“El Milan ya no es lo que era”. Como eslogan puede funcionar, pero además esta vez es verdad. El equipo de Berlusconi vivió la gloria bajo el último aliento de Maldini ya jugando de central. Todo lo que vino después fue distinto. Ni más ni menos, pero no glorioso. Seedorf, Ronaldinho, Ibra y ahora El Shaarawy son otra cosa. Ellos podrían ser magistrales pero su entorno más directo, sus compañeros, no eran Cafu, Nesta, Inzaghi o Pirlo. Ante la época de transición, alargada de más por los problemas económicos, el Milan ha decidido refundarse. Con mayor o menor éxito a corto plazo, pero el equipo ha disminuido la media de edad. Incluso uno puede apreciar cierta proyección de la idea a partir de algunos nombres: Balotelli (22), El Shaarawy (20), Niang (18), De Sciglio (20) o Bojan (22).
El criterio cortoplacista que impera en el fútbol actual nos lleva hacia la idea de que a este Milan no le llega. Como entidad pasa por un enrevesado momento y como equipo, renovación incluida, tiene más carencias que fortalezas. El equipo de Allegri necesitará un contexto muy marcado para desarrollar sus transiciones, casi todas a partir de El Shaarawy y previsiblemente laterales. Tiene talento individual, pero es una plantilla inferior a la 11/12. Y como colectivo continúa en el camino.
El escudo de la transición y la refundación, no obstante, no debe funcionar como excusa de un equipo flojo, no solo en función a su nombre, historia y Champions, sino también al Calcio. Allegri no ha sido capaz de establecer un once más o menos fijo, aunque la evolución desde que enfrentara al Málaga en septiembre ha sido notable. Especialmente en los últimos dos meses. Insistir con el 4-3-1-2 (o 4-3-3 en algún caso) ha sido la tónica dominante, habiendo pasado durante la temporada por algunas fases con defensa de cinco, extremos abiertos para minimizar la deficiencia en el carril central o la versión de Bojan de ‘10’ puro que se desechó por dos motivos principales, amén del propio Bojan: a) la presencia interior de El Shaarawy (fuera-dentro); b) el catalán ofrecía una mejora en el juego de posición, pero restaba a la idea de aprovechar las transiciones.
Las últimas sensaciones más o menos positivas del Milan apuntan a la utilización del 4-3-3 con una referencia un poco más fija arriba (Pazzini, en lugar de Balotelli) con Niang y El Shaarawy abiertos y tres volantes eminentemente posicionales, pero intensos para tratar de plegar sobre la posesión del Barça. Este sería el caso de que Allegri mantuviera la idea de la que obtenido mayor rédito esta temporada.
– Salida por el carril central –> Inexistente. El Milan sufre sobre todas las cosas cuando tiene el balón desde la línea defensiva con el rival más o menos ordenado y su responsabilidad de iniciar. Sin referencia clara para trabajar de espaldas a portería y bajar balones en largo, la salida central se convierte en una utopía. Ambrosini, que apunta al puesto de regista, posee carencias en cualquier pase vertical y Montolivo, que ha deambulado por todas las posiciones del centro del campo con Allegri, es intermitente. El jugador más sensible y capacitado para fluir a su equipo, pero el más frío. Es un jugador con limitaciones para seleccionar el ritmo de la jugada e interpretar el espacio. Así, siendo en el otro interior, en la mayoría de casos, un jugador de mucho más vuelo y menor repertorio técnico, la salida está forzada a ser lateral. Aspecto, éste, que no beneficia al Barça, pero que ha corregido (minimizado daños) respecto al año pasado. En detrimento de otras cosas, por supuesto. Por tanto, nos queda una salida eminentemente lateral con los hombres de banda y las caídas de los interiores a los espacios más externos. Además de los apoyos de Niang y El Shaarawy para agilizar la situación. La salida por fuera siempre acaba por dentro. Es una pauta establecida porque los recién mencionados se tiran hacia dentro en cuanto huelen el área y el ‘9’ (incluso si es Prince Boateng, ejerciendo de mentiroso; el otro es Pazzini) está en el área para cazar el gol.
