"Todo lo que no está creciendo está muriendo. Crecer significa aprender y transformarte cada vez en una mejor versión de ti mismo". Imanol Ibarrondo
Está claro que una buena temporada a nivel deportivo no basta. Un claro ejemplo es el Girona FC que, a pesar de quedarse a las puertas del ascenso y hacer la mejor campaña de toda su historia, ha visto cómo jugadores clave han decidido cambiar de aires. Los Acuña, Tébar, Mallo y compañía buscaban algo que en Girona no tenían.
Empezó la pretemporada y no había entrenador. Rubi había dejado el equipo para irse con Tito Vilanova. La afición lo entendió; era un salto de calidad y él se despidió como un señor. Rueda de prensa, halagos al presidente, a la directiva y a la afición. Salamero, el que fuera por unos días director técnico, le intentó convencer hasta el último momento para que se quedara, pero no tuvo éxito.
Acabada ya la época Rubi, conozcamos mejor a Javier Salamero, el que fuera director deportivo por unas horas. Conocido popularmente por su apellido, nació en Zaragoza en 1971. Después de pasar fugazmente como jugador por el CF Lloret y el Vilobí en las épocas doradas de ambos clubes por Tercera y Segunda B, se dedicó a llevar las gestiones de equipos y jugadores del futbol catalán.
En 2005 aterrizó en Girona y junto a Ricardo Rodríguez (entrenador actual) ascendió al equipo a Segunda B. Más adelante, pero ya como director deportivo, el equipo logró ascender a la categoría de plata del futbol español.
Años después digamos que Javi Salamero se convirtió en el salvador del conjunto blanquirojo, ya que en las temporadas 2008/2009 y 2011/2012 llegó en las últimas cinco jornadas y salvó al equipo de un descenso casi cantado. En la primera ocasión era el director deportivo y se subió al barco como entrenador consiguiendo la salvación en las últimas jornada. En 2012 llegó con las mismas condiciones, pero sin ser director deportivo. Consiguió mantener al equipo en Segunda y el Girona quiso apostar por él para la siguiente campaña. Pero después de unas duras e intensas negociaciones no se llegó a renovar un contrato en el que Javi fue muy exigente, conociendo las condiciones económicas del club. Así pues, se confió en Rubi y no se equivocaron mucho.
A todo esto, el 3 de julio, a las diez de la mañana y en plena preparación de la próxima temporada, el CE Sabadell anunció que el hasta entonces director técnico de los gerundenses sería su nuevo entrenador. Nadie entendía nada. Ni aficionados, ni prensa, ni accionistas, ni los directivos del Girona. Pero sí, a las 12 de ese mismo día ya estaba siendo presentado. ¿Por qué huyó de esa manera?
Aquella misma tarde firmó un viejo conocido en la ciudad como nuevo entrenador del equipo. Ricardo Rodríguez dejaba Arabia Saudí y se venía a la que él considera su casa para intentar emular la última temporada. De su mano llegaría el entrenador del filial, Miquel Àngel, para ser su segundo. Ambos se sentaron a confeccionar la plantilla para la próxima temporada y no les salían los números. Había muchas sorpresas.
Más de la mitad de los jugadores acababa contrato con el club y no habían recibido ninguna llamada por parte de la dirección técnica. Sergi Raset, el director deportivo, no había contactado con ninguno para ofrecerles un nuevo contrato que pudiera satisfacer a ambas partes.
Así pues, el Girona FC abrió las puertas a los siguiente jugadores: Mallo, Jose, Txiki, Tébar, Garmendia, Ion Vélez, Toni Moral, Acuña, Kitoko, Benja y Luso. Los artífices de hacer el mejor año de la historia se iban a ir sin dejar ni un duro en la caja. Veamos cómo fue esa temporada.
El objetivo que marcaba la directiva era claro y conciso: la permanencia. Y cuanto antes, mejor. Pero algo diferente se mascaba ese año. La pretemporada 2012-2013 fue diferente a las otras. En el vestuario había alegría, los jugadores se conocían y mucho. Eran una familia. Todos remaban al mismo ritmo y en el mismo sentido.
Practicaban un juego vistoso y tenían suerte de cara al gol. No abandonaron la zona de play-off en ningún momento de la temporada y cada vez el convencimiento de hacer algo grande iba en aumento. Los jugadores se lo creían y el hambre de victoria que tenían les hizo convertirse en héroes para la afición. Una hinchada que llenaba el estadio cada fin de semana y animaba como nunca antes lo había hecho. Creían en el sueño de llegar a Primera.
Este grupo de jugadores ilusionaba y enamoraba. Consiguió paralizar a la ciudad. Se desplazaron cerca de cinco mil personas a Villarreal y más de mil hacia Madrid en el partido de play-off contra el Alcorcón.
La verdad es que fueron unos buenos trabajadores y supieron imponerse a las numerosas trabas que les ponía la directiva y la cantidad de problemas que había en el club. Dejaron todo a un lado y se centraron en jugar, que es lo que realmente les gustaba. Es para quitarse el sombrero lo que logró este grupo de profesionales, quienes se consideran una gran familia.
A pesar del logro y de hacer historia, seguían sin saber nada de Sergi Raset. Muchos optaron por no esperar y sentarse a negociar con otros equipos un buen contrato que, seguro, sería mejor que el que tenían con los blanquirrojos.
Empezaron a un nivel muy bajo en la pretemporada y han estado flojos en los partidos de preparación. Muchas veces tuvieron que tirar del filial para completar una sesión de entrenamiento con veinte jugadores. Fue un inicio de temporada largo y los refuerzos tardaron en llegar.
A pesar de todos los líos en los inicios, el equipo ha iniciado muy bien la temporada a nivel deportivo. Ya han conseguido ganar fuera de casa (un contundente 0-3 frente al Eibar).
Los equipos de Segunda División ya le tienen respeto y saben que si van a Montilivi deberán sudar para conseguir sacar algo positivo. Ello pese a que de puertas para dentro no se sabe qué está pasando. Desde la entrada del club en concurso de acreedores, cada semana se va un directivo. Eso sí, de puertas hacia fuera sabemos que el Girona se está ganando un nombre en el mundo del fútbol. Quién sabe si, pese a todo, será esta la temporada del ascenso.
* Daniel Torrente es periodista.
– Foto: ICONNA
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