Llevaba amagando varios partidos con volver la mejor Juve y rompió en uno que puede marcar el campeonato. El sorprendente pinchazo de la Roma ante el modesto Sassuolo provocaba que el vencedor del partido afrontara el parón liguero segundo en la clasificación a un punto de los de Rudi García, un aliciente más para un partido que respiraba grandeza. Tras protegerse frente al Real Madrid colocando cuatro zagueros, Antonio Conte recuperó la defensa de tres, que ante la baja de Chiellini formaba con Barzagli, Bonucci y Ogbonna. En el centro del campo, Pirlo de regista, Vidal y Pogba como interiores, Mauricio Isla –Lichtsteiner sigue lesionado– y Asamoah de carrileros y en punta el Apache Tévez y Fernando Llorente. Enfrente, el 4-2-3-1 de Benítez, que apostó por Insigne, Hamsík y Callejón como tridente en la zona de tres cuartos por detrás de Higuaín, dejando a Mertens en el banquillo.
La salida en tromba de la Juventus sorprendió al Napoli, que se vio embotellado en su área desde el inicio, incapaz de frenar las oleadas ofensivas de los bianconeri, con infinitos recursos en ataque, nacidos todos de las botas de un Andrea Pirlo excelso. El mediocampista juventino dio una lección magistral alternando aperturas a la banda para la irrupción de los carrileros, diagonales –que como dice el maestro Xabier Azkargorta provocan incertidumbre– buscando la altura de Llorente y Pogba y pases filtrados a la espalda de Inler y Behrami, donde Tévez aparecía con continua sensación de peligro. Avisó Pogba a los cuarenta segundos con un disparo que mandó Reina a córner con una parada espectacular, y de ese saque de esquina nacería el primer gol. Lo sacó en corto la Juve, Pirlo buscó a Isla que desde la frontal disparó cruzado y el rebote lo cazó Llorente, que en fuera de juego abrió el marcador. Era el tercer partido gordo que disputaba la Juventus en quince días –los dos ante el Madrid y este ante el Napoli– y en los tres ha marcado el delantero riojano.
El vendaval local continuaba y el Napoli, desbordado, se veía expuesto ante las incorporaciones de Isla –que destrozó a Armero en la banda derecha– y Asamoah, mientras Pogba y Vidal llegaban al área napolitana con una facilidad insultante donde mezclaban con un Tévez omnipresente. Y todo dirigido por la batuta de Pirlo, que se encontraba con una sorprendente comodidad para disponer, marcando el ritmo del partido según iba conviniendo a su equipo. Era la mejor Juventus, esa que nos había enamorado a todos hace un par de temporadas. Esa Juve fluida en el centro, profunda en los costados y agresiva en las llegadas desde la segunda línea, que se producían en oleadas.
El nivel de intensidad, velocidad y precisión de los primeros veinte minutos fue inaguantable, y Pirlo se encargó de ir ralentizando el ritmo del partido sin perder el control en ningún momento, un arte que maneja como nadie. El Napoli se sacudió la presión, se dio cuenta de que después de la tormenta de fútbol solo perdía por 1-0 y comenzó a generar llegadas por medio de Insigne, cuya personalidad para echarse a la espalda un equipo de tal entidad es impropia de un chico de 22 años. El menudo extremo izquierdo –otro talento más de la factoría de Zeman– activó el ataque de su equipo y asumió unos galones en el campo que parecían destinados a Hamsík, que ha ido durante la temporada de más a menos de forma preocupante. El Napoli subió la altura y la intensidad de la presión, obligó a la Juventus a sacar más balones en largo, el partido se emparejó y lo que era un monólogo tornó en un intercambio de golpes. De uno de los pocos balones que le llegaron a Higuaín en toda la noche nacería la primera ocasión del Napoli. Un centro de Armero desde la banda lo mató el argentino con mucha clase, y en una fantástica maniobra se giró para rematar fuera a la izquierda de la portería de Reina. La Juve respondió con un disparo de Asamoah al lateral de la red que pudo romper el partido, y poco después dos grandes acciones de Insigne acabaron primero con un disparo suyo con la izquierda que detenía Buffon y después con un golpeo precioso desde el vértice del área al palo largo que se fue fuera por centímetros, en lo que pudo ser uno de los goles del año. La forma de resoplar de Buffon lo decía todo.
La segunda parte comenzó como terminó la primera. Una Juve ordenada esperaba su momento mientras Insigne seguía empeñado en dinamitar el encuentro, a pesar de que Callejón –más preocupado por ayudar a Maggio en defensa que por romper en ataque– y Hamsík –apático y desaparecido– no estaban por la labor de sumarse a esta empresa. Un paradón de Buffon a precioso disparo de libre directo ejecutado por Insigne y una fabulosa combinación entre Tévez y Vidal que el chileno mandó fuera dejaron paso a la obra maestra de la noche, que puso la guinda al recital de Andrea Pirlo. Una falta al borde del área escorada a la derecha la sacó Pirlo con ese golpeo que solo él tiene, el balón cambió de altura pero no de dirección dibujando una folha seca maravillosa en la que el balón no dio ni una sola vuelta sobre sí mismo. Pura plasticidad. Pura belleza. Pocos goles describen tan fielmente a su autor.
Restaba un cuarto de hora para el final, pero el gol había noqueado al Napoli. Benítez había quitado a Callejón para meter a Mertens, y tras el gol apuraba sus opciones metiendo un punta más –Zapata– por un Ilner superado por el centro del campo juventino. De nuevo Insigne, que seguía a lo suyo, se fabricó otra gran jugada que finalizó con un duro disparo al palo corto que desbarató de nuevo Buffon, portentoso todo el partido. A diez minutos para el final, Pogba iba a cerrar el marcador con otro gol antológico. El interior francés enganchó una violenta volea desde fuera del área que se fue abriendo hasta pegar en el poste y adentrarse en la portería de Reina. Tras el gol, el central Ogbonna fue expulsado por doble amarilla y Conte goteó los cambios para que ya no se jugara más. Dos golazos que cerraban un marcador quizá engañoso visto de manera global, pero que podía haber sido incluso mayor con una Juventus más fina en la definición en esos veinte minutos iniciales en los que se tendrá que mirar el resto de la temporada para poder extender al resto de Europa el dominio que ejerce en Italia.
* Alberto Egea.
– Foto: Reuters
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