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"Entonces marcábamos goles, pero no nos daban trofeos por hacerlo". Telmo Zarra


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La transición silenciosa del Real Madrid

por el 18 marzo, 2014 • 7:54

En física y química se denomina cambio de estado a la evolución de la materia en varios estados de agregación sin que ocurra un cambio en su composición. Por la variación de la temperatura se llega a puntos de fusión o puntos de ebullición que nos llevan de estado sólido a líquido o de estado líquido a gaseoso sin que la materia haya cambiado su componente. La materia varía su forma de presentarse sin que por ello cambie la base de su composición fundamental.

El Real Madrid C. F., referente ineludible del fútbol español y europeo vive en la actualidad uno de los momentos más atractivos para su estudio y análisis en muchos años. Lo que ocurre hoy en día en el club madrileño es algo que parecería impensable algunos meses atrás.

Tras la llegada de Carlo Ancelotti procedente del PSG, el Real Madrid vive momentos de absoluta tranquilidad institucional. El patio, otrora revuelto y convulso, es una auténtica balsa de aceite, a pesar de que los problemas, hasta ayer irresolubles, siguen estando vigentes. Lo que ha cambiado ha sido la forma de percibirlos.

El comienzo de Ancelotti en el Real Madrid no ha sido fácil. En las primeras jornadas, sus máximos rivales, Atlético de Madrid y F. C. Barcelona se distanciaron en la tabla clasificatoria e inciaron la competición en un duelo a dos, quedando el equipo blanco postergado a un papel de tercero en discordia.

El proceso de adaptación de los jugadores a la llegada del nuevo entrenador y su nuevo equipo de trabajo llevó consigo un pequeño espacio de tiempo en el que la pérdida de puntos podía ser asumida como algo consustancial al cambio. Pero poco a poco la realidad del equipo y sobre todo el juego fueron consolidando una estructura sólida y una forma identificativa de un estilo que con el paso de las semanas fue manifestándose como propio del Real Madrid.

Mientras el proceso adaptativo iba teniendo lugar, el debate en la portería del Real Madrid, iniciado tiempo atrás en el período de Mourinho, se mantenía latente. La llegada de Gareth Bale llenaba portadas y creaba un debate que llegó a tomar tintes de ética y moral, dado el enorme importe que hubo de desembolsar la entidad madridista al Tottenham Hostpur por contar son sus servicios. Benzema seguía en su limbo particular, creando situaciones brillantes acompañadas de lagunas preocupantes. Pepe mantenía el tipo y el estilo adquirido años antes, con la confusión entre agresividad y gestos violentos como claro exponente de su perfil futbolístico; Modric, pendiente de llegar, con coletazos de gran jugador pero con la permanente duda de si eran necesarios sus servicios o no. Y la cantera, presente como siempre, pero ausente de protagonismo.

Las ruedas de prensa, duras, seguían siendo una extensión del partido pasado o el comienzo del partido siguiente. La fuerza del argumento seguía estando supeditada al exabrupto y a la anécdota, con una puesta en escena preparada para cerrar bocas en vez de abrir mentes.

Pero poco a poco, en silencio, ese preciado patrimonio que solo se echa en falta cuando no se tiene, la dinámica diaria del club merengue, sin que nadie se diese cuenta, empezó a cambiar.

De a poco, los resultados empezaron a darse. Sin grandes aspavientos, sin ejercicios de grandeza futbolística, sin nada que no se conociera ya. Pero de repente, el contraataque pasó a ser visto con cierta benevolencia, no como un arma de los equipos que se encierran para aprovechar las carencias ajenas (como si eso fuese un pecado). Que el Real Madrid jugase con sus armas pasó a ser parte del patrimonio deportivo de la entidad. Poco a poco, Diego López comenzó a ser visto en la portería del Real Madrid como algo normal y el debate fue languideciendo hasta morir. La presencia de Casillas en los medios dejó de ser una justificación a su situación –o un me voy o no me voy, ya veremos…– para convertirse en una manifestación clara de lo que un capitán debe expresar en relación a su club y sus compañeros.

