E-pistolario: A los leones

por el 3 diciembre, 2013 • 22:36

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Mi querido amigo:

Tiempo atrás, metida la reflexión en el texto de una canción llamada Enlightment, el león de Belfast se preguntaba cuál es el sonido de una mano aplaudiendo, bella imagen poética de imposible práctica. Mientras observaba el absurdo en San Mamés, imaginaba al pobre Van Marrison obligado a cantar rap o, en el colmo de la impostura, dedicado a destrozar arias de Verdi por mandato de contrato superior. Desde la reconocida excelencia en el campo donde se le contemplaba extasiado, nadie puede ser forzado a renegar de cuanto le convirtió en distinto, único, jaleado, admirado. Y este Barça que antes flotaba como una mariposa y pegaba como una avispa hoy pena entregado al cuerpo a cuerpo sobre el cuadrilátero donde recibe castigo constante para dejar en evidencia que nunca fue un fajador, sino el fino estilista del tópico. Están dejando sonado al primoroso Joe Louis. Así el panorama, no resulta extraño que se esté liando parda entre las primeras filas de espectadores pendientes del ring, donde el personal muerde el puro que antes paladeó, y cada cazador pega su perdigonada en la dirección requerida por su intuición, seguramente apuntada desde la manía persecutoria que albergue hacia este o aquel. Los hay que buscan excusas, los hay que ya levantan cadalso en plaza para guillotinar a aquellos que, cuatro días atrás, eran unánimemente venerados. Pero existe quien, con evidente intención, habla y acusa de nostalgia irredenta hacia tiempos que no volverán, aquellos días de vino y rosas en los que el maná caía del cielo en constante chaparrón y la sonrisa no abandonaba el rostro del barcelonista ni durmiendo. Cuidado con esos, negacionistas de nuevo cuño que pretenden situarnos en la tesitura de una hipotética, refutable reconstrucción, como si el castillo debiera ser edificado de nuevo desde los cimientos con otros planos, otros materiales, otros arquitectos.

Vamos a ver, no joroben. Años, lustros y décadas vagando con la lamparita de Diógenes en busca del utópico modelo exacto, que resultó ser real como la vida misma una vez conseguida la increíble cuadratura del círculo, y ahora lo van a despreciar por inútil, hay que ser memo. Ahora que hemos compuesto Moondance, Brown eyed girl, Cleaning windows y otras exquisiteces –suerte que a Van no le debe dar por los blogs futbolísticos–, nos exigen bachatas y vallenatos, les quieren convertir en Wilfrido Vargas cantando “mami, que será lo que quiere el negro”. No fastidien. Respeten el modelo, respeten aquella manera de ser y jugar que cautivó al mundo, sean consecuentes y no interrumpamos la música de manera tramposa para interpretar otro son, a ver qué sale. Se trataba y se trata de avanzar dos pasos, exactamente en la misma línea y dirección, nada de recular cuarenta hacia la casilla de salida como si, de sopetón, nos hubieran metido en un juego de la oca donde nadie había pedido mover el cubilete en busca de fortuna, donde nadie desde su sano juicio habría aceptado entrar en tan laberíntico jardín de la pérdida evidente de identidad. Dicen que la masa social siente nostalgia por tiempos imposibles de repetición cuando nadie nota tal pulsión, ni resulta justo advertirlo. Y un cuerno, vamos. Claro, como están tan bien acostumbrados. Claro, como esperaban ganarlo siempre todo… Vale que el fútbol resulta la infantilización constante de argumentos nada reflexionados, pero pretender que nos creamos eso supone ejercicio harto arriesgado o creer que, básicamente, nos chupamos el dedo tras conseguir que dos y dos sumen cuatro. A los leones con ellos. Es el modelo el que anda en riesgo, y se difundió que iba a ser evolucionado, no desmontado de buenas a primeras vete a saber por qué justificaciones, excusas o tonterías. Y en la tarea involutiva que se traen entre manos, les parece incluso necesario apuntar con el dedo al supuesto declive de ciertos nombres y apellidos que presidieron el tiempo de gloria, la estancia en aquel paraíso.

