"La clave del éxito no es jugar como un gran equipo, sino jugar como si el equipo fuera una familia". Stephen Curry
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1.- El Barça era tan sólido como colectivo, defendía tan arriba, concedía tan pocas ocasiones en el área propia, que promediaba 0,71 goles encajados por partido de Liga. En los cuatro últimos años, las cifras de tantos recibidos en las 38 jornadas del campeonato fueron las siguientes: 35, 24, 21 y 29. Esta temporada ya ha alcanzado los 35 cuando todavía faltan cinco jornadas para terminar la Liga.
2.- Es un dato que no lo explica todo, pero simboliza la degradación de los mecanismos, pues de mantener el promedio la cifra final se irá a los 40 goles, prácticamente el doble que en la Liga 2010-2011. El incremento es tan llamativo que resulta ineludible. Se compensa, sin duda, con el número de goles favorables: 101 de momento, camino de los 115 que superarían los conseguidos el pasado curso y batirían de largo las cifras logradas cuando Pep Guardiola.
3.- Pero más que los récords interesa conocer las razones. Muy probablemente, no podemos desligar facetas del juego como si fueran ingredientes simples de una receta compleja: las interacciones son decisivas en el fútbol. La ausencia de un central corrector como Puyol basta para que los centrocampistas no ayuden a la presión de los delanteros por temor a un desborde que nadie salvará in extremis como sí hacía el capitán.
4.- Y como el factor Puyol, otros muchos que hemos ido desmenuzando a lo largo de la temporada, influyentes en distintos grados cada uno, pero influyentes. La interacción de tantos y tantos factores acaba por desajustar la maquinaria hasta llegar al día de la catástrofe. Y ese día, todo parece estar mal y la guillotina se convierte en consejo mediático y remedio popular.
5.- La semana barcelonista ha concluido en San Mamés con otro partido alicorto de un equipo que ha dejado de sentirse invulnerable. En esta dinámica tan negativa, lo emocional ya pesa incluso más que los desajustes futbolísticos, hasta el punto de mostrar un rostro que parecía denotar inferioridad, vulnerabilidad y desconcierto. Es el Barça un equipo anonadado, que en cada toque de balón parece preguntarse por las viejas certezas. ¿Adónde fueron a parar?
6.- No está mejor el Athletic, precisamente. Tras un año de vertiginosa gloria, otro año de pesadilla lenta. Los vecinos de Bilbao conocen de la combustión interna padecida por la plantilla, en ocasiones a causa de Bielsa, en otras por Urrutia, en alguna por propia inconsistencia del jugador. El resumen es un Athletic reconocible en las formas, pero sustancialmente más blando.
7.- El Barça ha jugado su partido habitual de los últimos tiempos, con momentos dispares, radicalmente opuestos. Es otro equipo. Todavía reconocible en las formas, pero reblandecido en las ejecuciones. En apariencia sigue siendo lo mismo, pero transpira un sudor diferente, hasta el punto que uno termina por analizar a los jugadores más que al equipo, a la individualidad por encima del colectivo, mal síntoma.
8.- La tentación nos conduciría a valorar a Thiago, Song o Alexis por su excelente prestación y a buscar contrapartidas en hombres como Cesc o Xavi, pero al margen de semejantes apreciaciones no podríamos radiografiar el juego colectivo, lo que resulta casi tan sintomático como el incremento de goles encajados.
9.- La impresión es que el Barça ha permutado el juego por las emociones. Era un equipo tan trabajado que se sentía imbatible. Decíamos que incluso el azar parecía estrellarse contra esa roca. Entrenador y jugadores creían que no había fuerza humana capaz de superarlos y que se necesitaba una concatenación de desgracias, de un volcán a un huracán, para tumbarlos. Lo creían ellos y llegaron a creerlo todos sus rivales.
10.- Luego fueron sucediendo pequeñas cosas mil veces contadas y, a día de hoy, el Barça se siente incierto y frágil, convencido de encajar gol, dudoso de marcarlo, inseguro de sus fuerzas, precavido en cualquier movimiento, temeroso en avanzar por si acaso llega un contragolpe… Fenómenos así ocurren a diario en la vida deportiva, no es exclusiva de este equipo. Hay dinámicas extraordinariamente longevas y positivas; y las hay veloces, raudas, negativas, perversas. El Barça lleva semanas metido en una de estas.
11.- A la que sale Messi, los rostros cambian. Messi lo genera todo: pánico en el equipo contrario, confianza en el propio, peligro en cada acción, gol en situaciones imposibles y una mejora exponencial de sus compañeros, que se sienten capaces de hacer lo que diez segundos antes creían imposible. Ahora mismo, más que el gol -que, por supuesto, también- Messi es el café de la mañana para un equipo dormido. Messi es la certeza para un conjunto incierto. La seguridad de un colectivo tembloroso.
y 12.- Hasta esta semana el problema era el fútbol y las cien pequeñas cosas que se fueron perdiendo por el camino. Desde la catástrofe muniquesa se ha añadido otro factor: la duda. De tanto perder detalles futbolísticos y de actitud, el Barça es un sonámbulo que camina dormido. Aunque queda poco para cerrar el curso, no le convendría apagar la luz en semejante estado catatónico, sino despertar a tiempo, pero solo Messi parece capaz de activar una alarma gigante.
– Foto: Miguel Ruiz (FC Barcelona)
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