Pepe dejó de sentirse como un experto manipulador de motosierras para matarte suavemente con su clase de defensa central de primer nivel (lástima que nadie le haya explicado aún quién fue Maceda o José Emilio Santamaría, espejos en los que todo central madridista debería mirarse). Sergio Ramos sigue siendo el que más habla en los medios y también sigue siendo el que menos dice, pero acoplado a una dinámica corporativa que no se le conocía en los últimos dos años. Di María, que se quería ir, pero que es titular y juega y en donde decía digo, ahora dice…. no dice nada. Y el debate sobre la legitimidad de fichar o no a un jugador por 100 millones ha quedado olvidado. Bale forma parte de un tridente con nombre propio, BBC, y marca goles y da asistencias y se lesiona y se recupera y no pasa nada.

Modric, tras la marcha de Özil, una marcha en absoluto traumática para el club, se hace con la batuta del juego creativo y se convierte, silenciosamente, otra vez este verbo de por medio, en el primer referente ofensivo y en el motor de la maquinaria blanca, tanto para el ejercicio del tan denostado, en su momento, contraataque como para gestionar la elaboración del juego con pausa y ritmo. Benzema, del que nadie habla, nuevamente la ausencia de ruido, en este caso inmerecido, juega con la inteligencia de un privilegiado y con el criterio de un virtuoso. Mucho de lo que hace es extraordinario, pero parece que no se nota; mucho de lo que aporta mejora inmensamente el juego colectivo de su equipo, pero no luce como debiera y además mete goles, da asistencias y corre en el momento oportuno, con sus formas, ya no vistas como apatía, sino como adaptadas al momento y la ocasión.

Y Ronaldo, elegido el mejor jugador, aparece con una imagen amable ante los medios. Ya no parece ese niño consentido, más preocupado de sus números y de su pelo, con un ego que abultaba más que sus abdominales.

Ronaldo es jugador de equipo, corre porque necesita correr, es su gran virtud y además empieza a correr por donde debe y no por donde quiere. Sigue siendo el mejor goleador en acciones lanzadas, mantiene su eficacia en golpeos a balón parado y se ha empapado del espíritu de otro gran valor patrimonial del club, Santillana, porque verlo saltar y marcar los tiempos del remate de cabeza es algo extraordinario, solo al alcance de algunos elegidos, como el mítico nueve madridista de otra época.

Y todo fluye, el juego alterno, corto-largo, dentro-fuera, la combinación entre la ejecución individual y los desarrollos colectivos van evolucionando al punto de convertir el juego del Real Madrid en algo complejo y no lineal, en algo imprevisto y difícil de defender, en un producto elaborado y rico en matices. El juego adaptado a las potencialidades de sus jugadores, sin que la variación de algunas de las piezas altere el resultado de optimización final.

Y todo ello, en silencio, sin que se note. Y hoy miramos la tabla clasificatoria y sin saber cómo, vemos al Real Madrid líder, además es finalista de la Copa del Rey y tiene todas las opciones abiertas en la Liga de Campeones.

La realidad del club ha variado de golpe en cuestión de seis meses, el tiempo que ha necesitado Carlo Ancelotti para hacerse con las riendas del club más complicado, del vestuario más rebelde, del palco en el que no se habla de negocios, sino de valores (inmenso Florentino con el juego de palabras: el palco del Bernabéu es el foro en donde más y mejor se debate de valores… bursátiles, valores de cambio, valores interbancarios, valores en toda regla).

Carlo Ancelotti, con un staff completito en cuanto a número, ha acallado todo lo susceptible de ser criticado, ejerciendo un dominio de las formas y de las maneras que nos ha dejado con la boca abierta.

¿Alguien recuerda lo que dijo en la última rueda de prensa? ¿Alguien recuerda lo que ha dicho en alguna rueda de prensa? Difícil, ¿verdad?

Su presencia ante los micrófonos es la de un maestro prestidigitador, de un envolvente que hipnotiza con su verbo fácil, amable, romano, a quien le escucha. Las preguntas hirientes las gestiona con la elegancia de un cavalieri, la polémica la dulcifica al punto que al final de la respuesta nadie se acuerda ya de la pregunta, el punto controvertido del día lo zafa con una sonrisa amable y cuando se le pregunta de fútbol contesta sobre fútbol, sencillo, trasladando al aficionado conceptos masticados para su asimilación inmediata. Nadie le pregunta si el Real Madrid es lo suficientemente grande para desterrar el contagolpe, porque la respuesta, sonreída de principio a fin, convencerá al interlocutor de que el contraataque es un elemento indispensable al contar con jugadores del perfil de Bale, Ronaldo, Marcelo o Di María; ¿por qué renunciar a un proceso que genera tanto beneficio colectivo? Nadie le cuestiona que el mejor portero mediático de la historia sea protagonista en limitadas ocasiones y que su perfil haya cambiado tanto en tan poco tiempo; no es necesario, se ve. ¿Para qué preguntar sobre lo obvio? Que su hijo sea parte del equipo técnico pudo haber sido algo sobre lo que sacar punta, pero resulta que es algo normal. ¿En quién se va a tener más confianza en un circulo cerrado y de tanta presión? Evidentemente en un hijo, formado para la ocasión y con la aquiescencia de todos los demás compañeros de reparto. Todo es susceptible de ser explicado desde las buenas formas, desde los modales, desde el argumento, sin heridos ni prisioneros.

