“Una vez salvados, la meta es estar en Europa. El objetivo máximo es la Champions y si no, la Europa League”. Estas palabras fueron pronunciadas por Fernando Roig el día de la presentación de las dos incorporaciones invernales del Villarreal C. F., el centrocampista Óliver Torres y el extremo Joan Román, casi veinticuatro horas después de ganar a Osasuna (3-1) y llegar a los 40 puntos. Dos jóvenes futbolistas con proyección de ser importantes en el futuro, evidente en el extremeño, un tanto más en cuarentena si se habla del catalán. Dos perlas que han llegado a préstamo, en condición de cedidos por parte del Atlético de Madrid y el F. C. Barcelona hasta el 30 de junio, cuando el cierre de transacciones estaba a punto de concluir.
Entre el 30 y 31 de enero se vivieron giros de situaciones, llamadas, ofrecimientos… lo habitual en cada época abierta al mercado y que para el Submarino Amarillo no es ninguna novedad. Sin embargo, en una notable parte de la afición queda la sensación de que no son los nombres que se esperaban y se lanzan muchas preguntas en relación a su incorporación, especialmente por la fórmula en la que han aterrizado en el equipo villarrealense (cesión), su rol y su categoría. En una pregunta se resume este pensamiento: ¿por qué formar a jugadores de otros que una vez concluya la temporada volverán a los clubes propietarios de sus derechos y no apostar por gente de las categorías inferiores?
A esta cuestión el único que puede responder es el propio presidente del club, Fernando Roig, tal vez el vicepresidente, José Manuel Llaneza, o quien se encarga en las últimas temporadas del día a día, el consejero delegado, Fernando Roig Negueroles. Lo que sí se se puede explicar es qué papel pueden tener en el actual Villarreal C. F. tanto Oliver Torres como Joan Román y las soluciones tácticas y de potenciación de la idea de juego de Marcelino García Toral, en un momento de la temporada donde se están acumulando ausencias por lesión (Cani, como el futbolista más importante en este apartado), sanción y una marcha no prevista, pero bien acogida para la economía del club: la venta del internacional paraguayo Hernán Pérez al Olympiacos.
Todo ello unido a la confirmación de la retirada de Francisco Javier Farinós de la práctica profesional del fútbol una vez que el centrocampista valenciano no ha podido superar lo que corta muchas veces la carrera de cualquier deportista, profesional o amateur: una lesión. El exjugador del Valencia, Inter de Milan, Mallorca, Hércules y Levante se operó del tendón de Aquiles en marzo de 2013, tres meses después de regresar en una segunda etapa al club amarillo, en el mercado invernal de 2013.
Sin realizar el verano pasado pretemporada alguna, club y jugador prolongaron su vinculación una temporada más, en una decisión tan plausible como arriesgada. Un jugador que por su jerarquía, personalidad y liderazgo era necesario mantener en el seno de un vestuario más bien novato. En una zona clave para lo que significa el juego, el mediocampo, Marcelino ha estado trabajando durante toda la temporada con tres jugadores, cuando en su diseño de plantilla se preveía la presencia de cuatro: Bruno, Pina, Manu Trigueros y el propio Farinós. De ahí que el malagueño Edu Ramos, con experiencia en primera (bastante discontinúa) y con ficha del filial, ha ocupado ese espacio durante la primera vuelta y puede que lo siga haciendo en lo que resta de campaña.
Cuando el 30 de enero el Olympiacos confirmó el interés en contratar a Hernán Pérez, con dinero encima de la mesa y entendiendo que el objetivo a medio plazo es ser ambicioso, sin hipotecar económicamente la entidad, el club se movió con rapidez para cumplir lo que con la boca pequeña se decía, pero desde fuera todos veían: si se quiere optar por una plaza europea hay que mejorar la plantilla, no solo en calidad, sino en cantidad. La competitividad interna permitirá que la externa se presente domingo a domingo ante cualquier rival, más fuerte o más débil. De este modo, la ambición y el deseo de Fernando Roig se pueden cumplir. Aunque la tarea no es sencilla.
