Mi querido amigo:
El agosto canicular ha dejado algunas muestras de ética y otras molestias que ya se ha encargado de borrar el viento. Serían semillas caídas sobre terreno esméril y, por tanto, dejémonos de contemplaciones, que la estética y las normas a seguir ya sólo motivan a cuatro románticos. Y en materia de fútbol, igual quedan un par, especie definitivamente llamada a la extinción. Algunas recientes muestras del meollo y para empezar, aquello de Gerardo Martino al referirse a la millonada barajada en el (pendiente) traspaso de Gareth Bale. Habló el Tata de falta de respeto al mundo y se le echaron a la yugular las cien mil bocas de la mayoría a base de funestas comparaciones tipo “pues anda que el Barça con Neymar” y el y tú, más acostumbrado en este peculiar mundillo a cada ocasión que alguien enseña una mínima muestra de sentido común. Enclavados entre los caducos soñadores, apreciado Martí, deberíamos arrojar ya la toalla y presentar la rendición ante este enésimo ejemplo de visceralidad. Alguien dice algo de lo más normal y no veas la respuesta, aconsejando que, la próxima vez y antes de meterte en camisas de once varas, optes por un prudente silencio o caerán sobre el vocero de las evidencias todo tipo de imprecaciones, ninguna de ellas amable, por supuesto. Esto se salió de madre cuando, aún antes de iniciar el campeonato liguero, Pepe Samitier se subía a las barbas de Gamper para pedirle dinero fresco a cambio de sus genialidades o desde que Gaspar Rubio, el rey del astrágalo, se convirtiera en el primer exiliado del balón para ganarse cuatro perras gordas de propina por esos mundos de Dios. Como nadie puso entonces límite al despilfarro, al triunfo de la barbarie, por eso ganan la exageración que ganan, mueven los directivos los presupuestos que mueven para untarse de miel las manos en el meneo y aunque cueste acostumbrarse a la afrenta, no hay nada, absolutamente nada que hacer al respecto. Ni siquiera vale la pena preguntar, a la manera de aquel viejo estribillo, “de dónde saca, para tanto como destaca” porque el fútbol profesional español es pura bancarrota, despilfarro, descontrol y atentado a la razón y a nadie le importa un pimiento, demasiado tarde para venir con quijotadas a la Martino.
Y ya que la misiva va de batallas perdidas, sin necesidad de mayor justificación, tiremos otra lanza a la salud de ciertos brindis al sol también irremediables. Sabes de mi devoción por lo argentino, incluido su mística del balompié y celo litúrgico por su historia, pero eso de comulgar con ciertas ruedas de molino de su dialéctica sigo llevándolo como fatal, como si tuviera que pechar con lo más primario y virulento sin ninguna gana. Allí, según dicen y muestran, no importan los medios empleados de cara a conseguir el objetivo trazado, ningún otro que la victoria. A partir de ahí, Jauja en la justificación: que si lo que pasa en el campo, queda en el campo, que si éste es un juego de hombres o, en resumen definitivo, la gráfica imagen de un Bilardo al grito de “pisalo, pisalo”. Al enemigo, ni agua, vamos. Y si se le ocurre rogártela, tiro de gracia, en todo caso. Francamente, tan visceral, primaria y primitiva corriente se va imponiendo, va extendiéndose como lacra en aceite que todo lo mancha y pringa. Por lo tanto, cometamos 26 faltas en una porción de final, intimidemos al árbitro, al contrario y lo que convenga. Olvidemos que esto es fútbol y su práctica, también, puede resultar bella y atractiva, de ahí tan desmesurada afición. Con el mismo descaro y desdén de quienes justifican la existencia de paraísos fiscales y, peor, abrir cuentas en ellos, te sueltan a manera de justificación que hay mil maneras de entender y practicar este deporte y se quedan tan panchos. Excusas siempre las hay, en cualquier orden de la vida y parece mentira que me salga ahora expresar mi rincón de alma colchonera a modo de justificación, de prevención ante previsibles y furibundas réplicas. Con la misma arrogancia que unos prefieren ahorrarse el impuesto para contribución a lo público, otros del mismo corte y patrón te sueltan que ésa es su manera de ser y jugar y hala, ya estamos, que se acepta pulpo como animal de compañía. Infinita, la capacidad humana para la autojustificación en aras de salvaguardar mis (¿legítimos?) intereses y como en todas partes cuecen habas, apuntemos apenas eso de Ricardo Teixeira en pos de la nacionalidad andorrana como refugio a sus trapisondas a través de ciertos conocidos. Si piensas “menudo morro, qué atentado a la razón”, habrá mil voces dispuestas a considerarlo lo más normal del mundo, lo que hace cualquier quisque de su entorno y harías tú en caso de estar bajo su piel. Pues no, mire usted, que todavía hay clases, aún hay éticas pesen lo que pesen en la conciencia de cada cual. Para ellos no existe material más liviano. Otros, en cambio, no podríamos mirarnos al espejo ni roncar en paz.
Permíteme, metidos en estas honduras existenciales a propósito del fútbol y sus cuitas, que brindemos gratuito consejo a equipos navegantes. Si pretenden inutilizar los recursos del Barcelona –por ende, en esas horas de duda que has desmenuzado en tu último artículo–, basta con aplicar nuevos ungüentos sobre los remedios ya conocidos. Hasta ahora, dos líneas con nueve hombres dispuestos a base de férrea disciplina en apenas diez metros de margen ya cortaban buena parte de aquellos excelsos circuitos que tantos títulos y reconocimiento cosecharon hace cuatro días. A partir de las enseñanzas de Simeone, ya antes impartidas por el actual entrenador del Chelsea cuando cobraba de su anterior destino, da evidentes beneficios la interrupción constante del juego a base de continuas faltas, sin necesidad siquiera de mostrar una reprobable hacha guerrera, y conviene también abrumar al árbitro. Por un exceso de trabajo y temor a que le tachen de arbitrario y barrer hacia lo blaugrana, den por seguro que el colegiado de turno apenas señalará la mitad de las infracciones cometidas, con el consiguiente beneficio para cuantos opten por saltarse el reglamento a la torera. Y si al buen señor le da por pitarlo todo, tarea imposible, dará con su rigor argumentos a los competidores para blandir que ha obrado con evidente ojeriza contra ellos. Y aquí paz y después gloria.
El fútbol, gran metáfora de la vida, premia a los audaces dispuestos a salirse con la suya caiga quien caiga y cueste lo que cueste y se muestra siempre timorato con aquellos que sólo desean preservarlo, respetar sus códigos y comportarse como es debido. O como antes era debido. Ahora ya ni nos escandalizamos cuando alguien nos espeta que, de estar en su lugar, obraríamos exactamente igual que un Bárcenas. O un tal o un cual, que cada uno ponga al icono digno de su mayor tirria. Cuando llegamos a este punto de justificación, señal de que ha empezado el naufragio ético. Pues en fútbol, exactamente igual, lo mismito, querido Martí. Todo vale, lema de las banderas antes consideradas piratas y ahora defensores de que tales agravios pasen como la cosa más normal del mundo. Se nos ponen los pelos como escarpias por presentar la evidencia mientras cada cual se justifica a su manera y sale indemne del lance.
Nada, amigo, a seguir remando entre tan brumosas e inciertas aguas. Dentro de nada, ni calor pasaremos ya, eso seguro. Un abrazo,
Poblenou, bajo bandera blanca
* Frederic Porta es escritor y periodista.
– Foto: Reuters
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