"La audacia tiene genio, poder y magia. Comienza ahora, ponte en marcha”. Johann W. Von Goethe
Que la obsesión por la defensa no nos haga olvidar que el buen Barça defensivo se rige por dos pautas: atacar con intención profunda y hacerlo de manera conjunta y agregada para que cualquier pérdida de balón no se convierta en un contragolpe inmediato. Es decir, lo de la noche de la remontada ante el Milan. Ser agresivo con balón y protegerse a base de jugar bastante próximos. Por el contrario, los dos ámbitos donde peor se maneja este equipo, desde hace muchísimos años, son la posesión intrascendente, sin intención ofensiva, y la defensa replegada sobre su área. En el primer ámbito, tocar por tocar conduce a poco aunque también es cierto que en los partidos medios de la Liga no resulta un arma peligrosa, al revés que en Champions, donde permitirse la intrascendencia es casi pecado. En el segundo ámbito, va casi en los genes del equipo esa dificultad por defender cerrado: ni las características físicas y emocionales de los jugadores, ni sus hábitos y costumbres tácticas aconsejan semejante repliegue, de ahí que no solo sufra y padezca cuando le toca encerrarse, sino que además lo haga sin excesivo acierto, como hemos comprobado tantas veces.
No pretendo con lo anterior minimizar el problema de los defensas centrales ante el Paris Saint-Germain o en una hipotética semifinal europea, ni mucho menos justificar el desacierto de los últimos años en materia de fichajes en esa demarcación o de oportunidades a canteranos (Bartra como ejemplo), pero sí matizar levemente esa cierta sensación de vacío existencial por las lesiones de los defensas. Matizar no significa negar la realidad, ni frivolizar con eso de no cometer faltas ni conceder saques de esquina, pero sí indicar que las fortalezas del equipo han residido más en defenderse atacando que en defenderse defendiendo. Claro, ante un melón bajado por Ibra y continuado por Lucas Moura no hay filosofía que valga: hay que defenderlo con uñas y dientes. Pero la intención ofensiva puede ser tan importante como una acción puntual.
– Foto: AFP
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