"La audacia tiene genio, poder y magia. Comienza ahora, ponte en marcha”. Johann W. Von Goethe
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1.- Algún día, un bardo futurista reunirá a un público expectante para hacer a este conocedor de la mítica leyenda de Gelserkirchen. Contará a las masas que un club casi invencible, el que decían que era el más grande del siglo XX, encontraba en las tierras de Bismarck su talón de Aquiles, su melena cortada de Sansón, su kryptonita. Vencedor allende los mares, se transformaba en un disminuido invitado a las fiestas de los anfitriones en Alemania, de las que siempre salía escarmentado. Hasta que un buen día, la suerte le llevó a visitar la ciudad minera y aniquilar en noventa minutos una historia de derrotas.
2.- Un espectador curioso lanzará al bardo la pregunta de cómo es posible que de repente, lo que parecía imposible se convirtiera el realidad. El bardo mencionará los discursos de equilibrio y fútbol espectáculo de Carlo Ancelotti, pero al término de su respuesta se quedará con el término excelencia, que dijera el dueño de todo. Dirá que ese día de invierno bajo el techo del Veltins, el Real Madrid por fin alcanzó la histórica e histérica excelencia. Y contra ello no hay lucha posible en esto del balompié.
3.- En el relato de esta fábula se mencionan tres nombres como adalides de un Madrid implacable, hambriento y por momentos incontenible, que repitió aquella noche el mismo éxito que obtuvo para empezar su marcha por Europa ese año. Cristiano Ronaldo, Benzema y Bale justifican y promueven cada una de las innumerables historias contadas sobre la magia, la calidad y el poderío absoluto que derrocha su fútbol, el cual va mucho más allá de la inabarcable capacidad goleadora del terceto. No les importa ensuciarse las vestiduras para encimar a un contrario y sacarle la pelota de su posesión, en buscar lo mejor para el equipo.
4.- Uno de los versos del bardo remarcará la carrera de Ángel Di María en el minuto 55 para frenar un contragolpe de casi tres para tres del Schalke 04 que precedió al gol que homenajeaba momentáneamente la referencia fundacional del club que hospedaba a los depredadores, es decir, el 0-4. Ni siquiera el esparadrapo, repartido por lo largo y ancho del césped móvil del Veltins, pudo frenar al mejor Fideo como interior, ese que imaginaba en su cabeza Ancelotti cuando le dijo por primera vez que a partir de un día esa iba a ser su demarcación para el futuro.
5.- La mención a Di María no es más que una mínima porción escogida de un abanico de posibilidades para ejemplificar el inmenso trabajo que hay detrás de esta goleada histórica. El Real Madrid hizo tres faltas en el partido en el que ha jugado con mayor intensidad de la temporada, disputándose ese denominativo con la ida de semifinales de Copa del Rey contra el Atleti. Agobiar al rival, como piensa Guardiola, no tiene por qué derivar en la acumulación de faltas. El Real Madrid ha perfeccionado hoy la presión inmediata tras pérdida que más de una vez ya ha expuesto este curso.
6.- En estas historias siempre hay un héroe en la sombra, alguien al que no se premiará con los primeros flashes de la noche una vez acabado el encuentro. Quizás el bardo se habría quedado sin historia si el salto de Iker Casillas no hubiese sido lo suficiente alto o lo suficiente largo para que la pelota de Draxler se estrellara en su costado. Un minuto había corrido desde que la historia había escrito su primer giro melodramático. Ese potencial gol habría trasladado el fervor inmortal de las gradas alemanas a las piernas de sus jugadores que, por el contrario, acabaron desmoralizados.
7.- Y acabaron de tal forma no únicamente por la ocasión fallada (la ocasión, en singular). Sino también por la incapacidad que demostraban de llegar antes al balón que el rival, de luchar de igual a igual ante la bestialidad blanca. El tridente blanco hizo que Santana y Matip no parecieran jugadores del club que va cuarto en la Bundesliga. El Xabi-Luka y Di María hicieron que la decisión de Keller de jugar con Boateng y Neustädter en el medio fuera poco menos que de manicomio. Ni siquiera los muchos metros a la espalda de Marcelo por los que campaba Farfán tuvieron mayor relevancia que la acción del enésimo milagro de Iker.
8.- Por qué no decirlo, la suerte también tiene su parte de importancia en esta, la historia de Gelserkirchen. Porque el toque de Draxler podía haber cogido otra dirección, incluso la asistencia de Cristiano Ronaldo a Benzema pudo no llegarle al francés si Santana no hubiese metido el pie de por medio, como en el tanto de Bale. Y claro, la víctima también ha tenido su razón, porque con un poco más de acierto, no mucho, solo un poco más, la goleada habría sido escandalosamente mayor.
9.- Esa excelencia de la que hablábamos la alcanzó hoy también Karim Benzema. Es indiscutible que la idea de juego de Ancelotti le beneficia sobremanera. Si el equipo, como sucede, tiene la posesión de la pelota y disfruta con ella, Benzema también disfruta. Entiende el juego como nadie, sabe cuándo bajar a tocar, abrir huecos a los demás hombres de ataque, ofrecerse al espacio, en corto. Hasta demostró tener sangre en el robo a Santana en el primer gol. Marcó dos y tuvo otras dos. No creo que el bardo exagere si dice que esa noche de Gelserkirchen fue la mejor del francés en el Madrid.
y 10.- Los goles, sin contar el primero (salido de la fortuna del rechazo), han sido obras maestras. Bale recortando y escondiendo la pelota hasta soltar el latigazo definitivo en el 0-2. Cristiano jugando con Matip hasta superar por fin a Fährmann en el 0-3. La doble pared de videojuegos del portugués y Benzema en el 0-4. La asistencia con mirada hacia el tendido de Ramos en el 0-5. La intensidad en el 90’ de Isco robando para que Cristiano consiguiera el triple-doble en el 0-6. Y la mejor forma posible de acabar con el récord de Casillas, obra de Huntelaar.
* Jesús Garrido es periodista.
– Foto: Dennis Grombkowski (Bongarts)
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