Llega el momento de empezar el entrenamiento; los jugadores saltan al campo, donde el entrenador, junto a su cuerpo técnico, los espera con todas las tareas preparadas y las ideas claras sobre lo que buscarán obtener de sus futbolistas durante el tiempo que estos se ejerciten sobre el terreno de juego.
En el deporte de alto rendimiento los resultados serán los que marquen si los equipos o profesionales cumplen con los objetivos previstos. Por esa razón el margen de error de estos será mínimo.
En cambio, cuando hablamos de formación la situación es totalmente opuesta, ya que los resultados, pese a ser importantes, no deberán ser el único factor para evaluar nuestro trabajo. El desarrollo y crecimiento de los jugadores deberá ser nuestra prioridad, buscando el desarrollo tanto a medio como a largo plazo.
Una vez tengamos claro cuáles serán nuestras obligaciones, llega el momento de poner en marcha el plan que nos ayudará a marcarle el camino a los jóvenes que confiarán en nuestras aptitudes para progresar.
Una buena evaluación inicial del grupo será imprescindible para poder identificar los aspectos que deberemos trabajar con nuestros futbolistas durante la temporada. De esta forma podremos detectar las debilidades y fortalezas de cada individuo, así como del colectivo.
Con esa información ya podremos iniciar el plan de trabajo que deberá acompañar a nuestra plantilla en su día a día. No hay un formato estándar para hacerlo, sino que cada entrenador deberá buscar aquel que se adapte mejor a sus necesidades o a su estilo de trabajo.
El técnico debe tener sus ideas muy claras en el momento que inicia el trabajo, ya que si tenemos dudas estas acabaran transmitiéndose a nuestros jugadores y la temporada puede acabar siendo un desastre.
Por poner un ejemplo, si queremos que nuestro equipo sea un equipo que domine la posesión, la planificación será muy diferente a la de un conjunto que quiera jugar al contraataque o abusando del balón largo en busca de la segunda jugada.
Como he comentado anteriormente, cada técnico puede elaborar su propio programa tratando de adaptarlo a sus necesidades. En mi caso, a mí me gusta estructurar el trabajo de los jugadores en tres conceptos (técnica, táctica y sistema) que los futbolistas encontrarán en todas las sesiones.
A continuación, os doy algunos detalles de lo que busco que mis jugadores desarrollen en cada uno de ellos:
En el momento de organizar el trabajo, acostumbro a utilizar ciclos de tres semanas, ya que, en mi opinión, acostumbra a ser tiempo suficiente para que los jugadores puedan asimilar la información, permitiéndome evaluar el su progreso durante este periodo.
Pese a ello, como mencioné anteriormente cada técnico debe analizar a su equipo para conocer el tiempo que deberá trabajar cada ciclo y debe tener en cuenta muchos condicionantes que solo él podrá conocer, edad de los futbolistas, nivel, material del que dispone para trabajar… y que serán claves a la hora de definir su programación.
Una de los aspectos que debemos tener en cuenta es que el programa siempre deberá ser flexible, permitiéndonos de esa forma modificarlo en busca del beneficio del grupo. Alargar un ciclo porque apreciamos que los jugadores no lo han consolidado o bien adelantar un elemento que pensábamos introducir en otra fase son algunos ejemplos de situaciones con las que podríamos encontrarnos.
Una vez el problema está identificado, llega el momento de realizar los cambios o ajustes que la programación pueda necesitar. Este proceso será crítico y se tratará de una prueba de fuego para el entrenador, ya que el técnico deberá mostrar si tiene la capacidad de manipular el programa buscando obtener un beneficio tanto a nivel colectivo como individual de sus futbolistas o , por el contrario, sigue con las pautas marcadas ajeno a las dificultades que están acompañando al equipo.
En ocasiones, esta programación puede venir establecida por los responsables del club, teniendo que seguir las pautas que nos serán marcados a la hora de trabajar. Este hecho no implica que perdamos autoridad como técnicos, aunque sí supone que muy probablemente nos tengamos que reciclar para adaptarnos a todas esas novedades que nos encontraremos y que incluso pueden llegar a ser contrarias a nuestra filosofía.
Si creemos que ante esa situación no vamos a estar cómodos o no vamos a poder trabajar siguiendo las directrices marcadas, la mejor decisión es la de no formar parte del proyecto, ya que querer luchar por cambiarlo e imponer nuestro estilo no tiene sentido.
En otros clubes, donde se le da al técnico una mayor flexibilidad a la hora de trabajar, es interesante que como mínimo tengamos contacto a la hora de preparar nuestra planificación con los responsables de los equipos de una división inferior y superior al nuestro, para coordinar el trabajo que vamos a realizar y los jugadores lleguen mejor formados a las nuevas etapas que les esperan.
Si este proceso entre técnicos no se produce, los grandes perjudicados serán los futbolistas, al tenerse que adaptar tanto a la nueva categoría como a los métodos del nuevo entrenador, pudiendo ser estos totalmente opuestos a lo trabajado hasta ese momento por ellos.
El fútbol es un deporte colectivo, pero no solo dentro del campo para los jugadores: fuera del terreno de juego, los técnicos también deben trabajar en equipo en busca de que el proceso formativo sea lo más completo posible.
Al finalizar la sesión reunimos a los jugadores para preguntarles sus sensaciones sobre el entrenamiento y las respuestas de estos confirman que el trabajo realizado ha dado sus frutos, mostrándole al cuerpo técnico que todas las horas previas al inicio de la sesión han sido claves para que todo haya funcionado como ellos habían programado.
* Enrique Durán es Director Técnico de fútbol base de los Mamelodi Sundowns de Sudáfrica. Anteriormente fue coordinador de la FCB Escola.
– Foto: University of Bath
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