"Se llama genio a la capacidad de obtener la victoria cambiando y adaptándose al enemigo". Sun Tzu
Cuando Pep Guardiola se hizo cargo del Barça, nadie en su sano juicio imaginaba el balance final que presentaría tras cuatro años como entrenador. De hecho, los augurios no le otorgaban más de cuatro meses en el cargo. A la afición parecía bastarle con que el vestuario recuperase el pulso, abandonara la autocomplacencia que le había llevado al abismo en apenas dos años y sacase provecho adecuado del talento que destilaban Messi, Iniesta, Xavi y compañía. Nadie le exigía pleno de títulos a Guardiola, ni él prometió otra cosa que correr, persistir y pelear, ante lo que aconsejó abrocharse los cinturones. El 80% de los encuestados se mostraba escéptico ante el recorrido del nuevo técnico e incluso, de haber votado, probablemente el propio Guardiola habría elegido la misma casilla: la del escepticismo.
Cuatro años más tarde, aquellos augurios parecen un chiste que resulta conveniente recordar en estos balbuceos del camino que emprenderá su sucesor. Porque ¿dónde se sitúa el listón para medir el éxito de Tito Vilanova? En mi opinión, dicho barómetro de medición debería componerse de dos vertientes: la competitividad del equipo y la fidelidad al modelo de juego. Sin duda, los títulos influirán en el balance que obtenga la gestión de Tito, pero conviene decir antes de empezar que el ratio obtenido por Guardiola (13 de 18 o 14 de 19, según vaya la Copa) es estruendoso e inédito, tan excepcional que lo convierte en irrepetible.
Lo que deberá pedirse al Pep Team 2.0 será que compita como su predecesor: luchando todos los partidos como si fuesen el último, para así llegar lo más lejos posible. El de esta temporada, incluso con sus defectos y cierta sordina, lo ha conseguido, pues a los tres títulos obtenidos más un posible cuarto añade la pelea agónica contra los palos y el Chelsea en semifinal de Champions y la batalla, solo perdida en el último momento, frente al Madrid en Liga. Es decir, han competido hasta la línea de meta. Esto mismo se le pedirá al equipo de Tito. Y que lo haga manteniéndose en el mismo camino conceptual de juego -de lo que no cabe dudar-, pero encontrando las respuestas a las nuevas preguntas que le plantearon a Pep. ¿Qué hacer ante el autobús que planta un equipo Top? ¿Cómo quebrar el espinazo de esas defensas de hierro que te regalan las bandas para poblar el centro? ¿Cómo defender mejor con menos defensas? ¿Cómo golear aún más teniendo pocos goleadores? Es probable que algunas de estas cuestiones empiecen a resolverse con los cambios de plantilla que se avecinan, pero no solo pasa por nuevos nombres. Sin duda, pasa por nuevas variantes sobre la misma idea. El reto no puede consistir en ganar más títulos que Pep, sino en avanzar por el mismo camino sin desviarse.
– Foto: Andreu Dalmau (EFE)
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