"Lo que equilibra a un equipo es la pelota. Pierde muchas y serás un equipo desequilibrado". Johan Cruyff
En 2008, Willy Sagnol decía adiós al mundo del fútbol en una temporada en la que tan solo disputó tres partidos con el filial del Bayern de Múnich. Se retiraba uno de los mejores laterales derechos que ha tenido la selección francesa a lo largo de su historia e iniciaba un vacío en dicha posición que ha perdurado hasta los días actuales. Sagnol, 118 veces internacional con Les Bleus, campeón de la Champions League en el 2000 y de la Eurocopa de los Países Bajos y Bélgica, decidió emprender una nueva etapa como entrenador. Precisamente en la temporada en la que se retiraba, el Girondins de Laurent Blanc asombraba al mundo entero consiguiendo una Ligue 1 que había sido del Lyon durante siete temporadas consecutivas. Era una nueva era en Francia. En 2010, Sagnol comenzó su trabajo en las inferiores francesas mientras que Gillot lo hacía en el Girondins, sustituyendo el legado de Blanc. Gillot llegaba de meter al Sochaux en la previa de la Europa League y sus conocimientos tácticos convencían para hacer olvidar a un entrenador que había situado al Girondins en cuartos de Champions un año después de ganar la Ligue 1.
Las bajas de Gourcuff, Alou Diarra, Chamackh o Cavenaghi lastraron bastante al conjunto de Burdeos, que no pudo contrarrestar dichas pérdidas en las temporadas posteriores. Pese a que en 2013 el Girondins conseguiría la Coupe de France, los resultados no fueron completamente satisfactorios. Gillot no fue del todo resultadista y sus constantes cambios de sistema privaron al equipo de optar a algo más que a entrar en Europa League, teniendo una de las plantillas más jugosas en cuanto a táctica se refiere de toda la liga. Fue entonces cuando Sagnol se estaba consagrando como uno de los entrenadores jóvenes del momento en Europa, implantando un estilo innovador de toque con la sub-21 francesa. Una única derrota registrada como primer entrenador que le valió para imponerse a Zinedine Zidane en la carrera por ser el técnico del Girondins. Sagnol, en su presentación, anunció que seguiría con el estilo que tantos éxitos le había dado en las inferiores francesas.
Para cumplir esta premisa, Sagnol pidió varios fichajes que cambiarían un poco el estilo del club. El primero y más importante sería el de Wahbi Khazri, mediapunta del Bastia y uno de los jugadores más importantes del club corso en las últimas temporadas. Con Khazri, el Girondins por fin conseguía a un futbolista que pudiera paliar la baja de Gourcuff y, sobre todo, de Obraniak, cuya salida en 2013 al Werder dejó al equipo sin ningún futbolista de su perfil para poder actuar con el balón. Sagnol, además, pediría la vuelta de Jaroslav Plâsil, quien estaba cedido en el Catania, pero no tenía la intención firme de volver al fútbol francés. Con dos jugadores tan técnicos, se obviaba que tanto Khazri como Plâsil eran sinónimo de cambio de estilo. Un estilo con balón, lógicamente. El exjugador del Bayern no pudo frenar la salida de Lucas Obran al Valencia, pero para cimentar su potente juego por las bandas –que tenía como máximo valedor a Digne como lateral izquierdo en la sub-21– fichó a Diego Contento, un lateral muy ofensivo que se complementaría con Mariano y Faubert en la derecha. En defensa, los fichajes de dos centrales jóvenes y con un buen juego de pies como son Pallois e Ilori harían definitivo esta innovación del técnico francés.
