Llevan tanto tiempo con nosotros que son como de la familia. Nadie recuerda cuándo ni cómo llegaron, pero se acabaron instalando entre la multitud. Aparecen, ganan, pierden, desaparecen, vuelven… nadie les exige un mínimo de triunfos, tampoco se les glorifica si ganan más de lo esperado. Simplemente coexisten y conforman junto a los grandes monstruos (el trío calavera) la enorme pirámide que significa la ATP. Pese a esto, el final es para todos igual, tanto para la primera línea como para las seis o siete siguientes, y cuando el rendimiento se da de baja, el éxito desciende junto a él. Aquí es donde entramos en juego los periodistas, para darles un toque de atención, para recordar que semana tras semana les vigilamos con lupa, y para encender las alarmas en caso de que la situación se mantenga. Estos son algunos de los tenistas que llevan un 2014 negativo, con más pena que gloria y reflejando una evaporación más que preocupante. ¿Acaso alguien les recuerda levantando un título?
Estos son solo cuatro ejemplos de jugadores que han levantado el pie del acelerador viendo cómo el vehículo que manejaban ha perdido velocidad, ha ganado en comodidad o directamente, les ha reventado el motor. Pero hay más, por ejemplo en nuestro país. Tenemos a Tommy Robredo, ese hombre que se negó a principios de años a disputar la Copa Davis porque quería entrar entre los diez primeros, para luego ver cómo era incapaz de defender sus dos coronas logradas en 2013 (Casablanca y Umag), cómo los Grand Slams le despedían en octavos de final, cómo un todoterreno llamado Bautista le adelantaba por la derecha o ya, dentro de la gira de tierra batida –su especialidad–, verle caer ante hombres tan poderosos como Rosol (42º), Giraldo (84º) u Olivo (282º). Tampoco se libra Fernando Verdasco, aunque el palo aquí va más hacia su entrenador. El madrileño levantó en Houston un título tras cuatro temporadas en blanco y contrató a Thomas Enqvist para seguir con los buenos resultados. Desde aquel momento, 13 victorias y 11 derrotas, siendo su mejor resultado las semifinales de Gstaad y Bastad y acumulando hasta cinco derrotas con gente que habitaba fuera de los 80 primeros del ranking ATP. Bienvenido sea el cambio, decían.
Pero hay más. Desde tierras francesas nos llega otro elemento, Gilles Simon, y desde Rusia, Mikhael Youzhny. Ambos tienen balance negativo durante el curso (19-21 el francés y 13-18 el ruso) y ninguno sabe lo que es entrar en la disputa por un título desde la temporada pasada. Simon, pese a alcanzar la tercera ronda en todos los Grand Slams, ha visto cómo se le ha quedado grande la pelea contra los de arriba (1-6) y cómo los de abajo han dejado de ser inofensivos (seis derrotas ante jugadores fuera de los 70 primeros). Su mejor resultado lo encontramos en Niza, en casa, donde cayó en semifinales ante el peligroso Federico Delbonis. El francés lleva ocho temporadas alcanzando siempre alguna final y siete ganando al menos un título. Le quedan dos meses para no estropearlo. Por otra parte, Youzhny tiene su mejor resultado en los cuartos de final que hizo en Dubái, impropio para alguien que el año pasado salió campeón de Gstaad y Valencia. Sus 32 años y su falta de motivación parecen un hecho indiscutible para citarlo como excusa a su bajo rendimiento, el cual tocó fondo en territorio slam: una victoria en Melbourne, una en París, una en Londres y ninguna en Nueva York.
Podría nombrar a muchos otros de no tanta repercusión, pero que, como los anteriores, han decidido bajar el pistón en sus revoluciones, ya sea por decisión propia o por obligacion de la maquinaria. Jerzy Janowicz ha pasado de ser el nº 14 a ser el nº 52 en tan solo unos meses después de que las semifinales de Wimbledon logradas en 2013 dejaran de ser un regalo para transformarse en una carga imposible de sostener. A esto súmenle nueve derrotas consecutivas (de febrero a mayo) y diez eliminaciones en primera ronda durante el año. Otro caso diferente podría ser el de Andreas Seppi, ya en otro escalafón distinto a los expuestos hasta el momento. El italiano pasó de luchar por ser un potencial top-20 a pelear por estar entre los cincuenta primeros. Lleva más de veinte pruebas sin pisar unas semifinales y su triunfo más considerable fue en la primera ronda de Montecarlo, ante Youzhny, cuando el ruso era número 15 del mundo. De entrar en esta lista se ha salvado a última hora Jo-Wilfried Tsonga, quien arregló su nefasta actuación con el título en Toronto. Poco se habla ahora del tapón que el francés había puesto en octavos de los torneos de Grand Slam desde hace dos Roland Garros, cita en la que empezó a acumular una racha de derrotas escalofriantes ante los diez primeros de la clasificación (0-8). Pero como bien hemos dicho, todos esos fantasmas se evaporaron en Canadá con victorias al hilo ante Djokovic, Murray, Dimitrov y Federer. Fue su segundo Masters 1000.
De la quema se salvan, faltaría más, los afectados por las lesiones, una apartado que ha se llevado a unos cuantos por delante esta temporada: Juan Martín del Potro (muñeca), Nico Almagro (talón), Tommy Haas (hombro), Florian Mayer (ingle) y Janko Tipsarevic (pie). Y en menor gravedad: Rafa Nadal (muñeca), Aleksandr Dolgopolov (rodilla), Juan Mónaco (muñeca) o Benoit Paire (rodilla). Casos aparte, como la degradación de Albert Montañés dando sus últimos raquetazos lejos de los cien primeros, el exilio de Marcos Baghdatis hacia los torneos challenger o la completa desaparición de Nikolay Davydenko (208º del mundo, no juega un torneo desde Roland Garros), quedan apuntados en la recámara para desgranar en otro momento con más tiempo.
Después de leer una y otra vez artículos sobre Dimitrov, Nishikori, Raonic o Cilic, era momento de sacar al estrado a aquellos que no están cumpliendo con su deber, los rebeldes de la escuela. A la espalda quedan enterrados casi nueve meses de competición donde ha habido más llantos que alegrías, más tristezas que celebraciones. Por delante, escasos dos meses de batalla donde poder darle la vuelta a la situación despidiéndo el 2014 de la mejor manera posible. Las oportunidad están contadas, son seis semanas donde la mayoría jugarán una media de cuatro o cinco torneos, dejando la posibilidad de sumar uno más en caso de clasificarse al Masters de Londres. Sus nombres no han dejado de sonar, pero cada vez hay que atinar más para escucharles hablar sobre la pista. En sus manos está que los decibelios vuelvan a subir, que el viento los vuelva a poner en el lugar del cual los ha expulsado esta temporada.
* Fernando Murciego es periodista.
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