España se suicida ante Francia y culmina un desastre histórico

por el 10 septiembre, 2014 • 23:55

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1.- Abro Twitter y leo a alguien muy generoso que dice: “Como leo las crónicas de Guille Ortiz, esto no me pilla de sorpresa”.  Agradezco el piropo, pero dejemos una cosa clara desde el principio: yo, esto, no me lo esperaba. Ni de lejos. Al contrario, creía que el nivel mostrado durante todo el campeonato había sido muy alto, que el cuerpo técnico había funcionado bien y que los errores eran tan obvios que se acabarían solucionando o simplemente se demostraría que no eran errores, sino faltas de apreciación del cronista. No, no lo veía venir, y es desolador, y duele tener que obviar los otros seis partidos y los catorce años gloriosos de esta selección. Pero esos partidos y esos años ya están narrados. Hoy toca explicar lo de hoy.

2.- La teoría en los años anteriores era que España no podía aguantar dos semanas de competitividad extrema, que mejor relajarse en las primeras fases y llegar pletóricos a los cruces. De hecho, hacía ocho años que la selección no alcanzaba las eliminatorias sin perder ni un partido antes. Esa teoría parte, creo yo, del trauma de Atenas 2004, y nos dejó varios partidos horrendos ante las Turquías de turno, pero un montón de medallas y títulos. Eso sí, no convenció a los críticos: qué indolencia la de este grupo, juegan cuando quieren, el entrenador es un títere que les deja tocarse las narices… Igual eso se hacía por algo, y con esto no voy a defender que se juegue a perder, pero en un campeonato donde ganar por veinte puntos a todos tus rivales en la primera fase no sirve para nada es bueno que esos partidos se enfoquen para practicar cosas y anticipar sorpresas sin estar tan pendiente del marcador. Obviamente, no se hizo.

3.- Cuando no salen las cosas, cuando no hay fluidez en el ataque, ni en el tiro ni respuesta del banquillo, hay tres cosas que no pueden faltar: compartir el balón aunque te lo comas –a Francia le pasó varias veces, pero le mereció la pena–, defender como perros y rebotear constantemente. Todo lo que hicieron los chicos de Collet y no hicieron los de Orenga. España no compartió el balón, sino que entró en un ataque de histeria a partir del segundo cuarto que explica en buena medida el 2/22 en triples. No es solo que no entraran, sino que los tiros eran ridículos: Ibaka saliéndose una y otra vez a la línea de tres puntos, Llull lanzando sin tocar el aro, Navarro forzando situaciones a la desesperada… Nunca hubo ese pase de más, ese gesto de confianza en el sistema y en los compañeros. De hecho, a menudo dio la impresión de que no había ni sistema, y así nos iba.

4.- Esa falta de fe en el buen baloncesto, esa ausencia de recursos competitivos para buscar algo más que un continuo pick and roll que hacía de España una versión desmejorada de la actual Estados Unidos, acabó con el equipo, pero no fue lo único. Jugar uno contra el mundo una y otra vez no te ayuda a ganar: perder todos los rebotes y ceder puntos bajo tu canasta te condena a la derrota. La diferencia reboteadora fue tal que causa sonrojo mirar la estadística. Gobert se comió a todos, Diaw hizo lo que quiso, incluso Lauvergne puso su granito de arena con los tiros de fuera y sus 10 rebotes. El temido juego interior de España quedó en nada: Pau Gasol jugó otros 30 minutos lesionado y se dejó todo lo que tenía en el campo: anotó, reboteó, taponó, corrió… a sus 34 años y sus dos anillos de la NBA y su contrato por estrenar con los Chicago Bulls. El resto no siguió su ejemplo.

5.- Empecemos por su hermano. Marc Gasol jugó un partido horrendo. Hay que decirlo y no pasa nada: uno es padre un lunes, viaja a ver a su familia el martes y resulta que el miércoles tiene la cabeza y los músculos en otro lado. Yo he sido padre hace tres meses y créanme que puedo entenderlo. Otra cosa es que un jugador que, razonablemente, no está en el partido tenga que permanecer en la cancha 29 minutos y 37 segundos. No tiene ningún sentido. No defendió bien a Diaw, no cerró el rebote, falló en las ayudas y siguió jugando como por decreto. Uno tiene una plantilla de doce jugadores para estas cosas. Marc es una de mis debilidades y el otro día lo dejé bien claro: es el factor diferenciador de esta selección. Al mal partido de Marc no hubo respuesta, solo un aguanta ahí que acabó en desgracia.

