"Cada acto de aprendizaje consciente requiere la voluntad de sufrir una lesión en la propia autoestima". Thomas Szasz
Querido Martí:
Vaya con la susceptibilidad de nuestros dirigentes futbolísticos, dispuestos en todo momento a pillársela con el papel de fumar, siempre propensos a representar el papel de ofendidos sin la menor excusa para ello. Al parecer, les cuesta darse cuenta de las obligaciones propias del cargo y ejercerlo conforme a ley, sea escrita o tácita. Democrática, por supuesto. Ética, pues también. Por tanto, transparente y dada a la divergencia, a todo tipo de opiniones, sean o no respetables, entren o no en unas reglas del juego que, por lo visto y comprobado, nadie tiene claras entre los afectados, que lucen como pose habitual el mirar hacia otro lado y parapetarse en supuestas persecuciones. Para muestra, el botón del presidente con Bárcenas, del que dice que está todo dicho y no hay más que hablar, ya ves, qué manera de ser opaco, en las antípodas de algo tan bonito, obligatorio e imprescindible como eso antes llamado transparencia en el ejercicio del servicio público. Si nos atenemos al puro fútbol, cuando te presentas al puesto de mandamás y te facultan los votos, máxime si hablamos de las superpotencias, debes dar por supuesto que te desbordarán las complicaciones, jaquecas y malestares a cambio de escasas satisfacciones. Ya sabes dónde te metes, vamos, y no hablaré de las múltiples ventajas que comporta la posición por resultar obvias, empezando por la notoriedad pública inherente a tan privilegiada situación y acabando rápido a través de los contactos que genera el palco, el mejor lugar del país para cuestiones de networking, por ponerlo fino y anglosajón y evitar lo de tráfico de influencias, que suena como muy duro.
Ambos mandatarios, que en sus relaciones personales andan a partir un piñón y jamás nos explicarán qué hay más allá de la estricta química de amigos, acaban de dar algunas muestras realmente preocupantes de cómo entienden el ejercicio de su púrpura. O cuando menos, dignas de contraste. Para empezar, a modo de prefacio, ni el señor Pérez ni el señor Rosell (por no caer en el exceso de proximidad de los Florentino y Sandro) pechan con nada que se pueda parecer ni en lo remoto a lo que cabría entender por oposición. Máxime, algunas chinas muy personalizadas en el zapato, francotiradores que aparecen cuando les apetece e interesa, tipo Laporta. Ya vamos mal por ahí, que la oposición (sea leal o no) siempre ha sido imprescindible en una balanza democrática que sepa apreciar su fiel, pero ésas tenemos y padecemos. Ahora bien, del mismo modo que a las viejas redacciones se accedía aliviado de vientre y con la prensa leída por aquello del dedicarse a currar y punto, a la presidencia de un club de fútbol se debería llegar ya descargado de tendencia al victimismo, al fatalismo y a creer que todo el mundo te persigue en artera conspiración. Por mucho y bien que hagas, jamás de los jamases accederás a porcentajes de aceptación y aplauso similares a la de los congresos comunistas búlgaros. El sillón es ingrato y cada cual entre los seguidores dispuestos a poner nota, perdona, sigue luciendo un culo y una opinión. Y la aprobación o reprobación de tu gestión varía tanto como colores guarda la más surtida entre las paletas, que de todo hay en la viña del señor. Por tanto, a jugar según las reglas con sana y deportiva resignación, caso de que no creas del todo en las múltiples bondades del juego democrático.
Y así, nada de amenazar con que ésta es la última vez, que ya nunca, nunca en lo que te queda al frente darás explicaciones. Jo, al menos, disimula, anticípate a la jugada, ofrece lo que el público desea saber con regular periodicidad y quedarás como un señor. Las conspiraciones judeomasónicas, mire usted, ya no se las cree nadie, y la manía de sentirse perseguido por el ejercicio del cargo tampoco cuela a estas alturas de milenio. Si procedes conforme al viejísimo modelo dedicado a la mujer del César, eres honrado y te has empeñado en parecerlo, ya puede venir el interlocutor con el berbiquí más retorcido que no te provocará ni cosquillas. No, aquí circulamos contra dirección y te advierten de que si levantas el dedo, te limites acto seguido a presentar denuncia en el juzgado, directamente, sin mayores matices democráticos, a extremos puros en su radicalismo. Ya dicen que corren malos tiempos cuando se discute lo evidente y por tanto, nos iremos al otro barrio sin saber si a Neymar le cayeron directamente cuarenta kilos en la operación, cuánto demonios ha costado de verdad Gareth Bale (se mosquee o le pongan flores a Cristiano Ronaldo), quién financia tus fichajes si andas en rutilantes números rojos u otras mil cuestiones de importancia que el poder cree zarandajas y se empeña en ocultar bajo las alfombras. Mal vamos, sin duda. Y peor cuando te llevas el índice a los labios para acallar las muestras de apoyo a Özil o te rasgas las vestiduras por lo de Teixeira y la canarinha. Que va con el cargo, simplemente, que deberían estar advertidos, que no están los tiempos para alegar eso de que no puedes soltar ni pío sobre la friolera de 40 millones de euros gastados por fidelidad a alguien implicado que te ha exigido cláusula de confidencialidad en el contrato firmado. Por favor…
Los millones de seguidores de Real Madrid y Barcelona merecen mayor respeto, seriedad y, sobre todo, que no quede nada en el tintero, la mejor medida, por otra parte, para no jalear teorías falsas, tergiversaciones o supuestos derivados de echar imaginación a cualquier nimiedad a falta de noticias contrastadas. Vale que el escaso músculo actual del periodismo y sus empresas genere nula contestación, pobre exigencia a que se cumpla lo obligado en cualquier sociedad de higiénico proceder, pero de ahí a silbar en concierto de despiste e irse constantemente de rositas media el abismo habitual. Que no es sano, que es reprobable el comportamiento, que debería ser castigado en las urnas y denunciado como merece de manera constante, a ver si así, de una vez por todas, entran en vereda y salimos de los atolladeros de vergüenza y pudor generados por tan perseverante devoción de esconder la bolita, afán de trileros que no causa la menor gracia. Está el camino de la tangente en overbooking, de tanta gente como se escapa por ahí sin que nadie le dé el alto. Y es la sociedad quien debería exigir otro tipo de prácticas y comportamientos, pero por mucho que gritemos, parece no haber manera. Refugiados tras el papel de fumar, ahí siguen. Y cuatro y el cabo, a predicar en el desierto de las evidencias. Conste que en esto no hay colores, sino maneras y rectos procedimientos. Menudo verano nos están dando, Martí, y no hablemos ya por falta de espacio sobre las prisas del mercado por cerrar operaciones a punto de sonar la bocina, como si no hubieran dispuesto antes del tiempo suficiente. Mejor lo dejamos ahí, no sea que salgan a justificar lo increíble y deseen, también en esto, que comulguemos sin rechistar con sus enormes ruedas de molino.
Cuídate, un abrazo y a seguir distraídos, eso, seguro.
Poblenou, mercado persa
* Frederic Porta es escritor y periodista.
– Foto: EFE
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