"Lo que equilibra a un equipo es la pelota. Pierde muchas y serás un equipo desequilibrado". Johan Cruyff
“Se aprende más en la derrota que en la victoria, pero… ¡prefiero esa ignorancia!”
Roberto ‘Negro’ Fontanarrosa.
En 1924, Argentina vivía una época de esplendor y expansión económica y social. Las reformas laborales y la reducción de la jornada de trabajo permitía a la gente corriente gozar de tiempo para el ocio, principalmente el domingo y el sábado por la noche. Esto hizo que las actividades culturales y deportivas iniciasen un auge que llevó a gran cantidad de personas a los estadios y a los teatros.
En esa fecha se inició en Buenos Aires el primer concurso de tangos, baile popular nacido del sentir bohemio y mundano de la gente arrabalera de ambas orillas del Río de la Plata, prohibido por papas y káiseres y vetado por revistas de corte tradicionalista y conservador, garantes de las buenas formas y maneras de la época. El productor Max Glücksmann, propietario de discos Nacional Odeon, llevó a efecto en el teatro Grand Splendid el primero de ellos, ganado por los hermanos orientales Francisco y Rafael Canaro, con el tango Sentimiento Gaucho, interpretado por la orquesta de Roberto Firpo.
Ese mismo año hizo su puesta en escena en el histórico Globito, Huracán, un jugador que marcaría toda una época dentro del incipiente fútbol amateur argentino. Se trataba de Guillermo Stábile (Buenos Aires, 1906). El jugador, que había iniciado su andadura quemera cuatro años antes, irrumpió en la escena de balompié porteño en un envite trascendente. En su primer partido se enfrentó a Boca Juniors en el estadio de Sportivo Barracas para dirimir al campeón. El 30 de marzo de 1924, a los 18 años de edad y después de haber pasado por la cuarta división, las formativas de Huracán, debutó Stábile como delantero centro de su equipo, acompañado a la derecha por Loyzo y J. Rodriguez y a su izquierda por Chiesa y Onzari. Su aporte no trascendió en el devenir propio del partido, pero participó en la jugada que da lugar al segundo gol de su equipo y que le permitió mantenerse vivo en la fase final del torneo de 1923, que se culminaría con un cuarto partido de desempate del lado de Boca Juniors, en un campeonato atípico e inusual en lo competitivo.
De esta manera, Guillermo Stábile inició su trayectoria al más alto nivel en el equipo que le otorgó su confianza después de haberse formado en el cuadro de su barriada, el Sportivo Metán del Parque Patricios de Buenos Aires, y haber evolucionado dentro de las propias fuerzas vivas del cuadro del Globo.
Hasta 1930, Stábile pasó a formar parte de la historia incipiente del mítico cuadro bonaerense, ganando los títulos de 1925 y 1928, siendo en este último campeonato el máximo artillero con 28 goles. En total, un bagaje de 118 partidos y 104 goles avalaron una trayectoria plenamente comprometida y eficiente que lo llevaría a ser elegido entre aquellos que representarían a Argentina en el primer mundial de fútbol que se iba a celebrar en el vecino Uruguay.
Su debut se hizo esperar y no fue hasta el segundo partido, contra la selección de México (19 de julio de 1930), cuando Stábile hizo su aparición en la albiceleste al entrar por un supuestamente indispuesto Roberto Cherro, fruto de una crisis de ansiedad. Su entrada no pudo ser más beneficiosa para el equipo, ya que consiguió en su estreno un hat-trick que facilitó la victoria contra el equipo azteca por 6-3. Posteriormente, contra Chile, el 22 de julio, anotaría dos tantos más, para allanar el camino de su país hacia las semifinales, en donde los esperaba la selección de Estados Unidos. En la previa a la gran final, Argentina se dio un paseo triunfal ante los norteamericanos, logrando el acceso al partido decisivo tras un contundente 6-1: dos de los goles llevaron el sello de Stábile.
