"Hay que recordar que quienes escriben para los imbéciles siempre tienen un numeroso público de lectores". Arthur Schopenhauer
Corrían tiempos inmemoriales, en los que ni siquiera se había disputado la primera Copa del Mundo, que ganaría Uruguay. Los encuentros se disputaban con un balón de cuero y los campos todavía no eran de hierba, sino de esa mezcla de césped y barro, típicas de cualquier imagen antigua.
Ladislao Kubala nació en Budapest, Hungría. Su infancia quedó marcada por el sonido de los tanques, las imágenes de soldados alemanes por las calles de la capital y su amor por el fútbol. Apenas había cumplido 10 años cuando se metió en la Escuela de Fútbol de la Federación Húngara. En el 1939, sin haber cumplido la primera docena de primaveras, comenzó su carrera en el Ganz, conjunto que por aquel entonces militaba en Tercera división. Y un lustro más tarde, ya había debutado en Primera con el Ferencváros (hoy en día, quinto clasificado en la OTP Bank Liga). Misma temporada en la que fue llamado para debutar con la selección nacional.
Tras varios pasos por equipos de Europa del Este, su carrera tuvo un antes y un después. Madrid y Barça se fjaron en él, pero una jugarreta de Pepe Samitier, emisario catalán, consiguió que el crack comprara el billete del tren rumbo a Barcelona. Su llegada fue todo un movimiento de masas, la afición se ilusionó a más no poder y las temporadas que se venían pintaban muy bien. Y así fue. Kubala marcó una época en Les Corts y en el Camp Nou. Logró más de una decena de títulos y se convirtió en leyenda, pese a no tener una muy buena relación con la afición. Más tarde, tras su retirada, fue nombrado técnico del primer equipo, pero un mal comienzo de liga le costó el despido.
Y aquí comienza una historia tapada por muchos y olvidada por otros tantos. Kubala solía visitar el lugar de moda en Barcelona, que estaba al lado de la Diagonal. Allí, un día se reunió con tres tipos más: Scopelli, Federico Gallo y Pepe Lafuente, secretario general del Espanyol en los años 50. Entre el periodista Gallo y Lafuente le convencieron para que cambiara el grana por el blanco en su camiseta. En ese mismo establecimiento firmaron el contrato y le pagaron casi un millón de pesetas. Una barbaridad en aquellos tiempos.
Finalmente, tan solo disputó 30 encuentros como periquito. Pero los disputó. E incluso llegó a coincidir con Don Alfredo Di Stefano, otro ilustre de nuestra liga. Estas historias desconocidas por aquí nos gustan. Y mucho. Porque conocer cada rincón, cada momento, cada segundo del fútbol de nuestro país nunca viene mal. Porque la Liga BBVA está compuesta por veinte equipos, los cuales guardan momentos desconocidos por la mayoría y dignos de ser recordados.
* Luis Vallejo Colom.
– Foto: Fuerzaperica.com
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