"La clave del éxito no es jugar como un gran equipo, sino jugar como si el equipo fuera una familia". Stephen Curry
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El Betis comienza a agotar las opciones de permanencia que le quedan en la Liga BBVA, aunque la realidad es que ahora, con Gabi Calderón, languidece de forma muy distinta. Aunque los resultados no reflejan una gran mejoría, al menos no la que el Betis necesita, sí es cierto que el técnico argentino, acentuando algunos conceptos, ha logrado un equipo mucho más competitivo, un conjunto que sabe y puede maquillar las deficiencias técnicas y tácticas que han acompañado al Betis durante toda la temporada.
El gran aporte de Gabi Calderón no ha sido táctico; su gran contribución al plantel, como los propios jugadores confirman, ha sido en el aspecto anímico. Ha logrado revitalizar el grupo, ha conseguido exterminar la actitud pusilánime y les ha hecho creer. Y sobre todo, tras seguir cayendo, les sigue insuflando optimismo. El Betis afronta los partidos de forma distinta. Ya ofrece una mayor resistencia que la de sus huesos. El equipo ha mejorado sus prestaciones físicas y las exhibe con generosidad en cada encuentro. A los verdiblancos se les ve dañados en su orgullo, y el descenso de brazos y cabeza ya es menos habitual.
La mejora bética también viene generada por una mejor explotación del potencial de su plantilla. Jugadores que parecían desahuciados y cuyo rendimiento rozada lo pudibundo, ahora son importantes. Son varios los futbolistas que han experimentado un crecimiento en su nivel, situándose en cotas más acorde al talento presupuesto. Por otro lado, las incorporaciones en el mercado invernal han mejorado cualitativamente al equipo, reforzando zonas tan importantes como necesarias. Los tres –Adán, N’Diaye y Leo Baptistão– son capitales actualmente en el conjunto verdiblanco.
Tácticamente, Gabi Calderón se ha mostrado móvil, pero no del todo eficaz. Él no ha logrado desde la pizarra erradicar casi ninguno de los problemas que el Betis viene repitiendo casi de forma rutinaria. Todo lo contrario, en algunos casos los ha potenciado, aunque el cambio de actitud y las mejoras individuales antes mencionadas neutralizan dichos problemas. El Betis sigue siendo un conjunto que tiene su deslumbrante debilidad en los costados, y con Calderón el repliegue de los extremos ha pasado a ser más timorato. Las ayudas en los sectores laterales se han visto reducidas. Y esto les ha costado puntos.
La llegada de N’Diaye ha hecho menos habitual en el doble pivote la pareja Nono-Lorenzo Reyes, que se ha mostrado inconsistente defensivamente y mejorable en términos de construcción de juego durante toda la campaña. De hecho, el gran rendimiento del francés ha otorgado al Betis la solidez que ha añorado durante el presente curso. A este aspecto ha contribuido la mejora experimentada por los centrales en las últimas fechas. El número de concesiones se ha reducido muy significativamente.
A nivel ofensivo el Betis ha carecido y sigue careciendo de una línea maestra sobre la que construir una idea de juego. Se han mezclado discursos futbolísticos, obteniendo un coctel insípido. Se ataca por inercia y con la pretensión de imponer el talento individual, y a veces funciona, pues son esas las cosas que tiene disponer de hombres como Rubén Castro, pero está lejos de ser lo recomendable. El volumen de ocasiones que generan los verdiblancos no es pequeño, pero la calidad de las mismas sí es de un margen mejorable.
Aun así, con las mejoras experimentadas y con las deficiencias que aún permanecen, es importante para el fútbol español que el rumbo del Betis ya no sea monocorde; es positivo que los verdiblancos aún generen tardes de merienda de uñas y bufandas, pues esto significa que se niegan a aceptar el que parece estar escrito como su destino, y eso es mérito de Calderón, pues ha logrado revertir el ánimo de sus jugadores y ha sabido explotar de mejor modo el potencial de una plantilla diseñada para no sufrir. Es otro Betis, y el tiempo dirá si cuando acabe la temporada su situación es también otra.
* Miguel Verdugo.
– Foto: EFE
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