En la primera gran final de un mundial, el 30 de julio de 1930, en el estadio Centenario, se encontraban los dos países vecinos y rivales enconados. Uruguay, país anfitrión comandado por el mítico Héctor Scarone, presentaría sus credenciales para lograr el primer cetro de campeón, no sin antes sufrir en sus carnes el poderío futbolístico de la albiceleste. Al descanso, Argentina aventajaba a la Celeste por 2-1; uno de los goles llevaba la firma indiscutible de Stábile. Al final, un 4-2 decantó la balanza del lado oriental del Río de la Plata y convirtió a Uruguay en el primer campeón del mundo de fútbol, pero Stábile y Argentina tenían reservado un lugar entre los elegidos, ya que Guillermo Stábile se convertiría en el primer máximo goleador de un campeonato mundial de fútbol. Ocho goles en cuatro partidos lo encumbraban como el goleador del momento, hito que perduraría mucho tiempo en el recuerdo del fútbol argentino, ya que sólo fue igualado por Diego Armando Maradona (ocho goles en cuatro mundiales disputados) y sólo superado por Gabriel Omar Batistuta. Cuarenta y ocho años después de este logro, Mario Alberto Kempes conseguiría convertirse en el máximo goleador de un mundial al alcanzar seis goles en Argentina’78.
El fútbol y el tango de la mano evolucionarían cada uno por el camino correspondiente dando al mundo leyendas y mitos que ensalzarían su encanto y popularidad. Stábile fue el primer gran jugador legendario que llevó por el fútbol internacional el nombre de Argentina, convirtiendo al balompié en el gran hermano del ocio que acompañaría al tango de por vida en suelo porteño.
Gracias a su gran aportación en el mundial de 1930, el canto de sirenas del fútbol profesional no se hizo esperar. Stábile recibió en 1930 una oferta irrechazable del calcio italiano y se enroló sin pensarlo dos veces en el equipo del Genoa. La situación inestable de su país en términos económicos y la posibilidad de garantizar su porvenir y el de su familia ayudaron a tomar la decisión. El fútbol profesional convivía en esa época con el fútbol amateur y no gozaba de la fama y el prestigio del que presume hoy día. Asumir el rol de hacerse profesional en aquella época era tomar una decisión del todo relevante.
Guillermo Stábile jugó su último partido con Huracán el 25 de octubre de 1930 contra Vélez. En un período de tiempo cortísimo organizó su nueva vida, casándose, y el 28 de octubre se embarcó en el trasantlántico Conte Rosso para iniciar su aventura europea.
Su llegada a la ciudad de Génova fue apoteósica, siendo esperado en el puerto de la ciudad italiana por toda una multitud que ansiaba ver in situ a su nuevo ídolo. Sin tiempo para aclimatarse a su nuevo entorno y a sus nuevos compañeros, Guillermo Stábile debutó con el equipo genovés un 16 de noviembre contra el Bolonia, en ese momento líder del campeonato italiano. Su estreno no dejó a nadie indiferente, ya que en su primer partido ante el equipo más relevante del momento logró un hat-trick para delirio de su público. El Filtrador, que así era conocido en el fútbol argentino, hizo una entrada triunfal en el entorno del fútbol profesional, agrandando su leyenda de goleador implacable. Su estancia en el equipo genovés se extendió por cinco temporadas, alcanzando 16 goles en 41 partidos.
Posteriormente extendió su estancia en la liga italiana defendiendo los colores del Napoli, al participar en un trueque con el mítico jugador italiano de origen croata Antonio Vojak, uno de los máximos goleadores del equipo napolitano de todos los tiempos. En Nápoles, Stábile permanecería solamente un ejercicio, para volver a su equipo de procedencia, el Genoa, la temporada siguiente. Aquel año, debido a lesiones y derivaciones de importantes fracturas pasadas (tibia y peroné incluidas), Stábile no logró llegar a sus números y participaciones habituales, por lo que decidió finalizar su trayectoria en el fútbol italiano y aceptar la oferta de Jules Rimet para jugar en el equipo que este presidía, el Red Star Football Club 93 de París. Ahí permanecería tres temporadas y empezaría a sentir que el fútbol como juego era algo más complejo y absorbente de lo que él siempre había estimado. En París sintió que la llamada del banquillo empezaba a ser igual de atractiva que la propia participación en el juego. Sus dos últimas temporadas en el equipo del suburbio parisino de Saint Ouen fueron testigo de su trabajo como delantero centro compaginado con la tarea de entrenador del equipo. Como logro fundamental en el Red Star está haber participado en el ascenso de la Ligue 2 a la Ligue 1 del fútbol francés. Tras este éxito, y viendo que el panorama político en Europa era sumamente complejo, decidió retornar a su Argentina natal en fechas previas al inicio de la II Guerra Mundial.
