Peter Kouba no fue capaz de repeler el disparo de Oliver Bierhoff en aquella tarde de junio de 1996 en Wembley, el fútbol teutón no ha vuelto a saborear un triunfo de su selección. A nivel de clubes, la historia no dista mucho. El Borussia Dortmund y el Schalke cogieron la estela que dejó la selección y reinaron en Europa en 1997, ganando la Champions y la Copa de la UEFA, respectivamente. Y 15 años después, sólo el Bayern ha sido capaz de llevarse a Baviera la Copa de Europa, tras aquella fatídica tanda de penaltis contra el Valencia en el año 2001.
Pero que no hayan logrado levantar nuevamente un trofeo prestigioso a nivel internacional no significa que no hayan estado muy cerca de conseguirlo. De hecho, lo destacable del caso es que desde 1996, tanto el Bayern como el combinado nacional han disputado varias finales en las que no han podido (o no han sabido) demostrar la histórica frialdad y convicción bárbara que les caracterizaba.
A LAS PUERTAS
Tras los fiascos de Francia’98 y la Eurocopa del 2000, Alemania se plantó en Corea y Japón sin el favoritismo de otras veces, lo cual les benefició, ya que sigilosamente fueron pasando rondas, superando a sus rivales hasta plantarse en la final ante la todopoderosa Brasil, muy superior durante los noventa minutos, lo que le sirvió para llevarse su quinta estrella. Otro descalabro en Portugal’04 dio origen al gran equipo que gestó Alemania para disputar su Mundial, el de 2006. En esta edición recuperaron el cartel de candidatos claros al título y lo demostraron sobre el campo. Tras superar un grupo realmente sencillo, liquidaron a Suecia en octavos e impusieron su temple en cuartos para ganar a Argentina en los penaltis. Pero en semifinales, con un Westfallenstadion a reventar y a sólo un paso del cuarto título, Grosso y Del Piero echaron a Alemania de su propia casa en los últimos minutos de la prórroga.
No fue el último desasosiego germano, en absoluto. Dos años después, con un equipo parecido al del Mundial pero más maduro y capacitado para competir, se volvieron a plantar en una final, esta vez contra un equipo poco habituado a encontrarse por lides de semejante calado, España, y que no jugaba una final continental desde 1984. Lo cierto es que la superioridad técnica española desbarató las rudas costuras del conjunto de Joachim Löw y se llevó el triunfo y la copa a tierras ibéricas, con un solitario tanto de Fernando Torres en la primera parte. Glorioso día para nosotros, como también lo fue el 7 de julio de 2010, jornada en que ambas selecciones volvían a encontrarse, esta vez en Sudáfrica, luchando por un puesto en la final de Johannesburgo. Otra vez tan cerca de la gloria, vislumbrando el dorado metal que compone la Copa del Mundo y otra vez regresando a Alemania con una insuficiente medalla de bronce colgando del pescuezo. Esta eliminación desmintió las falsas sospechas que culpaban a Michael Ballack de la mala suerte de Alemania en las fases finales: Alemania también perdía sin Michael Ballack.
BAYERN CONTAGIADO
Más o menos lo mismo se puede decir del Bayern de Múnich. Los bávaros deambularon por el desierto durante varios años después del adiós de varias de sus grandes estrellas campeonas de Europa en 2001, como Elber, Effenberg o Scholl. Pero la generación comandada por Philipp Lahm y Bastian Schweinsteiger hizo resurgir al mejor club de la historia de la Bundesliga y lo plantó en la final de la Champions de 2010 en Madrid. Diego Milito hizo trizas las esperanzas bávaras de levantar por quinta vez la ‘Orejona’.
Más cruel, doloroso e irritante fue lo que sucedió en Múnich hace unas semanas. Once años después, el Bayern volvía a ser favorito en una final de la máxima competición continental y, para más inri, la disputaba en casa. Tras más de 80 minutos de asedio, Müller rompió el entramado defensivo del Chelsea. Cuando ya se estaban poniendo los lazos rojos en las asas de la copa, Drogba apareció y empató el partido en el único tiro entre los tres palos del equipo blue. En la prórroga, Robben falló un penalti y encaminó el desenlace a la tanda. El Bayern no había perdido jamás un partido desde el punto fatídico en competición europea. Pero siempre llega una primera vez para todos. Y tuvo que ser en el Allianz.
Pocos dudan en el panorama futbolístico de que jugadores como Lahm, Müller, Gómez, Schweinsteiger, Neuer y demás sean excelentes. Nadie les recrimina falta de calidad, ni siquiera de entrega. Pero este grupo de jugadores del Bayern y de Alemania está perdiendo el gen ganador que ha caracterizado tanto al club bávaro como a la Mannschaft. La Eurocopa de Polonia y Ucrania será su oportunidad para resarcirse, dar un golpe en la mesa y demostrar por qué tienen más Eurocopas que nadie y más estrellas bordadas en la camiseta.
* Jesús Garrido es periodista. En Twitter: @jgarridog7
– Fotos: EFE – UEFA
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