En estos días felices no son pocos los que opinan que el fútbol lo ha inventado el FC Barcelona. Sin embargo, es argumento conocido e irrefutable que el football consiguientemente reglamentado es una iniciativa de los ingleses. La sociedad de la Revolución Industrial puso los resortes necesarios para que este deporte y otros se asentaran entre las clases trabajadoras, en la misma medida que entre las élites aristócratas. Para los primeros, fue una manera de mitigar la testosterona de la creciente masa proletaria que, además, asegurase su rendimiento y productividad y no se dedicara a otros hábitos menos saludables e higiénicos, según Foucault. El deporte aseveraba una buena preparación física que hacía rentar más en el trabajo.
Para los segundos, una forma de controlar el tiempo libre de los jóvenes aristócratas y burgueses más selectos que acudían a los public schools, los colegios más distinguidos de Gran Bretaña. El deporte aquí se presuponía como forjador del carácter de los futuros dirigentes y líderes sociales. No en vano, años antes el propio Duque de Wellington ya pronunció la llamativa frase de que “la batalla de Waterloo se ganó en los campos de Eton (colegio tradicionalista y prestigioso cercano al Castillo de Windsor destinado a las élites)”.
POR EL FÚTBOL A DIOS
Pues bien, la iglesia o, en su caso, las iglesias fueron también unas de las instituciones más importantes en la difusión de este ‘mensaje futbolístico’. Con bastante facilidad para acceder a las comunidades y barrios de trabajadores y, además, con terrenos que podían transformarse en campos de juego, las congregaciones muy pronto se dieron cuenta del ‘valor’ del fútbol para atraer al pueblo hacia Dios. “El párroco -se decía- se disponía a salvar almas con la biblia en una mano y con el fútbol en la otra”. Los curas, sobre todo los jóvenes, utilizaron el arma del fútbol para ahormar voluntades.
Así, miles de clubes y equipos deportivos de los que hoy sólo sobreviven unos cuantos se constituyeron al amparo de instituciones religiosas. El Aston Villa, por ejemplo, tiene su origen en Villa Cross Wesleyan Chapel en 1874; o el Bolton Wanderers, en el Bolton Chirst Church; el Bimingham City, en Trinity Church, o el Everton, ya en 1878, en St. Domingo’s Church, antes de que el Liverpool se desgajase de él. Otros grandes equipos actuales y clubes deportivos nacieron en el entorno de las fábricas. Así el Manchester United, creado al cambiar el nombre del Newton Heath en 1902, y cuyo origen fue la Lancashire Yorkshire Railway Company en 1880; o el Royal Arsenal, vinculado a la fábrica de explosivos y municiones de Woolwich en 1886.
La onda expansiva generada por el fútbol en las islas se extendió rápidamente por Europa y llegó a España de tres formas diferentes. Siempre hemos considerado de forma cierta a Huelva y al Recreativo el club decano del fútbol en su fundación. Ello es debido a que los mineros de Río Tinto ya lo practicaban a finales de 1800, influenciados por la población inglesa que había recalado en sus tierras y en sus suculentas minas. También en Murcia, concretamente en Águilas, datan de esa época los primeros partidos de fútbol no oficiales entre población local y los ingleses que llegaban a esa localidad en los barcos atraídos por el comercio y las mercaderías.
HASTA BOECILLO
Finamente, y esto nos toca más de cerca, está perfectamente documentado que en la última década del siglo XIX los curas seminaristas escoceses e ingleses que llegaban en los veranos a Valladolid y Boecillo -al Colegio de los Escoceses (fundado en 1796), concretamente- ya pasaban sus ratos de asueto practicando deportes como el golf, la natación, el críquet o el fútbol.
Los Reales Colegios ingleses y escoceses fueron creados algunos años antes por Felipe II cuando el monarca inglés Enrique VIII, en su afán de separarse de la iglesia católica y del Papa de Roma, decidió aglutinar el poder político y religioso. El asentamiento del anglicanismo entre el pueblo llevó a la persecución de los católicos que, protegidos por el rey hispánico, fueron invitados a venir a España y crear los Reales Colegios para difundir y defender el catolicismo. De esta manera, los curas y seminaristas comenzaron a poblar estas instituciones en las que, además de la formación espiritual y del alma, también dedicaron su tiempo al cultivo y preparación de su cuerpo.
Si, como ocurriera en tierras inglesas, los párrocos utilizaban el fútbol como herramienta a través de la cual llegar a los feligreses, no es ilógico pensar que ya en esos tiempos intentaran acercarse a los vallisoletanos, y a los boecillanos más concretamente, con un partido de fútbol. Este fútbol que sin duda alguna llegó a tierras castellanas a través de los curas. Amén.
* Santiago Hidalgo es escritor y gerente de la Fundación Universidad Europea Miguel de Cervantes. En Twitter: @santihidalgoch
Fotos: “Seminaristas jugando al fútbol” (Ramón Masats, 1959; Premio Nacional de Fotografía 2004) – “Seminaristas en Econe” (Jean-Christophe Bott EFE) – Copa Clerical (AFP) – Colegio de Los Escoceses de Boecillo, lugar donde ya se jugaba al fútbol a finales del siglo XIX.
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