Perarnau Magazine

"Cada acto de aprendizaje consciente requiere la voluntad de sufrir una lesión en la propia autoestima". Thomas Szasz


Frederic Porta / Firmas

E-pistolario: El estupor

por el 3 abril, 2013 • 17:24

Mi admirado colega:

En flagrante abuso de nuestra amistad, te acusaré de haber visto el PSG-Barça de anoche condicionado por la lectura anterior de tu brillante artículo sobre el ascensor varado del filial, reflexión acabada de publicar en el segundo número de tu Revista. En efecto, confesaremos que llevaba buen rato viendo al B con la mosca tras la oreja ante el evidente estancamiento de algunos proyectos y llegas tú, Martí, con ese argumentado texto para confirmar las intuiciones. Ciertamente, los cachorros parecen no progresar en pauta acorde al inmenso talento de algunas promesas predestinadas para la gloria futbolística y, particularmente, temo que Sergi Roberto, Deulofeu o Espinosa, por citar tres ejemplos bien diversos en características y personalidad, no alcancen finalmente el techo que se les suponía. Pensando en los directos responsables del asunto, ¿nadie más se ha dado cuenta?

Ése sería otro de los síntomas en el relajamiento de costumbres, tácito, subterráneo, que aún no ha emergido a la luz como problema, arrastrado por el Barça en su conjunto durante estos meses de post-guardiolismo. Pep, desde luego, era tan obsesivo en su deseo de control que parecía emular a Clint Eastwood en El sargento de hierro, y ese proceder perfeccionista, incluso para la minucia, obraba milagros de rendimiento, fuera en el primer plantel, fuera cuando citaba a los yogurines para vigilarles el crecimiento de cerca. Ahora, se advierte cierta relajación en las costumbres que poco o nada bueno traerá como fruto. Y eso vale ya tanto para el A como para el B. Citabas con razones y argumentos a los aspirantes al trono, Martí, y has conseguido que extrapole ese visible aflojamiento en las tuercas de la engrasada maquinaria colectiva hasta incluir a los mayores. Alguien debería encender ya alguna luz de alerta, aunque fuera en el ámbito privado, y no dejarse llevar por el oropel liguero o la corriente pletórica de tiempos recientes porque igual el manantial ha dejado de brotar y nadie se ha enterado aún.

A la sorpresa por tu artículo sobre la situación de la cantera le ha sucedido otro estado de ánimo tras la cita de Champions. Digamos en metáfora que si el coronel Wurtz de Apocalypse now clamaba “el horror, el horror”, hoy nos pasan las horas repitiendo “el estupor, el estupor”. Estupor entendido como mayúscula sorpresa por no seguir el camino trazado, por vulnerar las reglas de la casa. No es ya normal, ya es signo de algo, querido Martí, que el Barça repita tropiezo tras tropiezo en idéntica piedra. Algo quiere significar el empate en el último minuto, algo quiere decirnos que, por enésimo curso, alcance la recta de final de campaña y el correspondiente reparto de premios con la defensa totalmente apedazada, hecha cisco. Algo suena a lección histórica olvidada cuando braman contra el del pito, sea con razón o sin ella. Messi puede lesionarse, claro, y la caída de Mascherano resulta sensible baja, pero parecen árboles que no deben tapar hoy el bosque de otros aprietos, ya bien perceptibles.

El estupor aparece cuando hilas fino y notas que aquellos parámetros de éxito se han diluido hoy hasta hacerse difusos, discontinuos, escasamente reconocibles. Ancelotti sabrá las razones de la desaparición del PSG durante buena parte del segundo tiempo, aunque nos interesa más dedicarnos a la sorpresa experimentada ante la evidencia de que este Barça no fue capaz de machacarles como antaño. Estupor, de nuevo, al comparar rendimientos y características no tan lejanas en el tiempo y creer como creemos que la ida de Milán y el lance de anoche son señales de advertencia que apuntan en dirección de denuncia: el Barça ha abandonado sus más rutilantes y exitosas señales de identidad. Ni presionan arriba como dóbermans, ni corren como alma que se lleva el diablo, ni huelen la sangre ajena con el espíritu asesino característico cuando habitaban en la gloria. Sin caer en el oportunismo ni recurrir al ejemplo populista de las comparativas, este par de lecciones jamás habrían ocurrido bajo la égida del sargento de Santpedor. De inmediato, los hubiera despertado del letargo, zarandeado por el cuello exigiendo propósito de enmienda. Hoy, parece más fácil recurrir a la heroica, al parapeto de la mala suerte o del desafortunado arbitraje para justificar la exigua nota del examen. ¿Estupor ante el cansancio de ganar? No cuela, ese grupo de enorme ambición no se ha aburrido de triunfar, imposible. ¿Estupor ante la inercia de dejarse llevar por la corriente? Si, y eso no comporta nada bueno.

