No hace falta frecuentar mucho los campos donde se han disputado partidos de fútbol 7 para oír como algún familiar o acompañante del jugador comenta frases del tipo: «Tranquilo, que cuando el entrenador os ponga en la posición donde debe jugar cada uno la cosa ya irá bien». Retengamos el mensaje y evaluemos qué posibles efectos puede tener sobre los receptores. Uno de ellos sería la posibilidad de anular el crecimiento necesario del sentido de la responsabilidad (y digo responsabilidad en su sentido de crítica positiva, no de culpa) que deben experimentar los niños en todos los campos de la vida. Sin tener consciencia de los aspectos en los que le falta mejorar (partimos de la base de que se han atribuido sus posibles carencias a una mala decisión del técnico), se dificulta la posibilidad de progreso. Por lo tanto, estamos inhibiendo un aspecto clave para su formación. También puede generar una falta de confianza hacia el técnico, que en estas edades (hasta los doce años) busca que los jóvenes jugadores conozcan, como mínimo, tres demarcaciones, porque es importante para lograr un conocimiento y una interpretación tan integral como sea posible del juego. Una falta de confianza que acaba minando la credibilidad de la persona que debe ejercer el liderazgo del grupo, pone palos en las ruedas y provoca que al final de la temporada, más allá de los resultados, los jugadores no hayan estado predispuestos a asimilar los conceptos que necesitan para sentirse más seguros y con más recursos dentro del terreno de juego.
Finalmente, si los entrenadores hacen caso de la afirmación que suscita el artículo, nos encontraríamos con futbolistas que, desde los seis años, han pasado seis temporadas jugando, por ejemplo, de lateral sin probar ninguna demarcación más, viviendo en una engañosa zona de confort sin la posibilidad de desarrollar talentos que pueden estar ocultos, pero latentes. Jugadores a los que, en muchos casos, les costará valorar con exactitud la dificultad del trabajo que llevan a cabo sus compañeros, porque no lo han tenido que hacer nunca. Jugadores que, cuando el club fiche un lateral mejor que ellos, no tendrán otra salida (bueno, sí, lamentablemente lo más seguro es que sea el banquillo) sencillamente porque nadie les ha activado los mecanismos para jugar en otra posición. Y si formamos a este tipo de jugadores, nos resultará muy difícil tejer una empatía futbolística entre ellos para forjar un verdadero espíritu de equipo. Ya lo dijo Simeone: «Cada día cuesta más en el fútbol encontrar jugadores que jueguen en equipo. Nosotros lo estamos haciendo». Porque, no nos engañemos, de la actitud que se tome desde la base de la pirámide dependerá que se genere un perfil concreto de jugador y se inculque una visión determinada del juego. Si se busca sólo ganar, que todos los jugadores estén tranquilos en su zona de confort y tener contento a todo el entorno, el entrenador vivirá tranquilo, pero estará cerrando muchas puertas para el futuro a sus jóvenes jugadores.
* Martí Ayats.
– Foto: EFE
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