Thiago es, potencialmente, el mejor jugador procedente de la cantera que ha llegado al primer equipo del F. C. Barcelona, como mínimo, desde el 2008. O lo que lo es lo mismo: el mejor canterano que ha llegado al equipo de élite que más basa, o dice basar, su filosofía en la cantera en cinco años.
Que tenía un talento descomunal se sabía desde que, con 14 años, ingresó en La Masia. Desde entonces, y hasta hace un año, su trayectoria siempre fue ascendente, yendo siempre uno o dos pasos por delante de lo que teóricamente le correspondía. Con sólo 18 años, Guardiola le hizo debutar con el primer equipo. Con 19, le dio oportunidades continuadas hasta que le hizo pasar unos meses en la grada para retornar posteriormente al filial. Y es que el talento ya estaba, lo importante era que su mente lo acompañara.
Y vaya si lo hizo: Thiago acató las órdenes de Pep sin rechistar. Pese a haber dejado muy buenas sensaciones con los mayores, no tuvo problema alguno en volver al filial para liderarlo en los que serían los últimos días de Luis Enrique como técnico. Este hecho eliminó cualquier reticencia que pudiera haber tenido Pep a la hora de contar con él como miembro integrante de pleno derecho del que era el mejor equipo del mundo, justo después de haber sido el mejor jugador de la Eurocopa sub-21 que acababa de ganar.
Todo marchaba viento en popa, con la salvedad de que la contratación de Cesc hacía dudar del número de oportunidades de las que disfrutaría. No se trata ahora de reanalizar la conveniencia de este fichaje en función de cuál ha sido su rendimiento, pues se tomaron una serie de decisiones que, en principio, no lo hacían incompatible con la progresión de Thiago. A saber: Keita pasó a ser casi siempre mediocentro y Afellay definitivamente extremo –al menos, ese era el plan trazado antes de que la lesión lo truncara–, por lo que Thiago era el cuarto interior de la plantilla, rol propicio para un chico de 20 años recién ascendido del filial. Además, las variantes que utilizó Pep conllevaron que, Messi y Alves al margen, muchas veces tuvieran cabida cuatro o hasta centrocampistas en sus alineaciones.
Su inicio fue arrollador. En una pretemporada en la que hubo enfrentamientos ante rivales de enjundia como el Bayern Múnchen, Thiago fue el mejor. No sólo haciendo lo que se esperaba de él, sino incluso ejerciendo de formidable goleador. El inicio de la competición oficial supuso la continuidad de esta tendencia, si bien virando su formidable rendimiento en otro sentido. Thiago, ese chico en el que algunos iluminados veían a un nuevo Guti o Iván de la Peña, era capaz de alternar los roles de interior y lateral derecho gracias a un magnífico posicionamiento y a un aún mayor sacrificio defensivo, ocultando las carencias de un sistema con sólo tres defensores. Su momento cumbre en el primer equipo llegaría en la final del Mundial de clubes frente al Santos, tras la cual se frenaría su progresión al mismo tiempo que se iniciaba la caída del equipo del que nunca llegaría a ser una pieza básica.
Así, la primera mitad del 2012 no sería tan positiva para él. Como es lógico, se vio resentido por el bajón del juego colectivo y no siempre dispuso de tantas oportunidades. Sin embargo, Guardiola le había encomendado la realización de un máster defensivo y sacaba matrículas. Hasta el Clásico en el que el Barça perdió la liga no existían sensaciones negativas sólidas respecto a él. Sin embargo, el de aquel día fue un duro golpe. Por puro talento debía hacer bueno el peor planteamiento de Guardiola en un partido decisivo formando un inédito doble pivote con Busquets, teniendo por detrás únicamente a Puyol, Mascherano y Adriano. En estas circunstancias, sus equivocaciones –en ningún caso superiores a sus aciertos– costaron muy caras. ¿Pero qué crack no ha tenido un mal día en un gran partido con 21 años? ¿Cuál no lo hubiera tenido en un contexto tan desfavorable?
Claro que no se les ocurrió pensar en esto a los panfletistas que hablan de cantera vs. cartera para colocarlo en el mercado. Fue un verano duro para Thiago, ya que estas eran tristemente las palabras que se vertían sobre él dada su ausencia en los JJ. OO. por lesión, la cual fue clave para que España pasara de ser candidata a hacer el ridículo. La tardanza en la recuperación de esta lesión también retrasó sus primeras apariciones con el Barça de Tito, hecho cuya trascendencia aún no sabemos cuantificar.
