"Lo que equilibra a un equipo es la pelota. Pierde muchas y serás un equipo desequilibrado". Johan Cruyff
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Con la resaca de la anhelada Décima corremos el riesgo de olvidar que existió una época bastante reciente en la que el Madrid paseaba su nombre por Europa con más pena que gloria. La majestuosa volea de Zidane se alejaba en el tiempo mientras el laureado conjunto de Chamartín coleccionaba decepciones. Turín, Mónaco, Londres, Múnich y Roma escenificaban el descenso blanco a las catacumbas de su competición predilecta.
El equipo español acudía a la Champions 2008-09 con dos ligas consecutivas en el zurrón. Parecía una garantía suficiente para, al menos, superar la ronda de octavos, barrera infranqueable desde 2004. No obstante, en la primera fase surgieron las dudas. El Madrid ganó a Zenit y BATE Borisov, pero cedió en los dos partidos ante la Juventus, que aún tenía reciente el descenso a los infiernos de la Serie B. En octavos aguardaba el Liverpool, bloque mítico con un pasado cercano mucho más lustroso que el del Real Madrid: campeón del torneo en 2005, finalista en 2007 y semifinalista en 2008. Un rival de cuidado.
Por si los precedentes europeos no invitaban lo suficiente a la intranquilidad, la inestabilidad institucional que rodeaba al Madrid ponía el resto. Ni el presidente (Ramón Calderón) ni el entrenador (Bernd Schuster) que comenzaron la temporada seguían en sus puestos. Vicente Boluda y Juande Ramos ocupaban esos cargos. El escenario propicio para el retorno de Florentino Pérez estaba preparado, pero esa es otra historia. Pese a las circunstancias externas, en el ámbito deportivo, mientras el nuevo Barcelona de Guardiola perseguía un año histórico, los blancos atravesaban por una brillante racha en liga. Boluda, con la imprudencia por bandera, se vino arriba y regaló unas jugosas declaraciones antes de la eliminatoria contra los ingleses. Apostó por una victoria por 1-0 en la ida y lanzó el verbo chorrear para referirse al baño que supuestamente le daría el Madrid a los reds en Anfield. No contento con eso, vaticinó un doblete de Liga y Champions. Se quedó a gusto.
El pronóstico del lenguaraz presidente no pudo ser más desafortunado. El partido de ida, en el Bernabéu, trajo un desenlace desastroso para los intereses madridistas. En un duelo poco vistoso, el Liverpool, con Gerrard –recién recuperado de una lesión– en el banquillo, Torres con el tobillo derecho lastimado y un extraordinario Xabi Alonso, arrancó del feudo merengue un valiosísimo 0-1 gracias a un gol de cabeza de Benayoun. Tocaba apelar a la épica, algo habitual en las aventuras y desventuras continentales del Madrid.
Dos semanas después, por primera vez en su historia, el club blanco visitaba Anfield en partido oficial. El pasado arrojaba un dato preocupante. Solo una vez (contra el Innsbruck austriaco en la Recopa 70-71) había podido levantar en Europa un 0-1. Con el recuerdo de la actitud más bien contemplativa de los ingleses en Madrid, pocos preveían el vendaval que iba a desatarse a partir de las 20:45 de aquel 10 de marzo. El resultado del Bernabéu invitaba a los de Rafa Benítez a esperar atrás para clausurar la eliminatoria a la contra. Nada de eso sucedió. Los reds atropellaron a los visitantes desde el inicio. A diferencia del primer partido, Gerrard y Torres estaban al cien por cien para diseñar la lápida merengue. Se pusieron manos a la obra con celeridad. Fernando, tras una maniobra sublime que retrató a Cannavaro, y Mascherano, con un monumental disparo, se toparon con la inspiración de Casillas, brillante esa noche. El meta de Móstoles, sin embargo, no pudo hacer nada en una rápida acción en la que Torres, que se zafó de Pepe con falta, aprovechó una asistencia de Kuyt para marcar a puerta vacía.
Corría el minuto 15 y el Madrid, sin energía y sacudido como una marioneta, era incapaz de reaccionar a la avalancha de los locales. Los británicos tocaban y triangulaban a una velocidad de vértigo. Casillas volvió a aparecer en una incorporación de Gerrard, que estaba en todas partes. Steven, gracias a un penalti por una mano inexistente de Heinze, alcanzó el premio merecido del gol a la media hora. 2-0. La eliminatoria quedaba casi decidida. Restaban 60 minutos de pesadilla ininterrumpida.
Nada cambió en la segunda parte. Gerrard, indetectable para la azorada zaga madridista, puso el 3-0, justo después del descanso, con un espectacular golpeo con el interior. El baño y masaje empezaba a tomar dimensiones históricas. Raúl e Higuaín –a quien le anularon un gol por fuera de juego– no se enteraban de la fiesta, algo normal si tenemos en cuenta el panorama dibujado a su espalda: Robben, anulado por Fabio Aurelio, había dejado su puesto a Marcelo, mientras Lass y Gago eran sometidos por Mascherano y Xabi.
En la portería inglesa, Pepe Reina disfrutaba de una noche plácida. Sacó una mano a un disparo de Sneijder y poco más. Muy distinta era la situación de su colega de posición. Gerrard y Torres, una vez más, exigieron la mejor versión de Casillas. Asusta pensar en cuál hubiese sido el marcador de no haber mediado las intervenciones del cancerbero madrileño.
Cerca del minuto 90, el 3-0 parecía definitivo, pero todavía quedaba la traca final. Andrea Dossena, que había sustituido a Torres unos minutos antes, superó a Casillas tras otra vertiginosa combinación en el sector ofensivo red. El marcador reflejaba la mayor goleada encajada por el Madrid en la competición desde la creación de la Champions en 1992. A Vicente Boluda el chorreo se le había ido de las manos. Ningún madridista olvidaría jamás la primera visita de su equipo a Anfield, escenario de grandes sueños convertido en pesadilla para la formación española.
4-0. Cuatro goles como cuatro soles fueron los actores principales de la carnicería a orillas del río Mersey. Mascherano, Alonso, Gerrard y Torres acapararon portadas y elogios, aunque sería injusto desdeñar el sacrificio incansable de Kuyt o la solidez mostrada por una defensa con algunos viejos conocidos: Arbeloa, Skrtel, Carragher y Fabio Aurelio. La portería de Reina, como en la ida, acabó sin un rasguño.
La andadura del Liverpool en la Champions finalizaría en la siguiente ronda. Cayó ante el Chelsea en una eliminatoria espectacular. La Premier tampoco ofreció consuelo. El Manchester United logró el título con solo cuatro puntos de ventaja sobre los de Benítez. La sequía red en la competición local permanecía. A día de hoy, sigue abierta.
Su zarandeado rival en aquella inolvidable noche de marzo reservó otra derrota tormentosa para la liga. El 2-6 con el que el F. C. Barcelona aniquiló al Real en el Bernabéu en mayo finiquitó el campeonato y cerró, de manera oficiosa, la breve estancia de Juande Ramos y Boluda en el club. Florentino esperaba su turno.
* Javier Brizuela es periodista y filósofo.
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