El Real Madrid fluye, la naturalidad se ha apoderado del ambiente. Carlo Ancelotti ha envuelto al club en una crisálida, y dentro de la misma se están gestando los cambios de estado, para convertir al final de temporada al Real Madrid en lo que siempre fue, una mariposa de colores que desde el blanco que lo identifica inunda de impresionismo cualquier estadio de fútbol. Carlo Ancelotti está creando un equipo ganador desde la naturalidad y desde el silencio. Y en tiempo récord.

Pero, veamos qué ha ponderado el entrenador del Real Madrid y cómo ha usado los ingredientes a su disposición para llegar al momento actual.

No es la primera vez que Ancelotti sustituye a José Mourinho, ya lo hizo de forma indirecta en Chelsea y es sabedor del legado que deja el de Setúbal.

Mourinho es un entrenador que da mucho que hablar, se habla de todo lo que dice, de todo lo que interpreta, de sus movimientos y de sus gestos, pero de lo que menos se habla es de su trabajo como entrenador, de sus desarrollos específicos. Lo más que se llega es a etiquetar su trabajo metodológico con un título grandilocuente como periodización táctica.

Pero Mou ha dejado un enorme legado técnico en el Real Madrid, ha sembrado muchos conceptos de los cuales hoy Ancelotti está sacando partido.

El período transitorio entre la salida de uno y el inicio del ejercicio del otro permitió madurar aspectos importantes que aún hoy se siguen viendo en el Real Madrid, pero con otros ojos, desde el prisma que le interesa a su actual entrenador.

El Real Madrid es un equipo muy sólido defensivamente, realiza el proceso defensivo con una intensidad extraordinaria, sus jugadores viven el momento de defender y se les nota. Su objetivo es robar el balón para atacar o contraatacar, pero lo hace desde otro prisma. Con Mou se dejaba la inciativa de la gestión del balón al rival para dimensionar el juego desde una posición no protagonista, robar la pelota y dar el zarpazo inmediato sin perder tiempo en prolegómenos o sutilezas. El objetivo era claro, ganar; la forma elegida, ganar pronto; en pocas palabras: llegar y marcar.

Básicamente ese era el mensaje, pero para desarrollarlo se dotó al equipo de argumentos sólidos que quedaron realmente enraizados en el estilo y el hacer del equipo madridista.

Esa raíz se sigue viendo hoy, pero el matiz defensivo es más amplio. Se defiende en un posicionamiento más alto, con una formación diferente, por lo que se ocupan espacios defensivos distintos, pero el ejercicio del procedimiento defensivo es igualmente intenso y radical. En la línea defensiva, Arbeloa sigue siendo un adalid del protocolo defensivo, sus virtudes salen a relucir igualmente con Carletto del mismo modo que ocurría hace pocos meses con Mou. Pepe sigue siendo ese jugador contundente, pero ya no es ese personaje odioso, vulgar y agresivo más atento a la mezquindad que al juego (a pesar de que en algún partido que otro hizo gala de algún ramalazo aún sin controlar); y Ramos parece consolidado y con argumentos claros de defensor comprometido y de inciador del juego ofensivo con sentido del deber. En el otro lado, Marcelo aprobando y Coentrao aportando su granito, a pesar de ver que sufre tanto por sí mismo como por la falta de interacción con sus más inmediatos compañeros, principalmente Di María, con quien forma un tándem de alto riesgo defensivo.