Si la retaguardia, por ejemplo, parece hoy territorio comanche, plagado de heridos y caídos en la batalla, también es consecuencia de una mala previsión o de un error de cálculo. El hipotético relevo de los jóvenes no da para tapar agujeros, pésima señal; ni se ha obrado con la suficiente previsión a fin de jugar la constante partida cuatro movimientos por delante, trayendo de fuera a quien hiciera falta ante la carencia de elementos de retaguardia. En otros aspectos, lo que antes era precariedad asumida, la falta de centímetros, por ejemplo, se ha convertido en susto continuo a balón parado porque el Barça sufre como una buena madre para defender centros y bombeos. Antes, cualquier debilidad se parcheaba a base de agresividad, concentración y correr tanto o más que el once de enfrente, aun sabiéndote superior en recursos, calidad y talento. Ahora, ya llegará Messi y paliará con su genialidad cualquier carencia. No es eso, no es eso… Sin tocar a rebato ni a filas, algo está pasando, algo se va mostrando como primeros síntomas de flaqueza. Nada que ver con el fin de ciclo o cambio en la hegemonía tan deseado desde otros intereses, pero este grado de estupor sentido ahora mismo guarda mucho que ver con un descenso en el tremendo grado de motivación, sacrificio y autoexigencia que les hizo cosechar laureles y reconocimiento a espuertas. Coincido con tu diagnóstico: éste es un Barça extremista y extremizado, aunque lo planteemos desde el metafórico estupor.

Pensaba que, tras la égida de Guardiola, el Barça había terminado de escribir y encuadernar su libro de estilo, una contrastada Biblia, dogma de fe, al que podría recurrir en caso de duda o zozobra cuando los elementos externos de cualquier tipo presionaran sobre la viabilidad de tan celebrado modelo. Diablos, el Barça fue Diógenes con su lamparita durante 60 largos años en busca de la vía apta, la manera de triunfar que mejor se adaptara a su manera de ser. Le costó horrores hallar la fórmula. Otras veces hemos citado aquí la aportación de cada cual, desde Kubala a Daucik, de Helenio Herrera a Cruyff, pasando por mil pruebas y alejamientos de lo pretendido que causaron enésimos fiascos hasta que Pep consiguiera concluir la gigantesca tarea de redacción. Ahora, les bastaría recurrir a esta variante de texto sagrado cuando asaltaran las dudas y ahí encontrarían los capítulos dedicados a calidad, belleza y sentido del espectáculo, posteriores a otros que fundamentan esa ley de leyes. Los apartados básicos, de imprescindible praxis, podrían ser, entre otros que todos sabemos, la recuperación inmediata de balón, la presión arriba para asfixiar la salida ajena, el toque intencionado para cansar al contrincante y otros cimientos sobre los que ya has teorizado, Martí, y que cualquier seguidor podría reconocer de inmediato. Ahora, el estupor señala que algunos se distraen, otros se escabullen y a las piernas frescas de relevo les puede la bisoñez, la evidente necesidad de muchísimas horas de vuelo aún por ejercitar si desean mantener los estándares acostumbrados de brillantez. Suponemos que los responsables máximos ya habrán puesto esfuerzo y dedicación en la tarea, pero este Barça, aún reconocible a ratos, no es realmente él, no actúa de manera coherente a esas ideas y postulados ya escritos en su peculiar Constitución, de ahí los sobresaltos constantes en la Champions.

Curiosidad, Martí, por ver cómo acaba esto, por comprobar si son capaces de volver a los orígenes o les gana la dispersión que conducirá, irremediablemente, a quedarse corto ante los objetivos trazados. No es pronto para avisar, llevamos tiempo observando detalles de relajación en un grupo que parecía impermeable a este tipo de tentaciones. Corregirse o sucumbir ante el estupor, en ésas anda el Barça aunque quizá no sea aún consciente.

Cuídate, enhorabuena por el nivelazo de la Revista y a ver cómo lees hoy a este Madrid equilibrista sobre el alambre, que tan cerca parece a ratos de encender su propia santabárbara como de triunfar según sus ambiciones, jugando siempre a la ruleta rusa a causa de su amo absoluto y absolutista, el apodado special one.

                                                           Poblenou, donde se huele la tostada

* Frederic Porta es escritor y periodista.


– Foto: Claudio Chaves (Mundo Deportivo)




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