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"Donde está la fuerza también está, en ocasiones, la debilidad". David Llada


Golf / Deportes

La memoria olvidada

por el 20 julio, 2013 • 23:25

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Muy pocos jugadores saben lo que supone perder un torneo como Lee Westwood. El inglés ha finalizado en quince ocasiones entre los diez primeros en los grandes a base de ruinosas últimas jornadas, en las que unas veces el putt y otras su juego corto le abandonaban para dejar paso a una masa nerviosa e incontrolable. De nada sirvieron su excelso y contundente juego largo ni las múltiples oportunidades de birdie que se generó en Augusta o Saint Andrews, donde quedó segundo, o en Bethpage o Turnberry, de los que se marchó en tercera posición. Había algo que no funcionaba del todo bien en sus manos cuando se sabía en el tramo decisivo.

Ha sido durante tanto tiempo candidato a una de las grandes citas que Lee se ha acostumbrado a vivir con el papel de mejor competidor sin honores. A sus 40 años, el reloj empieza a susurrarle que puede no contar con muchas más oportunidades de victoria, pero en vez de responder a esa cuenta atrás con ansiedad, ha seguido trabajando como quien acude cada mañana a la oficina. El pasado invierno se trasladó a Estados Unidos y centró todos sus esfuerzos en las partes más débiles de su juego, las más cercanas a bandera, y ha ido recogiendo los frutos poco a poco, paciente y reservado. Del mismo modo llegó al Open Championship, sabedor de todo su potencial pero ajeno a lo que acontecía en las casas de apuestas.

Pareció entenderse con Muirfield desde el primero de sus golpes. El links quemado demandaba precisión desde el tee de salida y una solidez implacable para no caer en cualquiera de los cientos de bunkers que lo atraviesan como balazos, una disciplina que él domina con soltura. Eso sí, quedaba pendiente de ver si estaría listo cuando se aproximara al hoyo. El primer día finalizó con 72 golpes, en un ejercicio de paciencia, y en el segundo se escapó hasta los 68 gracias a una soltura sin precedentes en su carrera, como si una imaginación desmesurada se hubiera apoderado de su analítico cerebro. Lee estaba preparado. Los putts que nunca entraron comenzaron a caer en una secuencia que se ha prolongado hasta el tercer día de competición en Escocia. Una vez olvidada la memoria, ha construido un liderato “con las manos de un niño”, que es como él piensa que mejor ha llevado nunca la bola hasta el agujero.

Esta historia no es nueva, y puede que su final tampoco. Los últimos 18 hoyos de un grande son la prueba más exigente que existe en el golf, por lo que no sería raro que sus nervios derrotaran de nuevo al talento. Sin embargo, son tantas sus ocasiones perdidas que Lee ha podido aprender un par de cosas sobre cómo debe comportarse mañana. Tommy Lasorda, legendario entrenador de béisbol, dijo un día que cuando has empezado a pensar en presión significa que has comenzado también a pensar en fracaso, y en cierto modo Westwood parece por fin haberlo comprendido. “Pensaré en la victoria en el Open esta noche en algún momento”, declaró. “Estoy seguro. No creo que haya nada malo en imaginarme cogiendo la Jarra de Clarete”. Para llegar aquí, no solo se ha desecho de los viejos fantasmas que surcan su carrera, sino que ha comenzado a dirigir sus firmes pasos a través de una dulce inconsciencia, como si además de las manos de un niño necesitara también de su mente.

El líder del Open partirá con dos impactos de ventaja sobre Tiger Woods, que firmó 72 golpes, y Hunter Mahan, que entregó el mejor resultado del día con 68. Solo ellos consiguen habitar bajo par en un recorrido no apto para certezas y sí para imprevistos. Hace doce meses, Ernie Els triunfó en Royal Lytham partiendo a seis impactos de la cabeza en la última jornada, por lo que no sería de extrañar que algún otro jugador lanzara su candidatura al título. Adam Scott, ataviado con la chaqueta verde, esperará su oportunidad desde el par del campo, mientras que Ryan Moore, Ángel Cabrera, Zach Johnson y Henrik Stenson lo harán desde el más uno. El abanico es amplio y se extiende también hasta Phil Mickelson o Francesco Molinari (más dos), o incluso hasta Sergio García o Miguel Ángel Jiménez (más tres). Mientras tanto, un hombre ajeno a su pasado buscará su lugar entre los grandes. 

* Enrique Soto.


– Foto: The Open Championship




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