"El éxito se mide por el número de ojos que brillan a tu alrededor". Benjamin Zander
Se habla mucho sobre las razones por las que Messi nunca es cambiado. ¿Cómo puede jugar todos los minutos de todos los partidos? Los más forofos insinúan cosas raras que no vale la pena ni entrar a valorar; otros critican a Guardiola o intuyen una especie de sometimiento al crack del equipo. Al final, fuegos de artificio que rodean el mundo del fútbol. Pocos se han puesto a analizar el juego del 10, sus esfuerzos reales en un partido de fútbol.
Como algunos sabéis, yo soy jugador. Tercera división, grupo XII. Un 10 de los de toda la vida. Un “enganche”, el que juega detrás de los puntas o punta, el del último pase.
A mi me gustaba participar en todas las jugadas. Cuando digo todas, quiero decir exactamente eso: todas. Iba a recibir a un lateral para tocar de cara y era capaz de recorrer todo el ancho del campo para ir a recibir del otro lateral cuando el balón cambiaba de orientación. Que tenía el balón un central, allí estaba yo para darle una salida. Que llegaba la pelota a una banda, allí estaba yo para apoyarle. Jugadas que, analizadas con independencia, pueden ser consideradas como correctas. A los 27 años estaba fundido. Terminaba los partidos agotado e intuía mi retirada cercana. Corría demasiado.
CORRER MENOS PARA CORRER MÁS RÁPIDO
Por suerte, mi camino se cruzó con el de un muy buen entrenador. Joven, ambicioso, muchos años en el fútbol base del Mallorca. Un entrenador que me exigía correr menos, tanto en defensa como en ataque, para poder estar más fresco, recibir en lugares más determinantes y poder ser así decisivo mucho más a menudo. Aún hoy me cuesta adaptarme a ello, ya con 30 años. Pero he pasado de pensar en la retirada a vivir los dos mejores años de mi carrera y querer jugar unos cuántos más.
Sí, hoy vengo a hablar de Messi, no de mí. Y Dios me libre de querer compararme a él. Pero existen muchos paralelismos en ambas situaciones y entiendo que los cambios se reducen a aprender a moverte en un terreno de juego. Aprender a correr menos para correr más rápido en los momentos cruciales. Sirva mi humilde experiencia como introducción para poder hablar un rato del más grande entre los grandes.
Se habla mucho de la explosión de Messi al cambiar de posición, ese famoso día en el Bernabéu. Pasó del extremo al falso 9 para destrozar al rival y revolucionar el fútbol mundial. Si bien es cierta la importancia del cambio, la clave radica en que dos mentes realmente privilegiadas para este juego, como son las de Guardiola y Messi, hayan entendido lo que necesita la posición y el individuo.
EL ACORDEÓN DE MESSI O MESSI, EL ACORDEÓN
Cuando el Barça tiene el balón y ejecuta su juego de posición, los movimientos más habituales de Messi me recuerdan a un acordeón. Cuánto más lejos de él está la pelota, más se aleja de la redonda. Cuánto más cerca la tiene, más se acerca él para asociarse. Messi siempre quiere la pelota y, para que la pueda recibir en las mejores condiciones Pep le ha hecho entender que, buscando el lado débil, dónde menos rivales hay, detrás de la línea marcada por los pivotes y alejándose de los centrales, le acabará llegando tras un cambio de orientación en el juego de su equipo.
Le acabará llegando, además, con unos metros de libertad para arrancar, para cambiar la velocidad y poder clavar su aguijón en modo de pase definitivo o finalización individual. En un desmarque, corta diagonal hacia el lado débil del equipo contrario que ha basculado hacia dónde va la pelota. No necesita ni trotar, a menudo lo hace caminando, escondiendo a sus rivales el hecho de estar desmarcándose para asestar un golpe definitivo. Muy poco esfuerzo, sólo necesita activarse cuando recibe. Y mucho tiempo para recuperar. Descansar jugando.