Decía un viejo tribunero de Les Corts que, si nos dejáramos llevar por el sentimentalismo del aficionado al bolero, Kubala aún estaría jugando y que me perdone su memoria por aprovechar la cita. Lógico y natural, incluso de agradecidos parece que se brindara renovación de tipo vitalicio a gente con intachable hoja de servicios y ejemplar comportamiento, señores que sienten el club y han demostrado su compromiso sobradamente en todo tipo de batallas. Ellos serán los primeros, por supuesto, en entender que, llegado el irremediable ocaso, deberán dar un paso al costado para dejar que progrese la savia nueva, aceptar y adoptar otros papeles en la función, quizá no tan rutilantes como antaño pero sí de vital importancia para el buen funcionamiento del vestuario. Hablamos en hipótesis, no usamos el tiempo presente ni pedimos el relevo, no vamos por ahí.

Vamos con el estribillo de que el Barça ha jugado, juega y debe seguir jugando de determinada manera y conocemos todos, de principio a fin, cualquier nota incluida en la partitura de su sinfonía, de sus obras completas. Por tanto, coherencia, y si no logra el sonido de anteriores álbumes consagrados, de aquellos continuos recitales, redondos, espléndidos, al menos que mantenga los trazos de personalidad, la música propia, distintiva, característica. Y para ello, no introduzcamos viento donde había cuerda, no cambiemos de tempo ni la batuta, basta con fidelidad a la personalidad forjada que, vaya evidencia, evoluciona casi de manera natural con el paso del tiempo, que implica madurez y la experiencia para aprender de los errores, evitándolos al seguir la ruta trazada. Muy sencillo, francamente. Al entrenador se le pide que avance pasito a paso, a la directiva que no le den ataques de importancia pretendiendo sonar de manera antitética al legado solo por darse el gusto de parecer distinto, y si algún solista falla, no da la talla, no está por la labor, meritorios y aprendices hay para tomar el instrumento en relevo sin que se resienta la composición global.

El Barça pierde porque no ha sido fiel a su obra, porque no le da la gana mantener todos y cada uno de los puntos específicos de su libreto y queda por ver si es negligencia o la cosa va por encargo. En ambos supuestos, craso error. No me creo tampoco la monserga de haber dado excesivos recitales en La Scala, que nadie en su sano juicio puede cansarse jamás de actuar en las mejores plazas y lograr el aplauso de los públicos más exigentes. Y, por favor, olvidad a Guardiola, dejad de ajustar personales cuentas pendientes –la mayoría, por envidia o por no formar parte de sus santos de devoción– con alguien ausente cuyo legado consiste en haber dado con la fórmula de la cocacola, con los arreglos precisos para el fenomenal pentagrama wagneriano, ya ves, algo que ni siquiera Cruyff logró comercializar. Igual es que ese par no es de la cuerda de los productores de la función y están dispuestos a cualquier truco dialéctico para que les olvidemos, incluso acusándonos de nostalgia cuando nada vincula a la velocidad con el tocino en el momento del análisis presente. Van Morrison es Van Morrison, un gato es un gato y a este Barça le quieren cambiar la piel variándole de momento el disfraz para convertirle en irreconocible. Dicen los yanquis en frase exportada que no arregles nada si no está roto. Aquí no lo estaba, pero parecen empecinados en romperlo desde dentro y encima le echan la responsabilidad a la supuesta presión del entorno, vaya manera de confundir términos, protagonistas y, si los hubiere, culpables de esta progresiva pérdida de identidad. Ciento diez años buscando la manera y ahora la desdeñan a las primeras de cambio, así, como por capricho. A los leones quienes deseen convertir a Van Morrison en Justin Bieber y no sean siquiera capaces de reconocer que esa humorada, esa locura no merecía ser contemplada. Menos aún, ejecutada en la práctica.

Vaya, tiene gracia el asunto. Tanto mencionarlo de manera casi irreverente y resulta que el nuevo álbum de Van lleva por título “No plan B”. Es que no hacía ninguna falta cambiar nada de lo que te ha llevado a la gloria, lo interprete Van Morrison o lo haga Patti Smith –perdón por el juego de palabras e inmortales canciones–. Con el plan A bastaba y sobraba. Olvidar la letra y música del superventas logrado con suprema calidad, francamente, me parece tarea propia de inútiles. Que tengas buena semana por delante.

Poblenou, con la música a otra parte

* Frederic Porta es periodista y escritor.

– Foto: Álvaro Barrientos (AP)




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