Desde el año 1988 y hasta los 9″58 conseguidos por Usain Bolt en 2009, el récord mundial de los 100 metros lisos masculinos se ha batido o igualado en 11 ocasiones, sin contar los dos récords anulados por doping (Tim Montgomery y Justin Gatlin). Sin embargo, el récord de los 100 metros femeninos, que consiguió también en 1998 la ya fallecida Florence Griffith, permanece intocable desde entonces y no hay visos de que nadie vaya a batirlo en un futuro inmediato.
Nos remontamos al 16 de Julio de 1988, a dos meses vista de los Juegos Olímpicos de Seúl. Lugar: Indianápolis. Pruebas de selección olímpicas estadounidenses, popularmente conocidas como trials. En los cuartos de final de los 100 metros, Griffith cerró el cronómetro en un tiempo de 10 segundos y 49 centésimas, un registro que superaba todas las expectativas en una atleta del sexo femenino.
En ese mismo momento, yo estaba trabajando en la antigua redacción de la calle Tallers de “El Mundo Deportivo”. Era tarde, pasadas las 11 de la noche. Como responsable de la sección de atletismo del periódico, permanecía a la espera de los resultados de los trials. La sección de Última Hora me reservaba un pequeño espacio para dar la información sobre la competición.
Cuando el teletipo de Reuters escupió el primer flash de la noticia estuve convencida que se trataba de un error tipográfico. Pero instantes después, AP (Associated Press), France Presse y después la agencia EFE, ya en español, ratificaban la increíble cifra: 10”49.
No daba crédito. Me volví loca. Nunca un récord del mundo me había provocado un shock tan grande. Supongo que algo tiene que ver el hecho de ser yo también una especialista de los 100 metros lisos.
“Necesito toda la página”, le dije a Xavier Díaz Serrat, responsable ese día de “cerrar” el periódico. “Lo que ha hecho esta tía es una monstruosidad. Hay que dar la primicia en prensa escrita”. Y lo hicimos. Fuimos los únicos en España que publicamos la proeza a la mañana siguiente.
Titulé a toda página: “Florence Griffith corrió como un hombre: 10.49 en 100 m.”
Y no era para menos: con esa marca todavía hoy Florence Griffith sería finalista de los 100 metros masculinos en los Campeonatos de España absolutos y sería seleccionada como componente del equipo español de hombres para el relevo 4 x 100. Ya entonces di esta analogía.
Y es así: corrió como un hombre. Lo que entonces no podía decir ni escribir era lo que mucha gente ha sospechado desde esa tremenda gesta: que Griffith logró semejante registro (además del récord de los 200 metros con 21”34 y otras gestas) gracias a la ayuda de sustancias dopantes anabolizantes, entre ellas la Hormona del Crecimiento. Sustancias, en definitiva, masculinizantes. No hay más que ver su musculatura sin un gramo de grasa. Sólo piel y un músculo fibroso y superpotente. De hombre.
Los efectos de estas sustancias en el sexo femenino son mucho más evidentes y permiten unas mejoras mucho más espectaculares que en el hombre, quien por naturaleza ya tiene una actividad anabólica más acentuada.
Nunca pillaron a Fast Flo en un control antidoping, cierto, y no hay ninguna prueba de que se dopara. A Ben Johnson sí le cazaron en Seúl, pero a ella no. Hasta los Juegos Olímpicos de Pekín 2008, la Hormona del Crecimiento pasaba inadvertida en los controles antidoping. En cualquier caso, 18 años después nadie se ha acercado, ni siquiera ha puesto en peligro, esta plusmarca.
En 1998, Marion Jones logró una marca de 10”65 y parecía tener posibilidades de amenazarla. No obstante, las marcas de Jones también han quedado en el olvido tras el escándalo de Balco por un anabolizante de diseño y el intento fallido de que otra chica volviera a correr como un hombre.
En septiembre de 2009, la actual campeona mundial Carmelita Jeter consiguió 10″64 en Shanghai (+1,2 m/s) convirtiéndose en la segunda mujer más rápida de la historia, pero todavía muy lejos: a 15 centésimas del récord masculino de Fast Flo, que ya acumula 24 años de dominio, camino de muchos más, un récord a lo Bob Beamon.
* Loles Vives es nutricionista y atleta. En Twitter: @iLoles
– Fotos: Andy Hayt
– Imágenes: El Mundo Deportivo
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