El Girondins empezó la Ligue 1 sorprendiendo por su juego y su valentía. Victorias como la goleada por 4-1 al Mónaco o el 1-3 en Niza han provocado que esté siendo una de las revelaciones en este inicio de Ligue 1, solo superado en números por el Olympique de Marsella de Marcelo Bielsa. El único problema que se puede vislumbrar en este equipo es que tiene muchos problemas a la hora de jugar ante rivales replegados que le plantean mucha velocidad al contragolpe, algo que ya le sucedía mucho a Sagnol en su etapa en la selección francesa sub-21. Él, conocedor del fútbol europeo, plantea distintas variantes por partido. Puede jugar con el balón de por medio, con Plâsil-Sertic en el centro del campo, o por el contrario, potenciar los centros y las llegadas por las bandas de Mariano y Contento para que Diabaté remate dichos centros, y aumentando la llegada de jugadores como Khazri o Poko.
Generalmente, Sagnol ha optado por un clásico 4-2-3-1. Carraso es indiscutible en la portería y Mariano y Contento lo son en los laterales. Dependiendo del contexto del partido, los centrales titulares son Pallois e Ilori, aunque Sané a gran nivel es una medida defensiva importante, acentuado por la posibilidad de verle jugar como mediocentro, algo que ya vimos, aunque con poco éxito, en el partido ante el Guingamp.
Ese 4-2-3-1 con balón en transición suele tener a Plâsil como motor del equipo. Por las botas del checo pasan todos los balones jugados, y al ser un jugador de tanta calidad, suele combinar con Khazri. Cuando ambos se juntan, el juego del Girondins sufre un cambio radical. Se convierte en menos previsible y las superioridades por las bandas son claves para generar las constantes superioridades con las que Sagnol busca evitar los contragolpes que tanto daño le hacen al equipo. En este 4-2-3-1, generalmente ha sido Poko el que ha acompañado a Plâsil. Cuando han jugado Sertic y Plâsil, el equipo se ha roto a la espalda de los mediocentros. Ambos son más decisivos con el balón que sin él y, además, si los extremos bajan muy poco a ayudar en defensa –Maurice Belay es quien hace normalmente estas ayudas defensivas–, el daño puede ser mayor. Así se le han escapado partidos como el del Bastia en casa o la derrota ante el Guingamp, en que los goles llegaron por las bandas.
El Girondins se caracteriza por ser un equipo rápido con el balón y eficiente en transición ofensiva. Tanto Khazri como Rolán y Touré son futbolistas que parten de una posición que no es fija. Las permutas de Khazri y la velocidad al espacio de Touré hacen que este equipo también pueda abusar en determinadas fases del partido del balón aéreo, permitiendo dos variantes de juego. Con balón aéreo, es constante el aguante y la altura de Diabaté para permitir las llegadas de los tres mediapuntas. Y también para rematar los centros laterales que tanto daño hacen a los rivales con ese dos contra uno en la banda en el que tanto hincapié hace Sagnol.
Con un esquema tan definido con balón y una presión tan alta, el Girondins es un equipo que encaja pocos goles por partido, pero concede muchas ocasiones. Carraso está realizando una temporada magnífica en la portería y esa está siendo una de las claves del equipo. Ni Ilori ni Pallois están rindiendo a un nivel pleno, por lo que aunque ya ha jugado ante el Saint Étienne y el Mónaco –reuniendo cuatro puntos de seis posibles–, es pronto para conocer cuál es el verdadero potencial de este equipo. Todo dependerá también de Rolán y Diabaté. El primero está siendo la revelación de este inicio de Ligue 1, quizás junto al canterano Touré –una bala por la derecha–, pero el segundo, que es el que más necesita el equipo, no ha empezado el campeonato de la mejor forma posible. Si ambos superan la decena de goles y, en defensa, Palois e Ilori dan estabilidad a su espalda, es probable que esta temporada, de la mano de Sagnol, el Girondins recupere la senda del triunfo y vuelva a Europa. O quizá pelee por el título, igualando la temporada en la que los de Chaban Delmas consiguieron ganar la Ligue 1 hace seis temporadas.
En definitiva, un Girondins que ilusiona en una temporada que se esperaba bastante complicada, pero que de momento ha dado más alegrías que tristezas.
* Andrés Onrubia.
– Fotos: AFP – Getty Images
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