Hace más de medio siglo, Dante Panzeri, periodista deportivo argentino, y Carlos Peucelle, subcampeón del mundo con Argentina el 1930 y posteriormente, como técnico, uno de los padres de la Máquina de River Plate, confeccionaron un trabajo sobre la táctica y la estrategia en el cual se podía leer, entre otras cosas: “En el fútbol no existe ordenación posible que gane los partidos sin depender de la capacidad individual de los jugadores. El plan es el jugador y las circunstancias”. Estas dos herramientas son clave en el trabajo de los entrenadores: los futbolistas disponibles y el contexto. Sería bueno tenerlo en cuenta cuando se hace un análisis sobre el trabajo de un técnico. En la misma línea, hace medio año, en una conferencia en Buenos Aires, un entrenador manifestaba ante su auditorio: “El fútbol pertenece a los futbolistas. Nunca, nunca lo podemos olvidar. Podemos tener clara una idea, como jugar, pero entonces el árbitro silba y dice: ‘Empezamos’, y nosotros (refiriéndose a los entrenadores) aquí pintamos cuadros. No pintamos nada”. Era Pep Guardiola.
El perfil de los jugadores, el hambre que tengan sobre el campo, su edad, su estado físico, el punto donde se encuentre su carrera y lo que han ganado, entre otros, son elementos importantes en el proceso de valoración de las prestaciones de un equipo. Como también lo son el hecho de encontrarnos en el inicio de un proceso, en medio de un ciclo o en la parte final de una época. O si la herencia que se recibe es tan descomunal como la que ha recibido Gerardo Martino, por ejemplo. Porque las transiciones después de grandes ciclos victoriosos (el Barcelona tiene un ejemplo reciente) suelen provocar turbulencias, por culpa de la lógica desaceleración, que lo engulle todo y dificulta mucho volver a la excelencia. Normalmente, y le ha pasado a los diez o doce equipos que han marcado una época en el fútbol, suelen transcurrir un par o tres de temporadas de transición (en algunos casos más) para volver a acercarse al nivel de referencia. Sería conveniente no perder de vista esta perspectiva cuando analizamos al actual Barça. Como sería conveniente no comparar el partido contra la Real Sociedad (3-1), para poner un ejemplo, con los mejores partidos del Barça de Guardiola; como no lo habría sido comparar el juego y el resultado de los equipos que dirigió Pep contra el Racing y el Getafe (los dos 1-1) el 2008 en el Camp Nou, con alguno de los mejores partidos de la época de Johan Cruyff. No hagamos trampas al solitario.
Es cierto, el entrenador tiene su parte de responsabilidad en el proceso de propuesta y construcción del equipo. A través de la táctica tiene que buscar desordenar al contrario, generar y aprovechar espacios, pero dejando margen de libertad (y libertad significa responsabilidad) a los jugadores, porque de la asimilación, la interpretación y la ejecución que hagan ellos dependerá el nivel de éxito. Guardiola, por ejemplo, creía ciegamente en las virtudes de generar superioridad en el centro del campo, y desarrolló esta idea hasta crear un marco idóneo para Messi, trayéndolo de la banda al centro. Pero tal como explicó en su conferencia en Buenos Aires: “Esta es mi idea, que es tan buena y legítima como cualquier otra”. Peucelle ya decía que “todos pueden ser buenos o malos planes. Si se usan de forma variada y elásticamente pueden ser buenos (…) pero ninguna estrategia es buena usada sin interrupción”. Martino está pilotando una transición y ha entrado y salido de zonas con turbulencias. Pero sabe lo que busca, la variedad a la que se refería Peucelle, y la realidad es que los cambios necesitan de tranquilidad, buenos alimentos y la confianza de todos los implicados en el proceso.
* Martí Ayats.
– Foto: Lluis Gené (AFP)
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