Como no podía ser de otro modo, el destino inicial de Stábile en su nueva aventura argentina fue su club de origen, el Huracán, al que condujo al subcampeonato en 1939, aportando al juego del Globo todos los conceptos y particularidades adquiridas y contrastadas en su experiencia como técnico en el equipo parisino. Pronto su perfil como entrenador empezó a ser reconocido en el ámbito del fútbol de élite bonaerense y el Ciclón de Boedo decidió incorporarlo a sus filas, en San Lorenzo de Almagro. Stábile coincidió con estrellas tan rutilantes como el brasileño Brito o el español Lángara, verdaderos icónos futbolísticos del momento, pero a pesar de disponer de recursos para alcanzar grandes resultados, estos no llegaron. Su estancia en San Lorenzo será recordada por el inmenso valor adquirido en la famosa gira del equipo azulgrana por Brasil, de la que salió invicto, incluso imponiéndose al Flamengo del afamado Leónidas da Silva.
Mientras trabajaba con los clubes anteriormente mencionados, Stábile asumió la responsabilidad de alternar su trabajo con la dirección técnica de la selección argentina. Como entrenador sería responsable de llevar a término los cometidos específicos a los que se comprometió, pero con la albiceleste, Stábile asumió el reto y la responsabilidad de dirigir al equipo de todos, pero con la particularidad de que la selección en ese momento no era, ni mucho menos, la organización y la representación actual del fútbol argentino. En esa época, la albiceleste competía en torneos de ámbito continental y, generalmente, con jugadores del entorno de influencia bonaerense, obviando durante muchos años al incipiente y posteriormente relevante fútbol del interior.
Tras su salida del barrio de Boedo, Stábile pasó por Estudiantes de La Plata sin grandes resultados que reseñar, para retornar en 1942 a Huracán, con quien volvió a significarse tanto por su sentido de identidad corporativa como por sus logros deportivos. Huracán logró clasificarse entre los mejores del campeonato en los dos años siguientes, siendo referente nuevamente del fútbol porteño. A pesar de los buenos resultados cosechados y del grado de afinidad hacia la institución, Stábile abandonó Huracán para enrolarse en Ferrocarril Oeste. Durante dos temporadas completas, el equipo verde luchó por no descender de categoría, peleando los últimos lugares de la clasificación sin mayor gloria para todos sus efectivos. Ante esta tesitura, Stábile abandonó Ferro en 1946 y se compromete con La Academia, Racing Club de Avellaneda, equipo con el que alcanzaría los mayores logros de su carrera de entrenador.
En un principio, por juego y resultados, Racing fue alcanzando los puestos altos de la tabla pero sin confirmarse como alternativa al título, pero en 1949 logró el campeonato y lo refrendó en los dos siguientes ejercicios con un triplete aún recordado actualmente. Las malas lenguas hablaban de que Racing no se vio afectado por la huelga de futbolistas de 1948, donde muchos de los mejores jugadores del momento abandonaron el campeonato argentino para jugar, principalmente, en Colombia. A pesar de todo esto, Racing fue capaz de armar un equipo equilibrado, con un juego vistoso y alejado de la costumbre de “huevo y sufrimiento” por el que era conocido hasta entonces. Jugadores del talante de Ezra Sued, Rubén Bravo, Simes, Boyé o Tucho Méndez lo ponen de manifiesto. River en el 49, Boca en el 50 o Banfield en el 51 fueron los equipos que sucumbieron al poder arrollador de este Racing que, a la par que los títulos dejó una estela de goleadas considerable.
Stábile logró por fin el reconocimiento como técnico al colocar a un grande del fútbol argentino en lo más alto de la tabla clasificatoria.
