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Echar en falta a Rubén Castro es inevitable. Él es el gol, es la culminación de la jugada, la determinación, la sonrisa de la grada y, sobre todo, es sinónimo de puntos. Él tiene lo más valioso en el fútbol, el gol, y el Betis añora su ausencia. Cualquier equipo tiende a resentirse sin su mejor hombre; para un club alejado de la nobleza futbolística, no hacerlo es casi utópico. Esta temporada, por problemas de espalda, sólo ha podido disputar veinte minutos.
Se dice que los goles no se merecen, sino que se hacen. Y el Betis está mereciendo muchos y haciendo no tantos. Pepe Mel no oculta que la baja indefinida de Rubén Castro es sensible, que en su plantilla no hay un jugador tan determinante como el delantero canario. Se muestra satisfecho con que su equipo genere muchas ocasiones –es el cuarto equipo de la liga que más disparos a puerta promedia por partido–. Como entrenador su misión no es otra que lograr que sus jugadores se encuentren en situación de perforar la portería rival, pero la felicidad en esto del balompié, en definitiva, viene marcada si el cuero atraviesa la línea de cal o no. Y sin Rubén Castro, el número de goles disminuye.
El Betis sin él no sólo pierde gol. Su movilidad es exquisita y generadora de desajustes. Agita y amenaza con su sola presencia dentro del área. Por otro lado, con la baja de Rubén Castro el Betis pierde un sólido recurso en su lado fuerte. El canario suele escorarse en el perfil zurdo para trazar su característica diagonal interior, y dicha acción se ve muy potenciada por la preponderancia del juego bético sobre dicho sector. Los de Pepe Mel son uno de los equipos de Europa que más ataques gesta porcentualmente en el perfil izquierdo, y la sinergia con su jugador franquicia casi siempre es positiva. La producción ofensiva de esa zona encuentra en la habilidad y constancia de los demarques al espacio de Rubén una garantía de peligro. Sin él, dicha situación es más un acto de insistencia que de productividad.
Por otro lado, Joan Verdú aún no se está sintiendo del todo cómodo siendo el timonel con balón de este Betis. Las causas son varias, pero una de ellas es la ausencia de un compañero que aproveche su último pase. Un jugador que estire al contrario, que le regale metros y que le pida el esférico al espacio en las inmediaciones del área. Es decir, su juego reclama a Rubén Castro. Molina no tiene la velocidad del canario para romper al espacio, de hecho es un jugador más de apoyos, un hombre referencia. Por ello, actualmente Verdú y él tienden a chocar, a solaparse. Para evitar ésto, el mediapunta catalán tiene que moverse levemente hacia un lado u ofrecerse para trazar el desmarque, siendo ésta opción la más contraproducente para su fútbol y el colectivo.
Jorge Molina también añora al que ha sido su fiel escudero en tantas ocasiones. Ambos se complementan y potencian de maravilla. Su conexión rentó muchísimo al equipo verdiblanco la temporada pasada. Molina ejercía de apoyo y atraía marcas mientras Rubén atacaba el espacio generado con contundencia. Esta acción tan productiva a día de hoy no es posible. Pepe Mel está apostando generalmente por un solo delantero acompañado de dos hombre de banda, y Verdú no es el hombre indicado para ejecutar dicho movimiento.
Chuli, jugador que llegó del Recreativo de Huelva este verano tras firmar una excelente temporada, es el futbolista de la plantilla más parecido a Rubén Castro en cuanto a juego, pero le está faltando gol. No es que Pepe Mel le haya otorgado demasiadas oportunidades hasta ahora, pero en las que ha tenido no ha mostrado la suficiente solvencia de cara a puerta. Por ello parece que el entrenador bético deposita gran parte de sus esperanzas goleadoras en Jorge Molina mientras Rubén esté alejado de los terrenos de juego.
A pesar de los aspectos mencionados en los que se resiente el Betis sin Rubén Castro y la inevitable añoranza hacia un jugador de tal talento, el conjunto verdiblanco camina con cierta firmeza. Ya ha evidenciado que esta temporada cuenta con argumentos para volver a sorprender. En el fútbol, como en la vida, a los buenos siempre se les echa de menos.
* Miguel Verdugo.
– Foto: Ballesteros (EFE)
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