6.- Marc fue el jugador con peor resultado en la cancha, un increíble -14. El siguiente fue Ibaka, con -12. De él hemos hablado mucho, de hecho, hemos hablado tanto de sus minutos y de la calidad de los mismos, de sus gestos y sus miradas al banquillo, que nos hemos olvidado de comentar que el chico no estaba jugando bien. Ansioso, fuera de lugar, empeñado en convertir el tiro exterior en una necesidad más que un recurso, Serge fue de los primeros en entrar hoy en pánico y asumir unos lanzamientos que no le correspondían. Cuando le encontraron abajo –le buscaron poco, como siempre, pero Francia también hizo sus deberes, ojo– falló un mate y luego perdió un alley-oop de Calderón. También puede pasar, es humano. En ese caso, insisto, miras al banquillo.

7.- ¿Y quién había en el banquillo? Felipe Reyes. Felipe Reyes no ya como salvador, sino como síntoma. Tienes 34 años, renuncias a la selección, te convencen para que vuelvas después de un año más que decente, vences unas pequeñas molestias y tu participación no pasa de los cinco minutos anecdóticos por partido. El único día que te dan más, por personales de los otros pívots, metes 11 puntos y coges 4 rebotes, casi lo que ha sumado todo el banquillo español hoy. Reyes probablemente no habría salvado a España de un suicidio así, pero habría impuesto calma y personalidad, habría cerrado el rebote y cumplido con las ayudas, habría sabido cuándo le tocaba tirar y cuándo no y, quizá, con suerte, habría atrapado algún balón en ataque, nunca lo sabremos.

8.- Porque lo que tiene que quedar claro de todo esto, aparte del desastre táctico, físico y mental de España, tan hondo que es casi imposible de analizar, es que el partido de Francia fue perfecto. Horrible, feísimo, pero competitivamente perfecto. Tuvieron su ración de airballs, de posesiones sin tirar y de balones perdidos –hasta 16–, pero cerraron el rebote con candado y aprovecharon en ataque todos los despistes, no solo para coger casi los mismos rechazos que España bajo su canasta –20 por 16–, sino para anotar con cierta facilidad en balones doblados y remontando línea de fondo. Mérito de Collet. Mérito enorme sin Parker y, sobre todo, sin cuatro pívots de calidad como Noah, Mahnimi, Ajinça y Seraphin. El cuarto pívot, que en Francia sí juega, es Florent Pietrus, señores. Ese juego interior es el que se ha comido al español.

9.- Imposible salvar a alguien más allá de Pau, la verdad. Quizá Llull, por su intensidad del tercer cuarto, cuando pareció que a las bravas se podría remontar aquello. Ricky no dominó nunca el encuentro y acabó paralizado, haciendo tiros que todos sabemos que no va a meter. Él, el primero. Navarro se echó al equipo a la espalda con un exceso de precipitación. Rudy desapareció. No sé por qué, pero ni empezó el tercer cuarto ni acabó el último. El pegamento, en el banquillo. De Marc, ya hemos hablado, igual que de Ibaka. Calderón cumplió, pero quizá hubiera cumplido más de base porque Sergio, nuestro querido y esperado Sergio, no apareció cuando le esperábamos. Puede que el golpe en la cadera influyera en algo, pero esto se venía rumiando desde días atrás: cuántas veces hemos dicho que el chico no estaba a gusto, que no parecía disfrutar.

10.- Tres jugadores se quedaron sin jugar ni un minuto: Abrines, Claver y el citado Reyes. Yo no creo que el equipo estuviera especialmente cansado, y cuando defendía las rotaciones no era por quitar fatiga o no solo por quitar fatiga: era también para involucrar a otros jugadores en la dinámica y probar cosas nuevas con ellos. Nada de nada. No se ha intentado lo más mínimo, solo la historia esta de los dos bases más Llull de alero que por momentos resultó ridícula, una vez más, en este partido, con Gelabale y sobre todo Batum campando a sus anchas. Collet se lo esperaba y lo preparó. Orenga no tuvo la visión de guardarse algo distinto y el más de lo mismo esta vez no funcionó.