En el medio del campo, Xabi Alonso, más caballero que nunca, con una imagen muy cuidada y regalando glamour en los medios, sigue siendo ese jugador que se pega con todo lo que se mueve pero no se nota, porque sabe cómo ser contundente y sabe que el dolor es el mismo, pero las formas cuentan. Cerca, muy cerca, Modric ejerciendo de un todo complementario, todo lo hace con un sentido de colectividad, de crear interacciones que suman, que multiplican. Su esfuezo físico es innegable, fruto de haber vivido en ambientes hostiles en donde había que poner músculo sí o sí, pero ahora con preceptos más renacentistas, no tan góticos. Y Di María, consolidando su posición como centrocampista, sufriendo su falta de criterio defensivo, pero compensando su desconocimiento con entrega y rigor competitivo, a pesar de las polémicas y a pesar de una falta manifiesta de cultura deportiva. Carletto le ha entregado la titularidad y el argentino ha ido poco a poco respondiendo a los requerimientos, sin que a nadie le importe que en un momento dado se sintiese más monegasco que madridista. Y arriba un trío de lujo. A pierna cambiada, CR7 y Bale, corriendo hacia adelante, pero también hacia atrás. Nuevamente el espíritu de la costumbre instaurado en su momento por Mou vuelve a ser un activo en los desarrollos de Ancelotti. Y Benzema sumando en un rubro que antes ni se planteaba que existía. Fruto de la confianza, del clima de trabajo y de la credibilidad en sus virtudes, el francés se ha sumado a la fiesta generando mucho y regalando perlas que a poco que nos fijemos serán del consumo de todos.

Y alrededor de los nombrados, un Diego López dueño de la portería en la liga y con un rendimiento impoluto, a pesar de algún gol colchonero, dando estabilidad a todo un sistema de relaciones que empieza y acaba en él. Y Casillas, dueño del marco en Champions, alargando su leyenda de imbatibilidad y sumando con una actitud que se empieza a acercar a lo que debe ser un producto de la cantera de valores que sí existen en las bases madridistas, que no en el palco, muy a pesar de lo que diga el excelentísimo señor presidente, dueño únicamente de su verdad.

Ancelotti maneja la organización defensiva adaptada a la nueva idea de atacar, con mucha gente participando alrededor de la pelota, tanto cuando la tiene como cuando no y generando los contextos adecuados para que se manifiesten las virtudes más relevantes de sus jugadores y las no tan visibles y notorias. Y con un componente determinante: no pasa nada cuando se ausenta uno y juega otro.

Si está Carvajal, se nota su presencia, no la ausencia de Arbeloa; si está Varane (apuntémosle a Mou el tanto de darle el protagonismo que se merece a este chico con el perfil que antaño mostraran grandes centrales de la historia madridista. A este sí hay que decirle quiénes fueron aquellos a los que ha de superar), no importa quién se ausente. En el medio del campo, la ausencia del alemán Khedira ha sabido compensarla Ancelotti con la participación de otros jugadores que completan la línea más relevante del juego ofensivo del equipo. Aquí, al margen del valor incuestionable de Xabi Alonso, la figura de Modric se eleva como la del gran director de orquesta. Su facilidad para entender el juego en todos los sentidos del mismo y la confianza adquirida le dan un plus que revierte directamente en el juego del equipo e incrementa el valor de los jugadores que participan por delante de su posición.

Además, la impactante llegada de Isco, quien inició la temporada rompiendo moldes y ahora poco a poco vuelve a dejar sentir su talento en el juego de su equipo, está siendo una de las entradas más atractivas del presente y futuro inmediato del cuadro blanco. No tanto Illarramendi, joven jugador con tremenda partitura que poco a poco irá adaptando su bisoñez en el más alto nivel con un fútbol de creador y regista en fondo y forma.

Finalmente llegamos a la línea más visible y relevante. Con Bale adaptado a la posición de extremo derecho, con acciones sencillas asumiendo su papel cada vez más protagonista y con Benzema operando con precisión quirúrgica en la ejecución de la suerte final y colaborando con una creatividad salpicada con pequeños toques de magia, Cristiano Ronaldo encuentra el foro adecuado para mostrar lo mejor de su repertorio futbolístico y su mejor cara como líder. Ejecutor de ejecutores, es el máximo goleador y el que a día de hoy marca más goles desde las diferentes suertes que ofrece el juego. Rematador lejano, cabeceador preciso, oportunista de área, dominador del uno para uno; ha añadido una faceta que era desconocida en él, el pase de gol, el regalo del impulso final.

Todo, desde la base creada en el tiempo que Mou ha trabajado en el Real Madrid, pero con la impronta de un Ancelotti que ha conseguido generar valor añadido en todas las facetas del juego.

