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"Volved a emprender veinte veces vuestra obra, pulidla sin cesar y volvedla a pulir". Nicolás Boileau


Firmas / Martí Perarnau

Notas del lunes – Regresan los ascensoristas

por el 25 agosto, 2014 • 17:14

Roger Schmidt (Moritz Müller)

Junto a Thomas Tuchel, probablemente Roger Schmidt sea el entrenador alemán más prometedor del momento. Su paso por el Red Bull Salzburg resultó impactante. El equipo austríaco, capitaneado por ese goleador insaciable llamado Jonatan Soriano, cuajó una temporada brillante: dictador implacable en su liga, aplastó al Ajax en Europa League e incluso logró golear al Bayern en un amistoso. Más que por su resultados, el Salzburg se distinguió por sus acciones de presión sobre el rival por todo el terreno de juego, bien detalladas por Ignacio Archondo en su visita a la ciudad de Mozart. El Salzburg era un equipo que “mordía” desde el primer minuto al último, desde el delantero centro hasta el último de sus defensas. Un equipo eléctrico, permanentemente en tensión, de una velocidad colectiva sin parangón. Schmidt construyó un conjunto impresionante (continúa siéndolo) y Alemania se fijó inmediatamente en el entrenador nacido en Kierspe: corría el mes de abril y el Bayer Leverkusen ya anunciaba su contratación para la siguiente temporada, la presente.

Y ha empezado corriendo a todo gas. No podía ser de otro modo. Schmidt ha debutado nada menos que en el Westfalenstadion de Dortmund, contra el imponente Borussia, y sus hombres han tardado ocho segundos en abrir el marcador. El equipo de la aspirina llevaba un par de temporadas acumulando talento, pero jugando a un ritmo algo destensado. y eso es lo primero que ha cambiado el nuevo técnico: hoy, el Bayer ya recuerda al Salzburg en su presión intensa e incesante y esa electricidad que desprende en todas las acciones. Su victoria en el estreno liguero ante el cuadro de Jürgen Klopp es una declaración decidida de beligerancia contra los dos grandes gigantes alemanes: el Leverkusen quiere pelear la liga de la mano de este magnífico técnico.

GUARDIOLA Y SUS NIÑOS

Pep Gaudino

Pep Guardiola siente admiración por Roger Schmidt. El momento del Bayern es el opuesto al del Bayer. Ser el equipo con más jugadores seleccionados para el Mundial (con nueve de ellos llegando hasta el último día) pasa factura. Los campeones mundiales más Robben y Dante han debutado en la liga con solo cuatro entrenamientos en las piernas. El año anterior lo habían hecho tras 27 sesiones. La diferencia es abrumadora y se suma al grave problema de los lesionados. Guardiola ha empezado su segunda Bundesliga sin Javi Martínez, Thiago, Schweinsteiger, Rafinha, Ribéry, Boateng (sancionado) ni, por supuesto, Toni Kroos, uno de sus puntales, que el club bávaro no ha sustituido.

Sin siete de los titulares y con los mundialistas con exactamente cuatro entrenamientos en las piernas, el Bayern tiene que salvar como pueda unas primeras semanas de liga muy complicadas. Para la visita del duro Wolfsburg en el estreno del campeonato, Guardiola se encomendó a un niño de 17 años, Gianluca Gaudino, que en lugar de sentirse como un novato mostró el carácter y el talento de los elegidos. Gianni Gaudino es el cuarto jugador más joven de la historia del Bayern en debutar en liga, tras Lahm, Alaba y Højbjerg, y lo que hizo el viernes por la noche tuvo un impacto mayúsculo. Dijo “aquí estoy yo”, se mostró valiente y osado sacando el balón como mediocentro y, por momentos, Guardiola debió verse reflejado como jugador en este joven alemán. O quizás recordó los inicios de Busquets. Así de poderosa fue la influencia del niño Gaudino en el funcionamiento de un Bayern en estado de emergencia. Digo niño porque su imagen es impactante: es la de un auténtico niño.

