El 7 de octubre del 2011, en una entrevista en Mundo Deportivo, Xavi Pascual, entrenador del F. C. Barcelona Regal, decía lo siguiente: “Lo dije el día de mi presentación y lo sigo diciendo hoy, no deseo otra cosa que hacer feliz a la gente a la que le gusta el baloncesto, a la que le gusta el club. Poder llenar cada día el Palau es mi máxima ilusión, es mi mayor sueño, volver a hacer que las audiencias en el baloncesto aumenten es un gran reto. Esos objetivos son para mí los más importantes, por encima de los títulos. Que la gente se sienta identificada con este equipo, que se sienta identificada con una manera de hacer. Para mí eso es lo máximo”.
Poco queda de tan bonitas intenciones veinte meses después. Por no decir nada. En ese tiempo, el Barça Regal ha ganado una liga y una Copa del Rey y ha jugado dos Final Four de la Euroliga, además de dos finales más de copa y liga. Un balance seguramente excelente pero insuficiente para uno de los presupuestos más altos del continente.
Xavi Pascual es el mejor entrenador de España en la actualidad. Lo dicen los títulos y lo dice su gestión al frente del Barcelona en el último lustro: nadie ha ganado tanto como él y muy pocos han demostrado su capacidad para leer los partidos y sacar el máximo de sus jugadores. La recién terminada final de la ACB es una buena muestra de ello. Sin embargo, su equipo juega feo (que no mal), se siente como pez en el agua jugando a tanteos bajos (en realidad no tan bajos como algunos piensan) y en ocasiones aburre. Sí, aburre, qué le vamos a hacer. Todo ello es malo si se pretende resucitar la ACB, dicen. Cómo si el problema de la competición fuera ese y no la ineptitud de los que mandan.
Esa impresión de equipo ogro se ha visto agrandada por la contraposición del Real Madrid de Laso, que por momentos llega a parecerse a una máquina de pinball, con Llull y Rudy Fernández corriendo de un lado para otro. El estilo de juego de los blancos no es admirable en sí mismo, sino que lo es por salirse de la línea dominante en Europa en los últimos veinte años. No tiene más mérito jugar a 90 puntos que a 70, pero sí que lo tiene ser el único (que no lo es) que lo hace en un deporte amarrado a la táctica. Que casi todos (no me atrevo a decir que todos porque hay gente muy rara) prefieren un juego más vistoso y alegre es un hecho. Y por eso el Real Madrid se ha ganado mucha simpatía desde que llegó Laso. En sus partidos pasan más cosas, hay más contraataques, más mates, más pases largos, etc. Si se pudiera medir la diversión, no habría duda de que el Real Madrid sería el equipo más divertido. Pero pretender establecer ese estilo como el único elogiable es una locura. Estilos hay muchos, y bien ejecutados, todos son admirables.
Suceden dos cosas con el estilo en la ACB. Por un lado, como el Real Madrid tiene uno tan definido (y encima acaba de ganar un título), al Barcelona Regal se le exige lo mismo. Y a poder ser, que se parezca. “Si el Real Madrid juega bonito y gana, ¿por qué no lo puede hacer el Barça, que tiene hasta un presupuesto mayor?”, se preguntan algunos. ¿Por qué tiene que hacerlo?, me pregunto yo. ¿Obliga el dinero divertir al espectador? ¿Tienen que alegrarnos el Real Madrid y el F. C. Barcelona Regal las mañanas de los domingos por decreto? ¿Por qué la exigencia no se extiende al resto de equipos?
Ni siquiera al Laboral Kutxa ni al Valencia B. C. (dos equipos con posibles) se les machaca con esa visión hedonista del deporte. No digamos ya a equipos más pequeños. Un buen ejemplo de ello es el Herbalife Gran Canaria, que este año ha llegado a las semifinales de la Liga Endesa. Es un equipo magníficamente trabajado por Pedro Martínez, su entrenador, pero cuyo estilo de juego está mucho más cerca del Barcelona que del Madrid. Pero a diferencia de lo que pasa con el entrenador azulgrana, Pedro Martínez solo recibe elogios. ¿Por qué? Pues porque se entiende que el equipo pequeño (así es como se trata a casi todo lo que no es Madrid o Barça) bastante tiene con lo suyo como para encima tener que divertirnos. Si lo hace, mejor que mejor (véase el caso del C. B. Canarias), pero no nos engañemos: los pobres están para sudar y llegar a fin de mes. El estilo es cosa de ricos.
Lo único que se le puede recriminar a Xavi Pascual es que intentara quedar bien con ese mensaje de paz, amor, alegría y diversión de hace veinte meses, en vez de decir que iba a intentar ganar de cualquier manera, como ha hecho desde que es entrenador del Barcelona Regal. Esa mentira era innecesaria, pues no tenía (ni tiene) que justificarse más que ante sus jefes, que a buen seguro se conforman con que siga ganando títulos con la misma asiduidad que hasta ahora.
* Darío Ojeda.
– Foto: ACB Media
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