Perarnau Magazine

“El crédito no existe en el deporte”. Pep Guardiola


Firmas / Frederic Porta

E-pistolario: Aroma de nostalgia

por el 12 noviembre, 2014 • 11:29

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Mi querido amigo:

Cierto aroma de nostalgia parece impregnarlo todo, ahora que llega por fin el otoño y caen las hojas, las encuestas, las comparaciones históricas y esos parones por selección que el barcelonismo debería prohibir mediante decreto ley porque agravan su natural romántico y melancólico de manera vampírica. Vamos, que lo dejan como si le hubieran desangrado, carne trémula de UCI por puro desmayo. A la que comienzan las dudas existenciales, solo falta parar el circo para agrandar aún más la tendencia al flagelo propio de la casa. Han surgido los dos gurús de mayor tirón a palestra dispuestos a soltar mentiras piadosas: tranquilos, estáis en buenas manos con Luis Enrique. Claro, no convenía, por finura diplomática, decir lo contrario de alguien a quien, cuando menos, quisiste fichar como futbolista o con quien has compartido años de trabajo común. Guardiola y Cruyff no desean meterse en camisas de once varas porque éste no es entierro en el que quieran vela, aprieto donde deseen posicionarse hoy en salvaguarda de sus legítimos intereses. Pep acaba de soltar lo que era secreto a voces, expresión entre líneas ahora ya verbalizada: no volverá a coger el equipo, sus planes de futuro no pasan por ahí. Confirmación que deja al barcelonismo sin su última esperanza, idealizada, en caso de necesidad de redención. Para un porcentaje mayoritario, Guardiola era el extintor al que recurrir en caso de pavoroso incendio, cuando ya te decides a romper el cristal porque la vida va en ello. Ahora confirma que, lo siento pero no, olvídate de ilusiones y aférrate a la realidad, que viene cruda. No deja de entrañar cierta ironía que Guardiola lance mensajes de paciencia cuando sabe que la casa carece por completo de ella, que aquí no hay transición que valga, ni puentes, ni treguas, todo puro fragor de combate.

Y Cruyff, qué va a decir el hombre, si asiste encantado al espectáculo de los últimos tiempos rebosante de razón y convencido de haber apostado históricamente a ganador cuando le tocó tomar partido. Advierte el holandés el desmoronamiento de este castillo de naipes como a cámara lenta, slow motion de las que dura una barbaridad, antes de decidir cuando toque y se airee la polvareda si regresa por la puerta grande al papel de máximo consejero áulico, hombre que regrese al 2003 en curioso salto atrás para proponer al nuevo Rijkaard capaz de alegrar la existencia a la banda de Messi tan pronto se produzca el relevo presidencial. Para vivir sin fútbol de clubs a trece días vista, no nos podemos quejar por falta de distracción. Tras largos meses de silencio y cálculo, Agustí Benedito ha salido al redondel convertido en miura con la excusa de publicar el resultado de la encuesta realizada a primeros de mes. Sondeo entre los socios que arroja algunas sorpresas. Es ya público y notorio que los pifias de la junta han resucitado a Laporta y el barcelonismo es capaz de olvidar los pecados del expresi, algunos nada veniales, si con su regreso barruntan que volverán tiempos de vacas gordas. El cálculo contratado por Benedito arroja un 33 % para Laporta, que le sacaría hoy unos diez puntos de ventaja y dejaría a Bartomeu mucho más atrás, casi en la mitad del apoyo canalizado por el primer favorito. No ha sido este el único torpedo lanzado contra la línea de flotación, Martí, de la actual junta. Benedito ha soltado un mandoble de cuidado en dirección a Faus y sus vínculos con Catar y este le ha respondido enojado con la amenaza de una querella. Vaya, petición de socorro a los tribunales por algo que, simplemente, publican a diario los periódicos económicos y comentan los confidenciales de inversiones y casta con ese lenguaje tan peculiar, aséptico, como de sala pija de espera con hilo musical de canción melódica. Faus es hombre de Catar, lo saben hasta los curas. Al vicepresidente alguien con suma inquina le ha rebautizado como Fraus, fraudes en lengua vernácula, y tampoco debería molestarse ante tan mordiente ironía. Como ha disparado también Laporta y ve cualquier hijo de vecino, él y sus compañeros se han atrincherado ahí sin que nadie se haya tomado siquiera la democrática molestia de votarles, detalle que, a su parecer, carece de mínima importancia, por lo visto.

