"El modelo de juego es tan fuerte como el más débil de sus eslabones". Fran Cervera
Llegado el 10 de julio, los cambios de cromos que se han realizado en la NBA durante las últimas semanas se hacen oficiales, con lo que podemos ir vislumbrando y haciendo las primeras elucubraciones sobre lo que será la próxima temporada. Tras estos primeros movimientos, Houston Rockets y Brooklyn Nets parecen pasar de equipos de playoffs a auténticos contenders, aspirantes al anillo de campeón.
En el primero de los casos, los Rockets se han hecho con Dwight Howard, probablemente la pieza más cotizada de todo el mercado de agentes libres. El pívot ha perdido dinero al cambiar Los Ángeles por Houston, algo que hay que entrecomillar al conocer la diferencia tributaria existente entre los estados de California y Texas, motivo por el que, en caso de recuperar el nivel de antaño y merecer un contrato máximo dentro de cuatro años, Howard podría salir ganando con el cambio, al menos en el plano económico.
Al convencer a Howard para que fiche como agente libre, en lugar de negociar un sign-and-trade con unos Lakers que se quedan, como suele decirse, con una mano delante y otra detrás, la franquicia tejana se encuentra en una situación ideal. Cuentan con una columna vertebral formada dos All-Star como James Harden y el propio Howard y con un jugador con visos de estrella como es el alero Chandler Parsons, además de contar con Jeremy Lin y Omer Asik, dos jugadores que se subieron el pasado verano al cohete tejano y parecen estar a disgusto en la actualidad. Dos piezas con cierto interés en el mercado, con las que en Houston podrían conseguir cosas interesantes.
Sobre el primero han surgido rumores en los últimos meses sobre una falta de adaptación a la ciudad, por lo que un traspaso a cambio de otro base podría ser beneficioso para ambas partes. Por su parte, el pívot turco ha manifestado que quiere marcharse tras la llegada de Howard, aunque el entrenador de los Rockets, el mítico ex jugador Kevin McHale, sueña con mantenerlo en el equipo para revivir las Torres Gemelas, el apodo que recibía la pareja que formaban en la pintura Hakeem Olajuwon y Ralph Sampson.
El éxito de este movimiento para los Rockets dependerá de dos cosas: el estado de forma y la implicación de Dwight Howard, tras una temporada en que se ha mostrado lejos de su nivel, y lo bien que se mueva la directiva tejana en el mercado, principalmente para conseguir jugadores que aporten desde el banquillo, una vez que es seguro que Carlos Delfino cambia de aires. En principio se descarta la lucha de egos entre el nuevo pívot rocket y Harden, la estrella del equipo durante la pasada temporada, por el carácter generoso que el segundo muestra regularmente sobre el parqué, esa personalidad que le llevó a conseguir el premio al mejor sexto hombre de la liga en 2012.
Si en Houston han apostado fuerte por el pívot de 27 años, uno de los interiores más dominantes de toda la NBA, en Brooklyn han optado por un proyecto más cortoplacista, con dos veteranos ex celtic como Paul Pierce y Kevin Garnett, campeones de la NBA en 2008. En Boston corrían malos tiempos hasta que llegaron en el verano del 2007 Ray Allen y Garnett, dos piezas que completaron un Big Three esperanzador, comandado desde el banquillo por Doc Rivers. Ahora, llegado el verano del 2013, ninguno de los cuatro sigue en Boston, donde ahora rezan porque Rajon Rondo vuelva en perfectas condiciones de la lesión.
El caso de Pierce es relevante por tratarse del espíritu de la afición del TD Garden, a la que ha sido fiel desde que llegó a la liga en 1998, soportando las tempestades que atravesó el equipo durante los últimos años del segundo milenio y los primeros del tercero. Por su parte, Garnett tiene una claúsula por la que podía impedir su traspaso –igual que Kobe Bryant en los Lakers–, por lo que la labor del recién elegido entrenador de los Nets, Jason Kidd, jugador de los Knicks la pasada temporada, ha sido imprescindible para convencer al ala-pívot de que hiciese las maletas en dirección a Brooklyn.
A pesar de encontrarse en el ocaso de su carrera, ambos llegan a los Nets para dotar al equipo de experiencia en el momento de la verdad, en los playoffs. Al contrario que los Rockets, que se encuentran en una Conferencia Oeste muy abierta, los de Brooklyn tendrán que plantar cara, principalmente, a Lebron James y sus Miami Heat, además de a unos Chicago Bulls que recuperan a Derrick Rose un año después. Por ello, ese saber hacer en la postemporada podría ser determinante.
Presumiblemente, Pierce y Garnett formarán el quinteto inicial junto a Deron Williams, Joe Johnson y Brook López, tres grandes jugadores que apenas suman 127 partidos de postemporada y ninguna presencia más allá de segunda ronda, si exceptuamos la final de conferencia que alcanzó Deron con los Jazz en 2007.
Además, junto a The Truth y The Big Ticket llega al barrio neoyorquino Jason Terry, un especialista en salir desde la segunda unidad para acribillar al rival desde la línea de tres, un rol que cumplió a la perfección en los Mavericks que se proclamaron campeones en 2011. Junto al veterano escolta estará en la banca un luchador de la zona como Reggie Evans, uno de los máximos reboteadores de la liga la pasada temporada a pesar de jugar sólo 24 minutos por encuentro en los Nets.
En el traspaso, la franquicia presidida por el magnate ruso Mikhail Prokhorov ha perdido a un intenso alero y gran defensor como es Gerald Wallace, a un ala-pívot venido a menos tras la millonaria renovación como es Kris Humphries y a un escolta tirador y de futuro como es MarShon Brooks. Por ello, el principal objetivo del cuerpo técnico de los Nets debería ser añadir algún hombre de garantías que salga junto a Terry y Evans desde el banquillo, mientras esperan la explosión de Mirza Teletovic, lejos del nivel mostrado en el Baskonia durante su primera temporada en la NBA.
Por supuesto, el buen papel de los Nets depende del papel de Kidd en su primera experiencia como entrenador, aunque sería extraño que fracasase en esta nueva labor tras lo mostrado en el parqué estadounidense durante las dos últimas décadas.
En resumidas cuentas, encontramos dos equipos con los que nadie contaba hace apenas un año y ahora son auténticos contenders junto a Miami Heat, San Antonio Spurs, Los Angeles Clippers, Indiana Pacers y New York Knicks. Todos ellos con el mismo bloque de los últimos años. Aunque hay que puntualizar que, también hace un año, todos los analistas especializados en NBA colocaban los Lakers en la lucha por el título.
Lo primero es la magia del deporte estadounidense, donde tener más dinero no da mayores libertades, mientras que lo segundo es la magia del deporte en general, en el que las mejores piezas no aseguran los mejores resultados.
* Gonzalo Carpio del Saz.
– Fotos: Barton Silverman (The New York Times) – Kirby Lee (USA Today Sports)
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