Desde luego que no tiene suerte. Thiago Alcántara se volvió a romper. Es la tercera lesión de su ligamento lateral interno de la rodilla derecha. Algo que en principio no debía tener mayo problema de recuperación se convirtió en una pesadilla para el centrocampista hispanobrasileño, ansioso por devolver al Bayern de Múnich, mediante su aportación al equipo, la cantidad pagada por él. La última lesión llegó tras solo cinco días entrenando junto a sus compañeros. Ahora ha vuelto a ser operado y se estima que estará entre tres y cuatro meses de baja.
“¿Qué puedo decir? En este momento estoy profundamente decepcionado y desesperado. ¿Por qué siempre a mí?“, se preguntaba el futbolista en declaraciones a la página web del Bayern. “Estamos todos conmocionados y tristes por esta nueva lesión“, dijo el director deportivo Matthias Sammer.
La rodilla de Thiago falló por primera vez -a causa de un choque contra un rival- en marzo, durante un partido ante el Hoffenheim en el Allianz Arena. Entonces se apostó por un tratamiento conservador y empezaron las divisiones entre Pep Guardiola y el jefe de los servicios médicos del Bayern. Mientras el galeno alemán apostaba por un tratamiento conservador, jugador y futbolista prefirieron que el doctor Ramón Cugat tratara la lesión con factores de crecimiento.
La rodilla es similar a una articulación en bisagra, localizada donde el fémur (hueso del muslo) se une con la parte superior de la tibia (espinilla). Cuatro ligamentos principales conectan estos dos huesos:
La estabilidad de la rodilla no solo depende de los ligamentos. La musculatura es importante, ya que proporciona movilidad y estabiliza la articulación. El músculo cuádriceps impide el desplazamiento posterior de la tibia. El equilibrio entre sus vientres musculares es el responsable de la estabilización de la rótula.
Los músculos sartorio, recto interno y semitendinoso constituyen la pata de ganso superficial. Son agonistas del ligamento cruzado anterior. El semimembranoso, pata de ganso profunda, realiza la misma función.
Las rupturas del LLI pueden deberse a lesiones por algún o ningún contacto. Un golpe en un lado de la rodilla, como puede ocurrir en una entrada en el fútbol, puede ocasionar la ruptura. Hacer una parada rápida, en combinación con un cambio de dirección al estar corriendo y con el pie fijo en el suelo y girando la rodilla, aterrizando de un salto o extendiendo demasiado la articulación de la rodilla puede causar lesión al LLI. Las lesiones de este ligamento frecuentemente ocurren con otras lesiones. El ejemplo clásico es cuando este se desgarra al mismo tiempo que el ligamento lateral interno y que el menisco interno (uno de los cartílagos amortiguadores de la rodilla). Este tipo de lesión es más frecuente en los futbolistas y en los esquiadores y se denomina triada. Las mujeres tienen más probabilidades de sufrir una ruptura del cruzado anterior que los hombres, pero la causa de esta situación aún no se entiende completamente, aunque puede deberse a diferencias en la anatomía y funcionamiento muscular.
Es frecuente que el paciente note un crujido en el momento en que se produce la lesión. Por supuesto, el deportista no puede seguir jugando, ya que nota un dolor muy intenso cuando apoya el pie en el suelo e intenta caminar. Es frecuente que además, dentro de las seis primeras horas, se produzca un derrame muy importante producto del sangrado que se ha producido dentro de la rodilla y que, en la mayoría de los casos, deberá ser evacuado si su cantidad es importante.
Pasados unos días, la persona puede notar la sensación de que la rodilla se le va y que tiene mucha dificultad para doblar o estirar la rodilla del todo.
La prueba más sensible y específica es la resonancia magnética. Mediante esta prueba no solo se verifica la rotura del ligamento cruzado anterior, sino que además se pueden valorar las posibles lesiones asociadas como las meniscales, las del cartílago o las de otros ligamentos.
* Antonio Ríos Luna es traumatólogo, maratoniano y autor del libro “Del sillón a la maratón”.
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