Diferente es cuando el juego cambia de orientación y no recibe en zona definitiva. Entonces sí se acerca y se suma al juego de posición del equipo, participando activamente en el juego de pases cortos y medios. Esperando pacientemente que se vuelva a alejar la pelota y volver a buscar el lado débil del rival. Allí donde nadie está pendiente de Messi.
Fijémonos, además, en su posicionamiento del cuerpo cuando recibe sólo, para hacer daño. Así como cuando aparece para combinar con Xavi, Busquets o Iniesta no le importa recibir de espaldas para tocar de primeras, cuando busca el desmarque en el lado débil del equipo contrario siempre lo hace en diagonal, posicionando el cuerpo de manera que, con un control orientado, pueda encarar de frente la portería contraria.
MESSI, EL LLEGADOR
Los pocos esfuerzos que hace Messi son para ser definitivo. Messi lo ha entendido y no le veremos hacer un esfuerzo innecesario. Sin embargo, sí tiene claro que cuando el balón, muchas veces por un pase suyo, llega a banda sí realizará ese esfuerzo para llegar al remate. Especialmente al primer palo donde su explosividad le permite superar al defensor y ganarle la posición.
Hay que añadirle, además, una intuición especial digna de killers del área como Romario o Hugo Sánchez para saber dónde acabará ese balón centrado desde banda o línea de fondo por un compañero. Así, le veremos realizando un sprint para adelantarse al primer palo o quedándose un poquito atrás en el punto de penalti mientras los defensores intentan proteger portería.
MESSI Y SU DESMARQUE DE RUPTURA
Por último, en este afán por entender el juego de Messi, dónde y cuándo realiza los pocos esfuerzos, no podemos olvidar el que, posiblemente, sea el movimiento que más goles desencadena. Si en el primer ejemplo hablamos de acciones propias de un 10 perfecto y en el segundo de una rata de área ejemplar, en éste nos recuerda al segundo punta veloz que vive al borde del fuera de juego para poder recibir un balón profundo por detrás de la línea defensiva rival. Es tanta la atracción de Messi para un defensa que, cuando viene a recibir unos metros, no hay central que no salga con él. De nuevo, el 10 del Barça consigue bordar un movimiento teóricamente poco natural en él: ir a recibir tres o cuatro metros para sacar al central de su posición y cambiar de ritmo y dirección, para buscar el hueco libre que deja el central que ha ido tras él al desmarque de apoyo. Balón profundo y mano a mano con el portero. Su exquisita definición hace el resto.
Tres acciones. La primera demuestra el absoluto entendimiento del juego por parte de Messi y su facilidad para aprender en tiempo récord algo que los jugadores solo comprenden con el paso de muchos años. Con 24 años, me resulta extraordinario que sea capaz de explotar al 100% la gestión de sus esfuerzos. Ver cómo, mientras el balón anda por un lado, Messi se está desmarcando andando hacia el otro es de una belleza enorme. Ver cómo el mejor jugador del mundo, el más vigilado, recibe una y otra vez sin marca es muy sorprendente.
Las otras dos acciones son más instintivas. Aún así, también es extraordinario ver como el típico enganche se ha convertido en uno de los mejores jugadores del mundo en dos acciones habituales en delanteros centro puro. Jugadores como Higuaín o Soldado, por citar dos grandes delanteros que viven de este tipo de goles.
Por supuesto, Messi es mucho más. Es capaz de jugar en banda, ir a recibir de los centrales en posición de mediocentro para darle fluidez a un juego atascado, rematar de cabeza o convertirse cada vez en mejor especialista a balón parado. Quería, sin embargo, centrarme en sus movimientos más habituales y los que más dividendos le generan. Tres acciones que ha logrado perfeccionar en poco espacio de tiempo.
Acciones explosivas que suceden relativamente pocas veces durante un partido. De las que creo que Messi puede vivir durante muchos años sin ser sustituido durante el partido, tal y como a él le gusta.
* Sergi Rojals es Futbolista. En Twitter: @eldeu
– Fotos: Miguel Ruiz (FC Barcelona)
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