El equipo local se dispone a lanzar un córner. Los jugadores forcejean en el interior del área , unos en busca de un espacio para rematar y otros para intentar impedirlo. En ese momento se produce una agresión que acaba con uno de los defensores en el suelo. Parece que el colegiado ha visto lo sucedido y se dirige a la zona en la que se encuentra tendido el futbolista.
En el encuentro disputado entre el Chelsea y el Liverpool, el delantero Luis Suárez protagonizó una agresión durante el encuentro: mordió a un adversario (Ivanovic). El uruguayo es un jugador con unas condiciones excelentes para la práctica del fútbol, pero con un temperamento que estropea todas las genialidades que realiza cuando el balón esté en sus pies.
Por otro lado, las noticias que hacen referencia a la agresión de colegiados se han ido sucediendo las últimas semanas siendo más sorprendentes las edades de los agresores, tratándose de chicos que todavía se encuentran en etapas formativas.
Estos dos ejemplos me llevan a reflexionar sobre el trabajo que el entrenador realiza con los jugadores. Consideramos prioritario el hecho de mejorar las habilidades técnicas y tácticas del futbolista, pero ¿acaban aquí nuestras responsabilidades?
El sueño de la mayoría de niños que se inician en la práctica del futbol es el de llegar a conseguir jugar algún día a nivel profesional. Éstos no son conscientes de lo difícil que será llegar a cumplir esa ilusión, pero por esa razón estamos los entrenadores: para conseguir que hagan de su sueño su pasión.
En ocasiones podemos olvidar que entre nuestras obligaciones esté la de educar al jugador, hablando desde un punto de vista deportivo. No debe basarse únicamente en saber ganar o perder, sino que hay muchos otros elementos que serán importantes y deberán aprender.
El aspecto principal será el de introducir en nuestros equipos unas pautas de comportamiento en las que el respeto a entrenadores, compañeros, adversarios, colegiados y familiares debe estar siempre presente. De esta forma estaremos consiguiendo que los jugadores interioricen un patrón actitudinal que les acompañará en su día a día.
Es importante que los jóvenes conozcan y entiendan el reglamento que deberán seguir durante la temporada. Éste deberá ser claro y no podrá ser modificado durante el año, evitando de esta manera confundir a los jugadores.
Generalmente, en los entrenamientos los jugadores pueden darnos pistas sobre su carácter y posibles reacciones, aunque cuando realmente lo veremos será en la competición.
En las sesiones semanales, para mantener el control bastará con poner normas sencillas como la puntualidad, la indumentaria o la obligación de recoger el material. Así conseguiremos que los jóvenes futbolistas se acostumbren a mantener un orden que les ayudará a ser más responsables. Estas normas deben ir acompañadas de sus consecuentes sanciones en caso de que no se cumplan.
Pero, como comentaba anteriormente, es en los partidos donde nos encontraremos con un mayor número de situaciones que pueden provocar que los jugadores pierdan los nervios, al topar con un ambiente distinto al que están habituados. Será el momento en el que los jugadores deben aprender a sobreponerse a las provocaciones de los adversarios, las decisiones del árbitro, los cambios del entrenador y el ánimo o presión desde la grada, entre otras muchas cosas.
Aunque el colegiado, del que hablaré más adelante, es el encargado principal de controlar que los jugadores cumplan el reglamento, no debe ser el único, ya que los técnicos tenemos que estar pendientes de las reacciones de nuestro equipo durante el juego y ser capaces de tomar decisiones si observamos que el comportamiento no es el adecuado, pese a que el juez no haya visto la acción.
De esta forma estaremos lanzando un mensaje a nuestros futbolistas en el que deberán ser conscientes que desde la banda estaremos controlando tanto su rendimiento deportivo como el actitudinal.
Es una de las tareas más importantes que como técnicos debemos conseguir, ya que su presencia es imprescindible para la disputa de los encuentros. Debemos convivir con los posibles errores que puedan cometer durante el encuentro, ya que todas las partes implicadas en el juego los cometen durante el partido. La derrota puede venir acompañada de una frustración focalizada en el colegiado por sus posibles fallos, con los que se querrán justificar el resultado negativo.
Estas reacciones deben ser controladas desde los inicios de los jugadores, centrándonos en todos aquellos aspectos deportivos que pueden mejorar y ayudándolos a que acepten y entiendan los posibles errores arbitrales.
Por último, como formadores debemos tener clara cuál será nuestra actuación hacia el colegiado, ya que no podemos pretender que nuestros jugadores lo respeten si desde el banquillo no somos un ejemplo de comportamiento.
Un error que se acostumbra a cometer es el de permitir a aquellos jugadores más destacados comportarse de una forma diferente al resto. Sus malos modos siempre estarán justificados por el rendimiento deportivo que nos ofrece semana tras semana.
En estos casos, la formación del futbolista es la que puede verse afectada, ya que aquellos malos hábitos identificados, pero nunca corregidos por el afán competitivo de los técnicos, acompañarán al chico durante años hasta que puedan convertirse en un problema que le impida alcanzar su sueño.
Algunos de ellos llegarán a lo más alto aunque sus comportamientos estarán muy alejados de sus habilidades sobre el terreno de juego, habiendo dado en el pasado muestras de esta falta de carácter o falta de autocontrol sin que jamás recibieran reprimenda por ello.
Por esa razón, si nuestro objetivo es el de conseguir crear jugadores que puedan practicar este deporte a nivel profesional, debemos ayudar a este perfil de futbolistas a que sean capaces de orientar sus frustraciones sobre el terreno de forma positiva para que su rendimiento no se vea afectado, a la vez que sus reacciones no pongan en duda sus habilidades.
Cuando nos encontramos con situaciones en las que el jugador no tiene un comportamiento adecuado, como formadores nos tocará tomar decisiones que pueden no ser entendidas por todas las partes implicadas. Es importante que hablemos con la familia del joven en el momento en el que vayamos a tomar las medidas. Por dos razones. La primera es que nos permitirá conocer mejor cuál es el ambiente familiar en el que se encuentra el jugador y el grado de presión al que esta sometido. La segunda es que nos permitirá explicar con más detalle las causas de las decisiones que vayamos a tomar en entrenamientos y partidos.
La comunicación en busca del beneficio del jugador siempre será positiva, aunque en caso de que se produzcan quejas o los familiares muestren su disconformidad con las medidas adoptadas no debe afectarnos, ya que es el camino que creemos que ayudará al joven futbolista a progresar.
Como entrenadores-formadores tenemos una gran responsabilidad y debemos aprovechar nuestra posición para intentar ayudar a acabar con todas estas desagradables escenas que se repiten semana tras semana, especialmente cuando el final de temporada se acerca. Más allá de formar jugadores debemos formar personas que en el futuro sean capaces de crecer con valores que les puedan ayudar en todas las actividades que vayan a realizar en su vida.
Una tarjeta roja mostrará el camino de los vestuarios al jugador que realizó la acción antideportiva. Sus airadas protestas hacia el colegiado, dan paso a la repetición de las imágenes en las que se aprecia una y otra vez cómo el expulsado agrede al adversario. Con el paso de los minutos, y ya en la caseta, comienza a ser consciente del error que ha cometido. Por esa razón se disculpa ante su técnico y compañeros. Aunque en la mente de todos ellos sólo se repite una pregunta: ¿Cuánto tardará en volver a hacerlo?
* Enrique Durán es Director Técnico de fútbol base de los Mamelodi Sundowns de Sudáfrica. Anteriormente fue coordinador de la FCB Escola.
– Fotos: Reuters – Torreblanca CF
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