Entre titulares y suplentes, el equipo parecía un jardín de infancia: Gaudino tiene 17 años, Lukas Scholl aún anda por los 18, Pierre-Emile Højbjerg acaba de cumplir 19, como Julian Green… Juan Bernat solo está en 21 y David Alaba y Mario Götze en 22. Claro, hay un contrapunto: Claudio Pizarro, el eterno. Cuando el peruano Pizarro marcó su primer gol como futbolista profesional (1996, con el Deportivo Pesquero de Chimbote), Gaudino y Scholl ni siquiera habían nacido y Højbjerg y Green aún no sabían andar…

LOS ASCENSORISTAS

Lucho Pep

El primer hincha de Luis Enrique vive en Múnich, decíamos hace unas semanas en el Extra del Club Perarnau que dedicamos al nuevo entrenador del Barça. Y ambos se han visto nuevamente en el empeño de ejercer de ascensoristas. La emergencia del Bayern ha impulsado a Pep a promover de golpe a toda la nueva generación que marcará el ritmo del equipo muniqués en los próximos años. Conociéndole, incluso sin esta emergencia también los habría promocionado, aunque quizás de manera más pausada. E igual ha sucedido con Luis Enrique: ante las ausencias, Munir y sus coetáneos.

El retorno del concepto “ascensorista” es tan vital en el Barcelona como ganar títulos. En los dos recientes años los ascensores se detuvieron por una serie de causas y el club tomó un rumbo vacilante, totalmente contradictorio con el de la década anterior, la mejor de su historia. De pronto, toda la energía que desprendían los chicos de La Masia, ambiciosos por debutar en un Camp Nou que creían especialmente preparado para acoger a nuevas grandes hornadas de futbolistas, se derrumbó por el estancamiento que manifestó la estructura del club. Los ascensores se pararon. El desánimo cundió entre jugadores y entrenadores de las categorías inferiores y no digamos cuando a ello se añadió el conflicto con la FIFA, lo que ahora el Barça denomina bajo el eufemismo de “errores administrativos”, cuando en realidad se trató de un gesto mayúsculo de soberbia y prepotencia presidencial.

Munir Leo (Efe)

Luis Enrique ha reiniciado el ir y venir de los ascensores. Sin ese movimiento, el Barça no es el Barça. A medianoche de ayer domingo, José Luis Colomo brindó en Valladolid por el éxito de ese zurdito que descubrió años atrás en el Rayo Majadahonda. Y con Colomo brindaron tantos otros scoutings anónimos del Barcelona, los hombres silenciosos que patean campos en busca de ese perfil “diferente” que se ajuste a una manera de jugar especial. No mejor, pero sí especial. A Colomo le costó poco valorar el talento de Munir cuando era un niño, pero tuvo que ser persistente y audaz para convencer a su familia sobre la capacidad de progresión que tendría viviendo en La Masia. El debut de un chico joven se festeja en Can Barça por todo lo alto porque significa el triunfo de una pirámide de trabajo que agrupa a decenas de técnicos.

Luis Enrique ha apretado nuevamente el botón de puesta en marcha y no ha sido el único botón que ha pulsado. Como explica Ismael Ledesma en su crónica del Barça-Elche, no era el físico sino el juego. El juego del equipo. Nadie es capaz de vencer por sí solo a otros once. El Messi de los años aplastantes era el último golpe del martillo que hunde el clavo, pero antes del suyo el equipo había dado otros cien golpes más hasta madurar la superficie rival. El de Messi era siempre el golpe definitivo. Luego pasaron mil cosas ya explicadas y se esfumó el equipo y sus cien golpes y con ello, también Messi. El mérito inicial de Luis Enrique, todavía agosteño y pendiente de que se vaya confirmando a lo largo del año, es volver a colocar y manejar los hilos del equipo de tal modo que a Messi le corresponda dar el martillazo final.

CHELSEA, LA VARIEDAD

Costa Mourinho

Los de Mourinho siempre han sido equipos compactos. Su Chelsea actual aparenta ser bastante más que eso. Posiblemente en este momento puntual no haya equipo en Europa con mejores capacidades en la suma de las cuatro fases del juego. Sin duda, los hay iguales o incluso superiores en alguna fase concreta. El Barça o el Bayern parecen ser mejores que el Chelsea en ataque organizado. El Real Madrid o el Borussia Dortmund lo son en transición defensa-ataque. El Atlético de Madrid lo es en defensa organizada. Y quizás el Bayer Leverkusen lo sea en la transición ataque-defensa. Pero en el manejo de las cuatro fases, ninguno de los mencionados posee tanta eficacia global como el Chelsea de hoy.

La cuestión esencial reside en el concepto “hoy”. El fútbol es siempre “hoy”. Mañana las cosas cambian y los equipos son jarrones de cerámica fina, susceptibles de quebrarse con un estornudo. Hoy, sin embargo, el Chelsea domina todas las artes con tiranía.

– Fotos: Moritz Müller – EFE




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