Crece la sensación, y esa no es buena noticia para los resistentes del palco, que aguantan firmes por los acuerdos ya suscritos con los mecenas del Estado Islámico, a los que les queda cuatro días de impunidad así que Estados Unidos se harte y fulmine esa operación de limpieza de imagen emprendida años atrás por tan funesta dictadura a base de tirar de talonario y pagar incontables campañas de imagen. Si llega ese día, se acabó Catar en el mapa y quizá queden sin escudo, sin argumento de base para emprender esa peculiar remodelación del estadio que sale por un ojo de la cara y, a pesar de las buenas palabras, pasa por paradigma de lo opaco cuando la vendieron como colmo de la transparencia, posición habitual de esta gente, que dicen blanco, hacen negro y creen que el personal solo compra palabras, nunca repara en hechos. Javier Faus representa intereses de Catar por estas tierras y negar eso es, simplemente, ridículo, infantil, por muy acostumbrados que estemos a ignorar las evidencias por sistema cuando marchan en contra de nuestros intereses y postulados. Si aún existiera voluntad de escandalizarse, si aún fuéramos capaces de sorprendernos, Benedito soltó otra carga de profundidad de amplísimo calado: Rosell ya había pactado la publicidad catarí mucho antes de lo aprobado en asamblea, dentro del paquete de proyectos diseñado cuando ideó la red de academias Aspire con vistas a nacionalizar jugadores de cualquier procedencia de cara al Mundial árabe. Vaya, Martí, ¿o es que la gente no lee la prensa? Francamente, no demuestran ningún empacho en mezclar churras con merinas, el interés propio con la ética debida. Al menos, que bailaran ese mambo con altavoces de su propiedad, ¿no?. Desgraciadamente, por mucho que así lo crean y lleguen a sentirlo, el Barça no es su juguete. Ni suyo, ni juguete.

Aquí, quien no se distrae es porque no quiere. Dentro de nada, Bartomeu acabará de tejer, cuentan, otro ardid para arremeter contra Laporta en el judicializado tema de los avales. En giro que no viene muy a cuento, prometerá dejar de acusar a otros directivos, siempre y cuando se demuestre que no abusaron de las tarjetas de crédito, para centrarse tan solo en el máximo adversario, en la tirria que le genera el cabeza de cartel. Otro episodio más de la truculenta guerra entre bandos y fracciones iniciada hace ya demasiado tiempo, cuando El Elefant Blau fue a por Núñez y consiguió lo imposible, poner punto final a su mandato de caudillo. La afrenta generó tal herida que los últimos quince años han resultado una continua judicialización, un acudir a los tribunales para fastidiar a fondo a quien se atrevió antes a hostigarte. Lucha por el poder blaugrana aún vigente y camino de potenciar hostilidades con mayor muestra de arsenales destructivos conforme se avance hacia la convocatoria de elecciones, fecha hoy en manos de dos factores. Que entre o no la pelotita de marras, como es costumbre en la casa, y según cómo estén de pillados y obligados los señores en los contratos de futuro ya suscritos.

Para saltar a otro aspecto, bien mirado y analizado, suerte tiene el actual statu quo de la situación política en Catalunya. Días atrás, y permíteme situar la reflexión, recordaba aquel precioso dibujo de Ricard Opisso, el mejor artista con el que nunca ha contado el Barça de manera asidua, en el que tan genial creador expresaba la voluntad de sus contemporáneas masas reflejada en apenas dos mitades. La primera viñeta se situaba en los primeros años 20, con un buen puñado de entusiasmados seguidores llevando al Divino Zamora en volandas, ídolo de masas, centro absoluto de atención. En el segundo y último aspecto de la composición, tras el advenimiento de la República, idéntica multitud en exacto grado de euforia sacaba a hombros a Marianne con su gorro frigio, al símbolo del nuevo régimen, marcando a la perfección quien se llevaba ahora atenciones y prioridades, cómo habían cambiado los tiempos. ¿A qué viene esto? Días atrás, Roger Vinton establecía el paralelismo perfecto para recurrir de nuevo a aquello tan socorrido de echar mano de la historia, aprender de sus lecciones y el largo etcétera al que tan poco caso acostumbramos a brindar.