Precisamente, hasta que se produjo la venta de Hernán Pérez el Villarreal no tenía muy claro si reforzarse. Estaba más próximo el no (algo inédito) que el sí. El club está saneado: no debe a nadie, lo que no significa que su liquidez sea desorbitante. Hay flujo de caja, por supuesto, pero cualquier inyección adicional y no prevista ni presupuestada ayuda. De ahí que no se dudara en vender. Al mismo tiempo, se esperaba la total recuperación de Cani y Farinós.
Sin embargo, como tampoco existía margen posterior para mover ficha, se tenía que paliar el riesgo asumido en verano, por lo que todo el departamento técnco y de scouting, una vez consumada la operación con el club griego, se puso en marcha. El cántabro Canales fue ofrecido al club, pues quería gozar de minutos tras su irregular trayectoria en Valencia. El Villarreal le dio el OK al cántabro, pues su perfil era ideal: un dos por uno a Hernán Pérez y Cani, si el aragonés se viera obligado a pasar finalmente por el quirófano para solucionar sus problemas en el ligamento colateral interno de la rodilla derecha. Un solución que parece que se descartará, ya que ha vuelto a trabajar con el grupo.
Pero el Valencia C. F. nunca fue partidario de permitir la salida del exjugador del Racing y Real Madrid al Villarreal. Deudas pendientes del pasado, cuando el club amarillo no quiso sentarse a negociar con los valencianistas el año del descenso a segunda división para vender a su capitán y mejor futbolista, Bruno Soriano, y una situación interna en la entidad de la capital del Turia, que invitaba a no dar más argumentos a los críticos con los actuales dirigentes del club che, impidieron su llegada. Finalmente Canales fue traspasado a la Real Sociedad.
¿Qué alternativas quedaban? Distintas y muchas que se valoraron. Hasta llegar al punto de solicitar la cesión de Joan Román al F. C. Barcelona para cubrir la vacante de extremo que deja vacía Hernán Pérez y la de Óliver Torres, quien puede aportar una dosis de creatividad en el mediocampo amarillo, el gran déficit en los últimos meses, ya sea como volante central, en un rol parecido al de Manu Trigueros, pero siempre acompañado de un medio centro posicional (Bruno o Pina); o como interior, en una posición y papel parecido al que protagonizó Cani hasta su lesión. Porque aunque el equipo sigue en la zona alta de la clasificación, ser el conocido como la revelación supone un peaje: mayor respeto de los rivales y menor capacidad de sorpresa. El talento es el que puede abrir partidos cerrados o que se presentan a contracorriente, con marcador adverso.
En la segunda vuelta, cuando los equipos disputan igual los puntos pero afrontan cada compromiso con mayor dosis de necesidad por lo que se juegan (algunos el campeonato, otros no descender), tanto Óliver como Joan Román pueden servir para estimular a un grupo que, tal vez, una vez cumplido el requisito mínimo de la salvación se ha visto ya saciado. Hambre que sí tienen Fernando Roig y Marcelino García Toral, ambiciosos a más no poder; apetito que sí poseen Óliver Torres y Joan Román. Porque si ambos quieren ser futbolistas deberán pasar por las clases del técnico asturiano.
Que nadie se equivoque, si saben entenderlas tendrán su protagonismo, ayudarán a colmar los deseos de entrenador y presidente y crecerán ellos mismos. Al mismo tiempo equilibrarán la plantilla, darán más soluciones y riqueza táctica y aumentarán esa competitividad diaria que se reflejará en cada jornada liguera. El puesto asegurado en el once, de partida, no lo tienen: si lo consiguen, cuando regresen a sus clubes serán más futbolistas y no los mismos jugadores que llegaron. El Villarreal C. F., como universidad futbolística, es un lugar más que perfecto. El próximo 30 de junio se verá si los deseos de todas las partes se cumplen.
* Pablo Beltran es periodista.
– Foto: Ángel Sánchez (As)
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