Sin embargo, cuando reapareció, Vilanova sí mostró una voluntad fehaciente de convertirle en un jugador importante dentro del equipo. Sin ánimo de juzgar al técnico exhaustivamente por las dificultades en la gestión causadas por su enfermedad, no lo ha conseguido. Y no lo ha conseguido porque no ha confiado en él en los momentos más importantes. Porque le ha rodeado con más frecuencia de suplentes que de titulares, y así es muy difícil integrarse en la dinámica. Porque cuando se ha equivocado le ha apartado en lugar de confiar en él. Porque le ha excluido de la convocatoria en encuentros en los que él habría sido uno de los jugadores más capacitados para ser un revulsivo desde el banquillo. En definitiva, porque no ha sabido modificar la escala de roles vigente en el centro del campo, lo que era imprescindible. En lo que a Thiago se refiere, ha sido una temporada en la que se ha cortado de pleno su hasta entonces imparable progresión.
Bien, Thiago aún no es una realidad contrastada, matiz clave. Pero nadie llega a serlo si no cuenta con continuidad y, sobre todo, confianza. A día de hoy presenta defectos que le hacen distar de ser una garantía. A saber: como mediocentro o interior, pierde balones en zonas de riesgo; como mediapunta, le cuesta recibir en condiciones ventajosas entre líneas; y en la banda adolece de los desmarques de ruptura que se exigen a los extremos para crear espacios. Salvo esto último, que no le descarta en ningún caso como opción en banda, todo es corregible mediante continuidad y confianza. Cabe recordar los balones que perdía Busquets en sus inicios o los que perdía Xavi incluso en los tiempos de Rijkaard –la eliminatoria perdida frente al Chelsea de Mourinho quizá sea el mejor ejemplo–.
Asentarse en la élite no es una labor sencilla. Nadie nace sabiendo, todo el mundo ha de equivocarse para aprender. Evidentemente, en el Barcelona no se pueden tener las mismas oportunidades que en el Arsenal –como explicó Guardiola al referirse a Wilshere–, pero sí que existe un término medio. El término medio en el que Busquets gozó de muchísimas oportunidades de calidad pese a que el titular era Touré para, la temporada siguiente, acabar ganando el puesto.
Algo así sería lo idóneo para Thiago y, correlativamente, para el Barça. Claro que el hecho de que Xavi haya sido el epicentro del equipo lo hace más difícil, pero esto ya debe haber terminado, como quedó claro en los mejores encuentros del Barça de esta temporada –el de izquierdas, el de los centrocampistas; el de Busquets, Iniesta y Messi–. Ocupar el puesto de Xavi no significa hacer de Xavi. Lo mejor para Thiago, y seguramente lo que más necesita el equipo, es que sea mitad Xavi mitad Keita, y potencial le sobra para ello. Más que a Gündogan o Wilshere, quienes sí han dispuesto de dicha continuidad y confianza y no hablan el idioma Barça. Hasta tal punto es así que Cesc, en su día, ofrecía una garantía bastante mayor de la que pueda parecer que ofrecen estos hoy.
En definitiva, se ha llegado un punto en el que Thiago, la mejor opción posible, necesita dar un paso adelante. Ello no significa convertirse en titular indiscutible sin haber hecho méritos para ello, pero sí aspirar a llegar a serlo mediante el disfrute de oportunidades continuadas y la merecida pérdida, tras dos temporadas con un rendimiento medio insuficiente en los partidos decisivos, de la condición de intocable de la que goza Xavi. Es decir, dejando de ser la cuarta opción para dos tres o tres puestos.
A mi modo de ver, esto sólo es probable mediante la salida de Xavi o de Cesc de la plantilla. Seguramente no lo sea, pero sin lugar a dudas sí es la más sencilla. Tomar esta difícil decisión o encontrar una vía alternativa distinta es uno de los retos principales que debe afrontar el técnico, pues tanto Thiago como el Barça lo necesitan. Además, el ascenso de Thiago dentro de la plantilla conllevaría el desatasco del ascensor en el que se halla sumido Sergi Roberto y al que aguardan Rafinha y Espinosa. Algo imprescindible para que los nuevos fenómenos permitan acercarse a un nivel que quienes conquistaron en el pasado ya no pueden conquistar en el presente.
No obstante, este caso va mucho más allá de lo meramente futbolístico. Nadie como Thiago simboliza el atasco vigente en los ascensores; nadie tiene un talento tan grande como para determinar por sí mismo si realmente se cuenta con la cantera. Esta cantera es la que ha permitido al Barça ser el mejor siendo único pese a no ser el más rico. Las decisiones que se tomen respecto a Thiago nos mostrarán si se quiere seguir esta senda o descuartizar la maravilla que Pep construyó a partir de la herencia de Cruyff para crear la mayor obra de arte que ha conocido la historia del Barça y puede que, incluso, la de este deporte.
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* Rafael León Alemany.
– Fotos: FC Barcelona – Pep Morata (Mundo Deportivo) – EFE
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