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Arsène tenía recuerdos algo difusos de cuando era feliz sentado en un banquillo. En algún momento consiguió disfrutar, aunque probablemente no era en el mismo asiento donde está ahora. El de Estrasburgo cree que era en aquel con nombre de distrito londinense, aunque Jack, Aaron, Theo, Mikel y Mesut han hecho que salte una pequeña chispa en el estadio con nombre de aerolínea. Con sus sesenta y tres años acepta que aquel recuerdo lejano lentamente se va aproximando. No es la misma emoción, pero se parece, así que se encuentra sorprendido porque para encender esa diminuta llama de esperanza no ha hecho falta incorporar un delantero centro. Olivier Giroud está en forma. Muy en forma.
Ese delantero tatuado que porta el doce a la espalda entiende el juego de manera espectacular. Sus ojos ven que lo que está sucediendo, el cerebro emite la orden correcta, pero a veces, y sólo a veces, consigue llegar a sus pies lo que el tenía en su cabeza. Su corpulencia no le limita en sus movimientos, es más, quizás llega tarde al lugar indicado pero se coloca mejor que el contrario, lo que le permite recoger un balonazo o guardar un pase hasta que piensa una solución. Normalmente la solución llega pronto, e incluso antes de recibir el balón ya ha previsto qué le gustaría hacer con él, dónde lo quiere mandar y la zona donde debe seguir la jugada. Aunque no siempre sus pies le siguen. Probablemente juega y remata mejor a un toque. Porque en décimas de segundo piensa más rápido que el rival. No es un nueve tanque, pero remata muy bien. No es un falso nueve, pero sale de la zona de remate, combina y si hace falta dispara desde la frontal. La mayoría de sus goles no son por habilidad, son por inteligencia.
Pero tener un delantero centro que entienda el juego de una manera tan nítida beneficia a todos sus compañeros. Entre todas las cualidades que tiene el exjugador del Montpellier hay una que adquiere una importancia vital en este Arsenal. Giroud consigue desordenar las piezas del rival y engaña a los centrales contrarios. Con su apariencia torpe se deja caer por la derehca, así que el defensor le sigue, pensando que probablemente sea un movimiento inofensivo. En la banda recibe el balón y entonces es cuando el central se da cuenta de que lo que está sucediendo realmente, y ya es tarde. Olivier Giroud saca a los centrales de la zona que han de proteger y haciendo que el balón no deje de rodar consigue que sus hábiles compañeros puedan aprovechar y llegar a ese espacio creado. Imagino a Ramsey y Özil agradeciendo su sacrificio por ellos (probablemente no suceda así), igual que Ribéry cuando Giroud va vestido de azul. No es un jugador espectacular, no es un malabarista del balón y no suma cifras escalofriantes de goles, pero sin duda es un delantero muy inteligente, y aunque entre tanto análisis que he podido leer no se le haya tenido en cuenta, es uno de los que ha encendido la chispa de Arsène.
* Guillermo Sanz.
– Foto: ArsenalPics
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