– Drama en la línea defensiva –> No se trata solo de la fase defensiva, que tiene carencias de intensidad (sin Nocerino o Muntari, p. ej.) y posicionales (con ellos), sino de los cuatro hombres de atrás. El flanco derecho es más talentoso a nivel defensivo. De Sciglio, además de elegir mejor a nivel ofensivo y calibrar sus impulsos defensivas, equilibra y cierra hacia el centro. Es un lateral que puede llegar a tener un nivel alto si continúa progresando. Mexès tiene lagunas mentales, es el mejor defensa. Interpreta, sale mejor con el balón y, agresivo, puede dar lo que un día dijo que sería. Como Yepes, pero a mejor nivel. Y quedan Zapata y Bonera que, siendo muy distintos, coinciden en sus limitaciones individuales. Un servidor piensa que, aun asumiendo cierto riesgo a nivel posicional, Zapata-Mexès es la pareja de mayor talento aunque en Bonera está el equilibrio entre la posición de Yepes (y su limitadísima reactividad) y los saltos de Zapata (mejor para corregir). En la izquierda Constante se ha hecho con un hueco casi definitivo. A menor escala recuerda el caso de Álaba en el Bayern. Es limitado, pero ofrece una salida correcta, ancha y de cierto nivel técnico. Defensivamente está progresando, pero su espalda (según a la altura que defienda el Milan) puede ser un lugar placentero para Pedro o Alves.
– Repliegue medio y corto vs. Repliegue bajo y junto –> El Milan se puede ubicar de dos maneras distintas. Las dos parten de una misma idea: tener espacio para transitar y evitar que el Barça circule cómodamente por los espacios interiores. ¿Pero a qué altura? Ahí radica la cuestión. Allegri diseñó en La Rosaleda (comparación con cierta validez por la similitudes de los cuatro, incluidas las dos versiones del Milan: hoy y en noviembre) un plan de choque, más allá de la defensa de cinco hombres: la defensa se alejó sobremanera de Abbiati, se solapó con el centro del campo y la presión de los delanteros fue baja posicionalmente, pero notable en cuanto a intensidad. El Málaga chocó, pese a ganar, contra el muro. Y no lo supera por dos razones fundamentales: a) Ningún jugador blanquiazul trabaja la ruptura larga a la espalda de la defensa rossonera; b) El inicio de la jugada con Iturra y Camacho no está, ni de lejos, parece evidente, al nivel de Busquets y Xavi o Iniesta. Este plan parece poco probable para los noventa minutos, aunque de salida no sea descartable, el Barça tiene recursos posicionales y técnicos suficientes para solventar la salida y atacar los espacios.
El repliegue, bajo y juntito, que tiene todas las papeletas para ser, voluntario o forzado, el que ejecute al final Allegri consiste en organizar los cuatro de atrás, con Ambrosini incrustado casi en el centro y los dos interiores, de alta exigencia física, volando y atacando la elaboración a la altura de los tres cuartos de campo, además de auxiliar las bandas. Con esto se pretende, minimizar las ventajas (espaciales) del Barça, reconocer la inferioridad para con el balón e intentar volar con muchos metros por delante, penalizando el miedo del Barça: correr de cara a Valdés.
El césped siempre acaba dictando la sentencia y dejándonos por mentirosos. Superfluos, como poco, pero se trata de un retrato aproximado de la realidad. Pep Guardiola suele contar que mientras prepara el encuentro, se sienta y dibuja en su mente a través de la imaginación, y en función a unos parámetros analizados al detalle, lo que puede ocurrir en el césped. Para neutralizar y evitar que pase lo que intuye que podría pasar. Salvando las distancias, es un mismo ejercicio. No hay dos partidos iguales como no se viven dos momentos idénticos en la vida. La eliminatoria, en el punto de partida, es favorable al Barça. En cuanto a ejecución total de la idea y talento individual, pero ya lo dijo Boskov: “Fútbol es fútbol… Y gol es gol”.
* Fran Alameda es periodista.
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