Pero si por algo es reconocido como técnico Guillermo Stábile es por sus dos décadas al frente de la selección albiceleste. En ese período, alternando responsabilidades con su faceta de entrenador de club, la selección argentina alcanzó uno de los momentos más relevantes de su historia futbolística. Como consecuencia de la anulación de los mundiales de 1942 y 1946, debido a la II Guerra Mundial, Argentina compitió íntegramente en el continente sudamericano, logrando altas cotas de éxito tanto competitivo como en forma de reconocimiento popular. Las competiciones continentales de la década de los 40 y 50 tomaron claro color albiceleste, al alzarse con los títulos de 1941, 1945, 1946, 1947, 1955 y 1957. A ello contribuyeron una de las mejores generaciones de futbolistas argentinos de su historia. El efecto de este talento unido hizo que la labor táctica pasase a un segundo plano y “la nuestra”, la peculiar forma de entender el juego de esta miríada de talentos comprometidos hacia un cometido común, fue lo más relevante y destacable como modelo de juego imperante. Jugadores del talante y calidad de Losteau, Labruna, Pedernera y Moreno, (la máquina de River), Rinaldo Martino, René Pontoni, Tucho Méndez, Grillo, Di Stefano, Sívori, Corbatta, Maschio, Boyé o De la Matta dan fe de la cualificación de una hornada de futbolistas de élite.
Una vez reanudados los mundiales, Argentina renunció a participar en Brasil 1950 y Suiza 1954, a donde se envió a Stábile como observador. Al volver, entregó su correspondiente informe, en donde decía claramente que Argentina estaría en disposición de competir por las más altas cotas, aduciendo que era una potencia en el actual fútbol sudamericano.
Como consecuencia de ello, participaron en el mundial de 1958 en Suecia. Por costumbre, o por un exceso de confianza, a la hora de seleccionar a los elegidos para la cita mundialista, Stábile decidió no llevarse a los jugadores que competían en el exterior. Sívori y Maschio (carasucias que encumbraron junto al resto a una Argentina campeona en 1957) no participaron en la edición sueca; la preparación fue escasa y la documentación sobre los rivales, inexistente. Se consideraba que Argentina era potencialmente capaz de competir aun a pesar de estas restricciones. La confianza era absoluta y la falta de rigor no redujo un ápice las expectativas internas de la delegación argentina.
Argentina cayó 3-1 contra Alemania, defensora del título, se impuso posteriormente a Irlanda del Norte y en el partido decisivo contra Checoslovaquia, para la clasificación de cuartos de final, fue estrepitósamente derrotada por 6-1. El bochorno fue absoluto y las consecuencias no se hicieron esperar.
Stábile dio un paso al frente y asumió las consecuencias de las derrotas, haciéndose responsable de la catástrofe, intentando dejar a los jugadores al margen. El prestigio del entrenador fue duramente golpeado y las consecuencias de tal derrumbe fue su no continuidad al frente del combinado nacional. El resultado final en Suecia 1958 se recuerda como uno de los grandes fracasos internacionales del fútbol argentino, y Guillermo Stábile fue la gran cabeza de turco. Después de veinte años abandonó la selección nacional para asumir responsabilidades dentro de la recién creada Escuela Nacional de Entrenadores Argentina. Atrás dejó 127 partidos dirigidos, con 85 victorias, 21 empates y 21 derrotas.
Guillermo Stábile representó en su momento al jugador referencia de un fútbol relevante dentro del contexto internacional. Alcanzó las más altas cotas que un jugador de la época podía aspirar y se coronó como el primer gran goleador de un mundial. Su paso por el fútbol no se ciñó únicamente a la práctica del juego, sino también a su estudio e implementación, convirtiéndose en un técnico reconocido en su momento que ha pagado las consecuencias de una mala planificación puntual. Su carácter accesible y la disponibilidad de talento hizo que no fuese considerado un entrenador al uso, duro y dictatorial, sino dialogante y tolerante. El fútbol le dió y le quitó.
En diciembre de 1966 falleció como consecuencia de un paro cardíaco. Su nombre irá ligado siempre a los incios de un fútbol que hoy es referente, su talento para el juego indiscutible y su facilidad innata para el gol.
Guillermo Stábile, leyenda del fútbol mudial.
“…y se olvidó mil cosas buenas por una que salió mala…”
Cosas que pasan de José Larralde. Trayendo Ayeres, Volumen II.
Corrección (12 de agosto): en la primera versión de este texto se indicaba que Guillermo Stábile había nacido en 1905 y no en 1906 y se refería a Roberto Cherro como Norberto Cherro.
* Alex Couto Lago es entrenador nacional de fútbol y Máster Profesional en Fútbol.
– Fotos: El Gráfico – Bob Thomas (Popperfoto)
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