Francisco Rocha dejó atrás Cabo Verde cuando el archipiélago aún mantenía el estatus de provincia portuguesa de ultramar. La guerra por su liberación se empezaba a gestar, pero aún quedaban años hasta la proclama independentista de julio de 1975.
Francisco era marinero. Para alguien humilde como él, embarcarse significaba una oportunidad de trabajo y la posibilidad de explorar el mundo. El viejo continente se abría ante sus ojos, los sesenta llevaban aires de cambio y las costas escandinavas se convirtieron en su nuevo hogar. En la pequeña ciudad de Helsingborg, en Suecia, fue donde definitivamente echó raíces. Allí conoció a Eva Larsson, y de su relación nació el pequeño Henrique.
A principios de los setenta la inmigración en Suecia no era un fenómeno tan aceptado como lo es a día de hoy. Francisco y Eva querían lo mejor para su hijo y pensaron que llevar el apellido Rocha y llamarse Henrique se podía convertir en un problema de integración para el niño. De este modo, Henrique se convirtió en Henrik y el apellido Rocha pasó a ser el de su madre, Larsson.
Francisco era un enfermo del fútbol. Henrik creció con la banda sonora de la televisión de su padre. Mientras muchos disfrutaban del rock que procedía de las islas británicas, Francisco veía al Liverpool levantar ligas y copas de Europa. De este modo fue como Henke (así le llamaban sus amigos) empezó a interesarse por el deporte rey.
“¿QUÉ TE PASA, HENRIK?”
Justo enfrente de su bloque había un gran descampado con césped; allí es donde empezó a jugar y conocer a un montón de gente de distintas procedencias. Entre patadas y algún insulto racista, Henrik fue desarrollando un gran olfato goleador y un espíritu infinito de superación.
Bengt Persson fue su primer mentor en el mundo del fútbol. Mientras el matrimonio entre Eva y Francisco se rompía, Henrik buscaba refugio en el primer club de su vida, el Hogaborgs. Pero no todas las dificultades venían de casa, Henrik tenía ya 13 años y su estatura no parecía acabar de despegar. Tenía que luchar de espaldas a centrales que le sacaban más de un palmo y apenas conseguía entrar en juego. Después de una de sus actuaciones más decepcionantes, Bengt Persson se acercó a él y le dijo: “Henrik, no sé qué te pasa. Tienes el talento en tus pies y sabes jugar con la cabeza. ¡Tienes que creer en ello! Quizás tardes un poco más en crecer, pero si entrenas llegarás a ser tan fuerte como los demás”.
Henrik siempre supo que poseía el talento, base fundamental para poder construir el deportista de élite y en torno a él se esforzó por ganarse un puesto a medida que iba avanzando en las categorías inferiores del Hogaborgs. Durante los siguientes años, trabajó en un centro para jóvenes con dificultades. Henrik seguía jugando en el Hogaborgs, pero parecía consciente de que su futuro estaba más cerca de las tareas sociales que del mundo del fútbol. Y entonces apareció Magdalena Spjuth. Magdalena era una promesa de la equitación y, a diferencia de Henrik, provenía de un barrio adinerado. La seguridad que le dio su relación con ella se trasladó a los terrenos de juego y sus actuaciones empezaron a cambiar.
APRENDER LOS INTANGIBLES
Sus goles llamaron la atención de Mats Magnusson, delantero también de Helsinborg, que por aquel entonces jugaba en el Benfica entrenado por Sven-Göran Eriksson. Magnusson convenció a Eriksson para que dejase a Henrik entrenar con ellos. Poco después, cuando la etapa de Magnusson en Portugal se acabó y volvió a jugar con el Helsingborg, consiguió que ficharan a Henrik. De esta manera cambió el Hogaborgs por el Helsingborg y firmó su primer contrato profesional.
Jugar al lado de Magnusson, que era uno de sus ídolos de infancia, le hizo aprender los intangibles del fútbol. Le causó un profundo impacto verle jugar con un dolor tremendo en la rodilla. Magnusson tenía que acudir a los doctores cada semana para que le quitaran el líquido que se le acumulaba en la articulación. Aún así siguió jugando prácticamente con una pierna durante dos temporadas más y marcó 27 goles.
Henrik logró 34 goles en 31 partidos en su primer año y el Helsingborg consiguió el ascenso a Primera División. La siguiente temporada quedaron quintos y el Feyenoord de Wim Jansen se interesó por él. Cambió Suecia por Holanda.
El resto de su carrera futbolística es ya conocido por la mayoría. Tras su irregular paso por el Feyenoord llegaron sus tardes de gloria en Celtic Park, las asistencias en la final de París con el Barça o su breve paso por el United. Esas imágenes, como sus rastas en el Mundial de Estados Unidos, forman ya parte del imaginario colectivo de los que hemos admirado a esta leyenda viva del fútbol.
* Lluc Güell es realizador audiovisual. En Twitter: @llucgfleck
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