11.- Lo que nos lleva al entrenador, un tema imposible de orillar. Las críticas que se le han hecho han sido en esencia muy similares a las que se le hacían a Scariolo, por eso las he tomado siempre desde cierta distancia. Creo que tácticamente la selección mostró cosas muy interesantes durante el campeonato, pero siempre, igual que en Eslovenia, con el viento a favor. En aquel EuroBasket se perdieron todos los finales ajustados, es decir, o se aplastaba al rival o se acababa perdiendo. En el mundial ha pasado lo mismo. Probablemente no estaba preparado para algo así y su final ha tenido algo de doloroso, porque uno acaba cogiendo cariño al eslabón más débil de la cadena. Su dirección ha sido inexistente, su empeño en mantener la planificación previa sin cambiar nunca nada, incomprensible. El ataque ha funcionado tan mal como la defensa, sin sensación de que los jugadores supieran qué hacer con el balón. La gestión de minutos, como hemos comentado, mejorable. Orenga fue el hombre elegido para el que iba a ser el torneo más importante de la historia de la selección y ha fracasado sin paliativos.

12.- Juan Carlos Navarro salió al final del partido a decir que “Francia había preparado mucho mejor el encuentro”. No sé si se refería a lo obvio: tres tíos estaban fuera de la dinámica, otro lesionado y otro más con su mujer en un hospital de Barcelona, o si el comentario iba con bala y hablaba del aspecto táctico. Orenga naufragó, pero hay que reconocer que los jugadores se suicidaron: no hicieron las ayudas necesarias, puntearon mal los tiros lejanos y sobre todo se dejaron coger todos los rebotes. En ataque entraron en pánico y ya no hubo remedio. Por supuesto, el papel del entrenador es prever eso, pararlo y templar, pero al entrenador ya le hemos otorgado su parte de culpa. Igual que habíamos dicho muchas veces que era imposible que los jugadores lo hicieran tan bien sin un buen trabajo del cuerpo técnico, vamos a dejar claro que es imposible que un equipo meta 52 puntos en el momento clave del campeonato sin un derrumbamiento de los propios jugadores.

y 13.- Esta es la crónica más dura que he tenido que escribir en años y con todo a muchos de ustedes les habrá parecido tibia porque quieren mandar a Orenga a una isla desierta y yo no me atrevo a firmar la condena. Voy a decir un topicazo que es verdad y me voy a permitir decirlo porque avisé de ello en el primer partido: los campeonatos no se ganan solos, y mantenerse catorce años en la élite no es algo que te regalen. Estos mismos jugadores que en esta crónica aparecen criticados son los que nos han hecho felices durante años y años y años. Son nuestros ídolos y lo serán siempre. Se merecían mucho más que esto y lo saben, y ahora estarán muy cabreados y pensarán que somos injustos en la crítica, como seguro que somos excesivos en el halago, pero al final, conforme pase el tiempo, todos miraremos atrás y diremos “Fue la leche. Todo esto fue la leche”, y mezclaremos el triple de Nocioni con las dos medallas de oro con la canasta de Holden con la exhibición de Heurtel. Simplemente, como decía al principio, hoy tocaba la crónica de hoy. Sin faltar al respeto, pero sin agachar la nariz para ver si no huele. Porque sí, huele. Lo saben ustedes, ¿cómo no lo voy a saber yo?

España 52 (15+13+15+9) Rubio (4), Navarro (10), Fernández (6), P.Gasol (17), M. Gasol (3) -quinteto inicial- Calderón (5), Llull (5), Ibaka (2), S. Rodríguez (0)
Francia 65 (15+20+7+23) Heurtel (13), Batum (9), Gelabale (9), Lauvergne (4), Diaw (10)- quinteto inicial- Gobert (5), Diot (4), Fournier (4), Pietrus (2), Jackson (0)

* Guillermo Ortiz es filósofo y escritor.


– Foto: AP




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