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El Real Madrid empieza a parecerse a lo que realmente siempre fue, un garante del fútbol creativo, adornado de la caballerosidad de quienes entienden el deporte como lo que es, la confrontación directa de intereses contrapuestos en un campo de juego en el que se debe manifestar una forma y un estilo que identifica no solo el juego sino la esencia misma de quien lo juega.

Pero, como todo, algo falta, la imperfección se percibe aún en los contenidos y procedimientos de un Real Madrid que posee todo, pero no todo le resulta necesario para llegar a ser el mejor.

Carlo Ancelotti necesitará tiempo para mirar en el vivero madridista y encontrar a las perlas blancas que siempre lucen en el predío de Valdebebas. Este punto, siempre presente en la historia viva del Real Madrid, necesita ser recuperado. Jugadores como Carvajal ya están en disposición de aportar mucho como profesionales de primer nivel, pero otros vienen pisando fuerte y necesitan que se genere el espacio necesario para que su evolución sea la adecuada para su asentamiento definitivo en la élite madridista. Jesé es quien parece tener más opciones de contrastar su valor con minutos de verdad. Morata se ha creado un sitio de privilegio que a pesar de no romper en cuanto a tiempo de juego lo ha llevado a ser valorado como un delantero de alto standing en el mercado europeo, pero con el talento y la capacidad suficiente para poder llegar a ser un jugador relevante en el plantel blanco.

La cantera ha sido en los últimos años el gran déficit que ha mostrado el Real Madrid en todo su desempeño. Jugadores con capacidad para triunfar en cualquier equipo, incluso la selección nacional, y que no han tenido el hueco y la confianza necesaria para regalar al madridismo lo que ahora regalan en las más importantes capitales europeas.

Carlo Ancelotti y su staff técnico están aportando al fútbol mundial la transición más silenciosa que se recuerda entre dos talentos natos de los banquillos del fútbol europeo.

Mou fue invitado a la fiesta madridista desde una perspectiva equivocada: tratar de contrarrestar el poder manifiesto del F. C. Barcelona de Pep Guardiola. En realidad, Mou llegó al Real Madrid para hacer más grande al club, pero su planteamiento se salió del guión futbolístico y se perdió en una maraña de juegos turbios que nunca deberían haber llegado al nivel que alcanzaron. Mientras fue suficiente su labor como muro de contención de un barcelonismo imparable, su puesta en escena incluso pasó a formar parte del valor del club, pero el tiempo y el sentir de un madridismo con un bouquet fino por historia y por paladar hicieron caer por su propio peso todo el andamiaje de turbulencias que rodeaba a la entidad.

Ancelotti ha conseguido en meses apaciguar a la bestia y arrinconarla a horarios irrelevantes. La prensa vuelve a pedir poco a poco fútbol y argumentos y el italiano los regala desde la sutileza de quien sabe esperar. Su formación de futbolista lo coloca en una posición privilegiada, ha sido el gestor en el campo de los sentimientos más elevados de un Sacchi desde el banquillo, pero sobre todo ha sido romanista y ha vivido al lado de líderes que han contagiado con su impronta los ademanes actuales del entrenador madridista. Di Bartolomei no ha muerto en vano, ha contagiado con su espíritu de bravura aterciopelada a su amigo y compañero, y hoy en día Carlo Ancelotti sienta cátedra como líder elegante e influyente en el equipo en el que todos quieren dejar su impronta, pero pocos pueden.

Liderar al Real Madrid desde el silencio protagonista nos recuerda recientes épocas de esplendor con otros grandes que han creado escuela. Don Vicente del Bosque ha sido el último en regalar a la masa un ejercicio de inteligencia en la gestión de egos con consecuencias de éxito rotundo, no en vano es el último entrenador madridista que ha levantado la ansiada Copa de Europa.

Carletto tiene en el maestro salmantino un espejo ideal para rematar su faena. Su inicio ha sido extraordinario y su estampa de entrenador regala optimismo y legitima la figura de un gremio que debe tender a la diversidad, pero con el valor seguro de no olvidar que el grito y el ruido no nos hace mejores.

Carlo Ancelotti nos ilustra desde el segundo plano cómo se gestiona el protagonismo y cómo se regala el aplauso al quien realmente todos vamos a ver, el equipo.

* Alex Couto Lago es entrenador nacional de fútbol y Máster Profesional en Fútbol. Licenciado en Ciencias Económicas y Empresariales por la Universidad de Santiago de Compostela.


– Fotos: Getty Images – EFE




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