Cuando llegó la República, al menos por estos pagos, la gente abandonó la devoción por el fútbol para centrarse en lo verdaderamente importante. En Barcelona, los felices 20 habían servido, gracias a una extraordinaria generación de especialistas, para propulsar el fútbol hasta la condición de fenómeno de masas, principal distracción popular. De repente, quedaron convertidos en los nuevos amos del bullicioso Paralelo. Arrancó la década con Zamora y Samitier obligando a la construcción de Les Corts, sufragada por Gamper en apenas tres meses, y acabó con una estratosférica colección de enormes jugadores que ya habían catapultado el poderío de la zamarra azulgrana en la, recordemos una vez más, perfectamente bautizada como Edad de Oro de la entidad. La primera, si nos colocamos en la atalaya de los noventa años transcurridos. Fueron sucediéndose una larga cola de mitos y héroes: Coma y Galicia dejaron la defensa a Walter y Mas. Plattkó, Sancho, Torralba, Piera, Castillo, Carulla, Arocha, Sagi, y otros sustituyeron a Planas, Vinyals, Alcántara, Martínez, Gracia… Aquello era un no parar, un frenesí. Hasta que se acabó lo que se daba con el envejecimiento de los clásicos, el irrefrenable transcurrir del tiempo y su imposible relevo. El presidente Coma la pifió para complicarlo todo aún más y así, Samitier acabó de blanco en el Madrid mientras el resto aplicaba para la jubilación a regañadientes. Incluso con los más queridos, como Vicenç La Vella Piera, el club procedió fatal. Total, que a partir del 14 de abril, donde había partidos hubo mítines, donde se aplaudía el pase pasó a jalearse la palabra y el fútbol quedó postergado a la tercera fila hasta que las precariedades y miserias de la postguerra camuflaron de nuevo la frustración simbólica bajo las barras blaugrana, como ya sucediera antes con Primo de Rivera.

Bueno, ya sabes, si non è vero, è ben trovato: tras el exceso de los años bonitos de Guardiola, quizá toque por vaivén de péndulo pasar a tiempos menos excelsos. O eso parece intuir la masa social que, poco a poco, abandona el seguimiento para dedicarse a otros menesteres de mayor calado y destino. La gota malaya del abandono, unidad por unidad, desde aquella confianza en Rosell para mantener lo heredado hasta la actual postración y pasividad. De 35.000 votos, en clave de apoyo, a darse hoy con los dientes si llegaran a cosechar siete mil visto el bajón padecido en apenas cuatro años. Cuatro años de plomo y desilusión que la historia se encargará de colocar aún en peor posición: si otros hubieran llevado la nave con mejor tino y acierto, habrían sido capaces de conseguir esas dos o tres Champions de propina que el talento del plantel hacía presagiar. Pero ahora comienza a ser ya demasiado tarde y ante ello, el personal opta por deshacer lazos emocionales, prefiere alejarse a sufrir, centrar la vista en novedades de importancia y cuajo incomparable. Otro intangible más que alguien, algún día, deberá echarles en cara a éstos, que ya solo bracean para seguir a flote antes de morir simbólicamente ahogados por la fuerza de los malos resultados. Y cosechar mala siembra con esta pléyade de estrellas también encierra demérito evidente, casi increíble. Veremos si la historia se repite o no, pero conste que, cuando han mandado los de similar casta en tiempos modernos, el zurrón se quedó escandalosamente en precario, casi vacío. Luego dirán que juegan solo los futbolistas, vamos, que los directivos no la meten dentro. Frase tan tramposa como la de no mezclar política y deporte, eterno refugio de demagogos con ganas de tomarnos por burros.

Ah! Y Abidal en portada, la penúltima del momento, para confirmarnos que están muy, pero que muy apurados y ya no saben con qué populismo salir. En fin, que vuelve a llover, Martí, saquemos el paraguas. Un abrazo y seguiremos pronto que esto amenaza con no parar.

Poblenou, muy de Piera y de Bosch

* Frederic Porta es periodista y escritor.





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