"La audacia tiene genio, poder y magia. Comienza ahora, ponte en marcha”. Johann W. Von Goethe
Internacional / Fútbol / Crónicas 2013-2014
El contexto ya lo hacía un Superclásico diferente, casi extraño. Que solo hubiera parcialidad del público local, un hecho que se había dado en las semifinales de Copa Libertadores del 2004, con triunfo de Boca en los penales, le quitaba un ingrediente al juego como así también exponía la triste realidad del fútbol argentino, que impide al aficionado seguir a su equipo lejos de casa. Al mismo tiempo invitaba a que un triunfo de los de Bianchi tuviera cierto tono épico. Pero más allá de la microhistoria de la rivalidad, el orgullo y todo eso, el partido también podía significar un quiebre para ambos a la hora de pensar en las posibilidades de ambos de aspirar al título de este Inicial 2013.
Sin embargo, el austero triunfo de Boca arroja muchas más dudas que certezas pensando en el mediano plazo. En un comienzo, porque el triunfo tuvo mucho más de oportunismo que de una superioridad evidente. Claro, está ese famoso dicho que reza que los clásicos hay que ganarlos; y eso fue lo que hicieron los xeneizes. Pero el 1-0, aunque los coloca como uno de los principales perseguidores del líder Newell’s, también deja mucho margen para el debate.
Por un lado, porque River en el primer tiempo especialmente desnudó falencias en el equipo visitante, que aunque las ha maquillado, existen. Por supuesto, no de la misma manera que en el torneo pasado en el que cada fin de semana era un suplicio para los de la ribera. Pero lo cierto es que el desarrollo de la etapa inicial no se condijo con lo que arrojó el resultado al final de la misma.
De todas formas, eso habla un poco también de las carencias de River, un equipo con algunos problemas notorios en sus diferentes líneas y que Ramón Díaz hasta el momento no puede solucionar. Cuenta con el que probablemente sea el delantero más mortífero frente al arco rival, el colombiano Teo Gutiérrez; sin embargo, jamás queda en posición franca de gol. Este domingo, el cafetero fue –por lejos– el mejor jugador de River, pero su partido fue destacado por sus movimientos para asistir a los compañeros cada vez que él cayó a una banda. El problema radica en que los circunstanciales asistidos (Carbonero, Mercado, Rojas) carecen de su eficacia: Teo debe tirar los centros y cabecearlos en este River de Ramón. Manu Lanzini, uno que sí es certero en esa faceta, no tuvo acciones de gol.
En el mediocampo tiene otro inconveniente: plantea un sistema de cuatro volantes en rombo, donde dos de los cuatro intérpretes no se sienten del todo cómodos. Es que Carbonero –volante derecho– es mucho más un extremo que un interior, en el Arsenal de Alfaro lo hacia volcado sobre la línea de cal y con pocas responsabilidades defensivas y en la construcción de la jugada. Luego, el propio Lanzini es más un mediapunta que un enganche; Ramón pidió, suplicó y pataleó para que le trajeran a Fabbro, el jugador naturalizado paraguayo y quien perdió su crédito de manera casi instantánea.
Pese a estos inconvenientes de forma del equipo millonario, podría haberse puesto en ventaja ayer antes del gol de Gigliotti. También es verdad que el propio delantero boquense ya había tenido una opción inmejorable cuando el juego estaba 0-0. Pero el dominio era de los locales, que sufrían los ataques a la espalda de Juan Sánchez Miño. Además, Gago y Riquelme poco pesaban en el contexto general del juego.
Sin embargo, fue en una de las pocas acciones en las que Boca llegó con más de cuatro jugadores a las adyacencias del arco de Barovero en las que se puso en ventaja. Y sí, contó con Riquelme en la elaboración, pero en especial con un desborde del Burrito Martínez propio de aquel que fue a comprar Boca y no del que jugó el semestre pasado. El ex Vélez, la figura de la cancha, ganó en la carrera a Vangioni y la puso para que Gigliotti se ganara la tapa de todos los diarios del lunes.
Pero si decimos que fue la figura el número ‘7’, no solo es por esa jugada, o por el tiro en el palo del complemento, o por sus acciones en ataque. También se sacrificó en defensa y fue muy importante para que Vangioni –lateral izquierdo de largo recorrido– casi no pesara en ataque. Punto para Bianchi, que lo reposicionó casi como un extremo derecho fijo luego de un inicio bueno de los millonarios por esa banda.
Imágenes del pasado. Bianchi derrotando a Boca con un equipo pragmático (que lejísimos estuvo de parecerse a esos viejos cuadros que formara el Virrey) y oportunista; Ramón, padeciendo como entrenador ante el clásico rival; y los jugadores de Boca silenciando a un Monumental colmado y que fue a ver otra cosa.
En especial, otra cosa diferente a lo que hizo su equipo en la segunda mitad. Es cierto, tuvieron dos tiros en los palos y un cabezazo casi en la hora de Teo –la única chance de gol del colombiano– que tapó muy bien Orión, pero las ideas para romper el cerco defensivo de Boca estuvieron ausentes y las variantes tácticas desde el banco fueron nulas.
Ahora bien, si también dijimos que el juego arrojaba dudas para ubicar a los de Bianchi como serios candidatos (más allá de lo numérico), no solo fue porque lo que Boca entregó para llevarse el partido fue escaso, sino también por el factor físico. Las lesiones musculares se encadenan una tras otra, Riquelme y Gago ayer no pudieron completar el partido y sin ellos Boca pierde jerarquía en el mediocampo. Hasta Ledesma y Aguirre tuvieron un brote de paperas en la previa del clásico.
De todas formas, este triunfo sí puede ser una inyección anímica. Los xeneizes quedan a cuatro unidades de Newell’s cuando aún restan nueve jornadas para el final del campeonato. Del lado riverplatense, los nueve puntos que los separan de la Lepra parecen demasiados y los cañones pasarán a apuntar a la Copa Sudamericana, donde se medirá con Lanús.
* Diego Huerta es periodista y editor del sitio web “Cultura Redonda”.
– Foto: Maximiliano Luna (EFE)
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